Apenas había vuelto del Festival Tango Divino y el ansia tanguera me enviaba a cubrir las alternativas del Festival "Una Emoción" que traía a Barcelona a unos visitantes ilustres: Los Rosales - lujo esporádico que cada año recala en Ciudad Condal - y sobre todo - lujo, lujo, lujo - una de la mas importantes parejas de maestros bailarines hoy por hoy en el mundo: Mariana Montes y Sebastian Arce - entendiéndose por importancia su alargado influjo en la técnica, la experimentación, la vanguardia y la experiencia en el modo de entender el baile y la enseñanza. Un Lujo cercano, ya que el festival se desarrollaba a pocas calles del Hotel Tenebrario, mi nuevo hogar, compartido con otros compañeros artistas y buscavidas. Doña Maite, la patrona de mi anterior refugio decidió que mis pagos poéticos no sustentaban su economía y se subió al alquiler esporádico a turistas, casi sin avisarme. En fin. Una puerta se cierra y otras se abren. Y en el Tenebrario muchas, pues es barato por estar embrujado. El caso es que en mi cuarto junto con mis pocas pertenencias me esperaba la invitacion en sobre de papel marrón alto gramaje, con mi nombre impreso, cosa fina, si se piensa que el aforo de clases y milongas se había completado dos semanas antes. El sobre aparte de contener la entrada y el programa contenia la guia del tango en Barcelona del amigo Maidanik y una lucida carta de bienvenida y agradecimiento bilingüe, con teléfonos útiles y de contacto, lo que visto desde el punto de vista de un turista tanguero era óptimo pues le ahorraba preguntas, idas y venidas si solo venia a Milonguear. El Pibe Pergamino tenia también un sobre con su nombre. Sospecho que al verme alicaído por mis desencuentros con Helena había intercedido con Santi, Lili o Antonia para conseguir mi entrada. Si no fuera por los amigos...
Mientras bajábamos el sábado a la milonga de gala por el bohemio barrio pudimos comprobar el alcance del evento. Los locales y los turistas habían aprovechado las clases que habían sido de intermedios y técnica con altísimos niveles - de alumnos y calidad - y se veían algunos grupusculos alentando el paso y el abrazo en las callejuelas sin coches. Algún solitario le hacia un gancho a los semáforos y los que no practicaban renovaban energía a golpe de bocado. Íbamos con Masayo san, nuestra amiga traductora, que además de bailar tenia la intención de hacerse con un modelito "Retanguera" . Siempre compra alguno cuando vuelve a Barna Lisa Rosales. Dejamos atrás la cancela del gimnasio y apenas franqueamos la puerta un fotógrafo nos hizo una instantánea con el cartelón festivalero de fondo cual si fuéramos estrellas del firmamento artístico. Santiago León y Antonia Barrera nos dieron la bienvenida y Liliana Tolomei nos acomodo después de atravesar un vestíbulo y un salón inmenso dedicado solamente a zapatos, vestidos, complementos y moda milonguera en una mesa al lado de una pareja organizadora de una milonga en Newcastle. Conveniente, sutil. Profesional. Ordenado. Detallado. Con todos los anfritriones esmerados en hacer sentir a gusto a la gente. Nada de arrebatiñas. Nada de sillas volando. Ningún grito desconcentrante ni desconcertante de confusión o desubicacion.
Lo mas granado de la Milongueridad Barcelonesa y de extra-radio alternaba en camaradería con tangueros venidos de toda Europa, coincidiendo en pista, brindis y anécdotas. El Calor ambiental había quedado afuera. El Calor pegajoso se mantenía a raya por los acondicionadores y unos bebestibles fenómenos, entre los que me llamo la atención una piña colada con fruta incluida. El Calor humano, propiciado en profusion se palpaba en el ambiente. Se comentaba que una asistente al festival abusando de la generosidad de los organizadores les había solicitado - a modo de servicio - gente para que la acompañaran a comer. El celo en intangibles e imponderables no llegaba hasta ese extremo. En mesas cercanas vimos a Los chicos de "Milonga del Angel" junto a los organizadores de la Milonga de Tarragona y Un poco más allá un contingente de la compañia "Tango Amado" a punto de estrenar espectáculo nuevo en Sitges, festival que también tenia sus representantes. Por toda la sala amigos, conocidos, notables. Abrazos duraderos prestos a estrenarse. El Pibe, fiel a su costumbre, se fue a fatigar tandas. Masayo San bailó tambien,pensando ya en nuevos vestidos. Me deje seducir por la piña Colada, dulce - diría Gaiman - como el pecado. Estaba todo tan perfectamente dispuesto que las inquietudes quedaron a un costado y el ansia por llegar temprano que me había hecho comer poco se transformo en un aguijonazo de hambre que pude contener arrasando con los caramelitos de mi mesa y las linderas. Atravesando todo el salón y la marea milonguera vi en la mesa de honor a Juan Manuel y Lisa Rosales que habian bailado la noche anterior y tambien a las estrellas de festival y noche: Mariana Montes con un elaborado y sugestivo Peinado y Sebastian Arce con una chaqueta verde con fulgores. Mi sobrino Larrapumbi se volvió casi loco en Sitges 20 edición por la chaqueta negra con tiras brillantes que usaba entonces, tal como escribió en este mismo blog. LLevó esa obsesión a extremos. Le atribuía poderes casi sobrenaturales a la hora de bailar, como tantos desdichados que en vez de invertir su tiempo en clases se hacen con la mitologia y el vestuario: zapatos, pantalones, vestidos, complementos y amuletos baila solos, sin pensar que toda maestria lleva detrás horas, dias, meses, años de trabajo y esfuerzo. Hay cretinos asi. Burlaria Larrapumbi la medicacion y vendria queriendo robar la chaqueta de Arce? Con el esmero y el mimo que los organizadores habían empleado para montar festival y sala no lo creia posible. A lo maximo que Larrapumbi podia aspirar era a una foto en la entrada, antes de que lo echaran. Y Arce, como todo buen bailarin y milonguero, no iba a sacarse la chaqueta porque si. Disipadas mis dudas sali a bailar con mis pantalones claros sin poderes. Me los pisaba a cada compás por culpa de "las" piñas coladas y el ruedo expres de los chinos mal pegado con una sartén calentada al fuego. Todo tiene arreglo en esta vida menos la estupidez. Me arremangue los pantalones como si fueran de diseño y decidí salir a comprar de comer antes de la exhibicion para morigerar el alcohol. Pero no había nada abierto y lo único que pude conseguir fue un pita con tres (3) bolitas de falafel. Comía estirando la sensacion junto al paredón periferico cuando al elevar la vista hacia las ventanas superiores del gimnasio vi una sombra encaramada al árbol, buscando un hueco para colarse al interior sin éxito. Me sobresalte. El ultimo falafel se deslizo con cariño por toda mi camisa negra y luego quedo tirado, sin salsa en el piso. Volví a entrar. El fotógrafo quiso sacarme foto. Pero yo no estaba en condiciones, con la camisa y la cara congestionadas de alcohol y hambre no satisfecho. Llegué al salón justo para escuchar como Santi Presentaba la exhibicion. Toda Barcelona estaba en silencio. Avanzaron los dos al centro de la pista Mariana Montes etérea con su vestido floreado y un elaborado peinado. Sebastian Arce proyectando su poderosa sombra con su chaqueta verde brillante. El silencio de la expectación se tiño de respeto. Y ahí nomas empezaron una tremenda exhibicion de dominio de la técnica, elegancia, postura, maestria. Las salvas de cerrados aplausos con que se celebraba cada obra de arte en movimiento no cesaron hasta que no se hubieron cumplimentado cinco delicias bailadas. Los dos estuvieron esplendidos y Mariana soberbia, a pesar de 40 grados de fiebre con los que había llegado a Barcelona y contra los que lucho con profesionalidad y tesón, llegando incluso para dar las clases a sumergirse en la madrugada del viernes en una bañera de agua fría. Voluntad. Trabajo. Llegar hasta el limite y controlarlo. Lo que hace grandes a los grandes. "Esto no es normal" repetía Jep a cada nueva emoción fugaz y duradera en el recuerdo, sosteniendo su copa de vino con arrobo. Sebastian se fue con su chaqueta Verde junto a Mariana casi temblando, elevándose por encima de su fiebre. Dejando de la otra fiebre - la del baile - en la pista.
Y luego, a pesar de las palmas enrojecidas ya no hubo más. Y
Saliendo lentamente de su ensueño la milongueridad comenzó nuevamente a bailar. Quedaba una hora hasta el cierre de la gala. Un descenso que se resistía a bajar a la normalidad.
Con una nueva piña colada en mesa estaba cómodamente instalado, paseando la mirada por la sala. Mi deriva languida me llevo hacia el proyector donde se mostraban imagenes de la velada y los concurrentes. Una instantánea gigante me mostró entonces a Helena, la muchacha de la madreselva, bailando con la mirada perdida en un recuerdo. No supe si era de la noche anterior o de esta. Mi camisa hizo de tobogan, esta vez a la piña que tire por la excitacion. Fatigue rincones, mesas, tandas y pasos. Fui hasta el salón de los vestidos, buscando. Masayo San que había invertido su tiempo en probaturas me dijo que le parecía haber visto a alguna conocida probándose un vestido floreado. Pero no estaba segura. Quizá nos cruzamos en aquel vasto salón, pero en diferente día. El dijey Mariano Quiroz, que había hecho bailar hasta al mas contemplativo cantó la ultima tanda. Salí bailar con Masayo San. Y luego terminó la noche de gala, cumbre de un magnifico debut de festival, que espero se repita. Mucha gente se quedo en la puerta, algunos con ganas de seguir bailando, como el pibe. Otros cumplidamente llenos de tango y sensaciones. Entre los grupos de alborozados que se resistian a irse vi un corrillo que traía a mi sobrino Aniceto Larrapumbi con un traje ninja destrozado y enredado en cuerdas. "La chaqueta verde. La chaqueta verde" musitaba entre moco y llanto. Quiso saltar por los fondos pero le fallo la agilidad y se quedo colgando entre ropas tendidas y leds. No podia dejarlo asi. Mientras los milongueros enardecidos por la exhibicion se iban a apurar hasta el ultimo tango en el after del "Desbande" me hice cargo de mi sobrino. Dejamos atrás la gala del Festival "Una Emoción" - ya no tenia entrada para el domingo - cumplida con lujo de detalles, esmero, cariño y estridencia emocional.
Mientras nos íbamos entre un sinfín de caras satisfechas me consolé pensando que acaso aparte de nosotros dos que eramos la excepción, quizá había en el after otra desilusión posada en una cara.
Pero era un consuelo pobre. Y no iba a llegar a tiempo.
Como siempre...
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