El señor "Sacadita" es uno de esos hombres que siempre huele a perfume. Quizá porque su propio aroma corporal recuerda a casas con cuadros de niños llorando, payasos tristes y sofás destrozados por los gatos. En un pasaje interrumpido al fondo por un edificio gigantesco - de manera tal que su salida al otro lado parece solo un mini callejón sin puertas - entre otros edificios y el vértigo de la gran ciudad turística, a una cuadra y un cuarto de la Sagrada Familia, vive y trabaja el señor "Sacadita", en la casa del fondo, de una hilera de casas antiguas como el mismo pasaje, reparando muñecos de anticuarios, que cuando sale lo esperan, durmiendo en banquitos de madera. Barcelona le ha ido creciendo alrededor y las diez casitas sobreviven como coelacantos, orgullosas en su chatura y modestamente erguidas, aunque la primer se haya quemado y la segunda, que antes albergaba un ateneo popular, este tapiada. Todas las noches el señor "Sacadita" atra...