Son las ocho de la mañana. El frío empaña los cristales del tangomovil negro del filosofo Pelandrun. La carretera es una cinta larga, aburrida.La espectación me mantiene despierto. En el asiento de atrás Piton Pipeta y Romulo Papaguachi duermen. El coche que fue de un cura se mete en el carril contrario. Grito para despertar a Diogenes. Le sirvo un mate. Estamos viajando por impulso. El mismo impulso que me llevó a preguntarle a Nina si se quería casar cuando volvió de sus vacaciones. Quedó en silencio. Bajo la vista. Sonrió. Me miró con esos ojos que son como el mar de una playa mansa. Me dijo: Necesito saber que si te vas un tiempo la casa se va a llenar de ausencia y aunque este bien querré que me acompañes. Extrañarte en mi mundo. En mi lugar y que me extrañes en tu mundo, ese hotel embrujado, la milonga, el bar, tus amigos. Necesito saber que aunque los dos podemos estar solos o llenos de esas cosas y personas que pueblan nuestras ho...