Como sucede con todas las milongas, vivimos un periodo de contracción y contradicciones, un momento en que la crisis e incluso los veedores, inspectores y profanadores del hecho artístico en general, se ceban con el territorio favorito de la gente del tango, de los milongueros cuyas únicas alegrías son proporcionadas por un buen abrazo, una buena tanda picadita o la delicia y posibilidad de extasiarse en un vaivén desconocido mientras suenan los acordes Pugliesianos. Estos manos largas de inescrutable celo clausuran templos en los que aun bailan verdaderos patrimonios culturales vivientes de la milonga, sin que parezca importarles demasiado. En el otro extremo milongas que antes funcionaban deben acallar sus rondas porque la concurrencia se ha hecho mas selecta y ha venido menguando. Aunque hay notorias excepciones, clásicos que nunca pasan de moda, como "La Milonga del Angel" que hizo cumpleañitos de quince este domingo de la mano de Norma y Joan y la "Casa Valencia...