Llego el verano. La ciudad se transforma en un horno donde se cuecen a fuego lento aquellos desdichados que trabajan en temporada alta. La milongueridad se dispone a dilapidar energías, dineros y seducción volcándose en masa a los Festivales, tangomaratones y eventos para bailar a pie de playa. Pero que hacer con esos pobres milongueros de capital menguado que tienen muchos días de vacaciones y poco capital en el bolsillo?. Esos infortunados que vagan sin control por las calles, abusando de cervezas añejadas en las cloacas y sorbetes congelados de vino esperando la hora de la milonga sin saber que hacer mientras? Como disponer de esos chiquitos abandonados a su suerte, que se vuelven fastidiosas bestezuelas enjauladas entre cuatro paredes, apagando y encendiendo las emisoras tangueras, desesperados por bailar y babeando en los umbrales de las milongas aun cerradas? Esos irredentos bailarines con la camiseta pegada al cuerpo y la bolsa de los zapatos apretada en u...