Desviviamos el año en la milonga dominguera de Josep y Teresa, con el Pibe Pergamino luego de zamparnos unas empanadas picantonas, prevaricando tandas y anticipando brindis de navidad con los amigos cuando Raul nos confirmo que se había ido un dandi del tango, el poeta de la flor en la solapa, de inevitable y Byroniana elegancia. Fue, creo, en el momento del brindis, en el que todos alejamos la posibilidad de días malos haciendo un exorcismo de augurios y deseos, casi creyendo que sera posible, o acaso evitable un sino adverso si lo conjuramos, intercambiando sonoras y sentidas felicidades. Sentí, aun con la copa en la mano y la expresión alegre surcada de una sombra, que había disminuido, al glosar de John Donne. Que como poeta - o acaso manipulador de las palabras - me entregaba al duelo de un compadre, un compañero de viaje, uno de esos románticos caballeros que hacen ariete en la lógica y violentan con belleza la rutinaria malversacion de frases hechas en las que a veces nos sumerg...