Yo nací en la convulsa década de los Setenta y crecí ignorante de las ignominias que entonces sucedían, en una tranquila ciudad casi provinciana que se recorría caminando de punta a punta en aquellas posteriores noches que prometían algún cumpleaños de quince (de colado), las horas muertas frente a un "flipper" y las maquinitas o una hamburguesa de madrugada