Como a las dos de la mañana del viernes pasado cayeron a la "milonga del Oriental", disipando una misteriosa niebla aumentada por el abuso indebido de carbón barato y chorizo grasoso que a modo de cúpula alejaba el mundo y acentuaba los tangos, como si la música no fuera capaz de atravesar el fenómeno climático y se quedara ahí, en un efecto invernadero milongueado. Eran dos, y saliendo cual espectros de la sombra luminosa y se quedaron parados entre la destrozada nave Carlos Gardel 54 - que alguna vez llevó a la delegación terrícola a ganar o a morir en el Torneo Intergalactico de Truco - y los robots milongueros oxidados, que el "Rata" Debeljuh, donó para que nadie se quedara sin bailar y nunca funcionaron. Los que llegaron antes de la niebla no eran muchos. Se notaban claros en la mesa y en los bailantes. En el centro de la pista. y a ambos lados del poste central se vivía un curioso duelo de payasadas. Sacudile, el coreografiador espo...