Resumiré lo que queda del viaje, quizá las impresiones mas salientes, pues describir en dos entradas el corazón de una ciudad tan heterogenea como Tokio donde cada barrio es un pequeño mundo es tan improbable como encontrar chorizos criollos - para reponer los que nos había dado el Loquito Piazzolla como obsequio al emperador y victoria de River en el Mundial de clubes y que dejamos como ofrenda en el pequeño altar de los zorros - en un supermercado, en el mercado o en tiendas de 24 horas . Fatigamos las calles de Ueno. Incluso nos metimos en un edificio con un subterráneo lleno de tiendas de pescado, mariscos, setas y carne, la típica carne japonesa llamada wagyu, muy veteada y fina, que Masayo San nos hizo probar cocida en salsa de soja, sake y azúcar, con verduras y que se llama Sukiyaki. En días sucesivos y ya sin su ayuda - había volado a Hokkaido para ver a sus padres - v...