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Mostrando las entradas etiquetadas como #milongadeloriental

EL BAILARÍN DE CORDEROY - Reminiscencias de la Expotango 2024.

 La mañana se avezaba lluviosa en el puerto de Tarragona. Algunos paseantes perdidos deambulaban a merced de las ráfagas de viento en el Serrallo.  Si mi cliente no llega pronto, pensé, tendré que abandonar la primitiva idea de un menú con pescado por otras suculencias de la tierra, mas contundentes y acordes con el clima.  Por lo pronto disfrutaba con la vista de los imponentes barcos a reparo y degustando una menta con hielo. El cliente llegó por fin en uno de esos coches pura chapa, reliquias de tiempos idos, un dinosaurio color negro y solferino que aparcó sin ceremonia casi frente a mi mesa. Era un hombre de cabellera profusa y marañosa, vestido con un gabán de cuero que apenas sujetaba su barriga, y ropa en tonos a juego con el coche. Un par de quevedos miel clara le protegían los ojos de mirada insaciable, del polvo volador. Supo que era yo por el impermeable negro, el bigote daliniano y el libro de poemas de Marilyn. Apenas me vio vino a la mesa.  —Creo que m...

Y SIEMPRE HABRÁ MILONGA...

 UNA HISTORIA DE TANGO  POS PANDEMIA  EN EL ORIENTAL Llegamos temprano con Nina a la   Milonga del Oriental , después del largo impase de la pandemia. Los lusiardianos vendrían desde la matiné, en el bar Roñoso. No le propuse a mi pareja el encuentro y vermut con los muchachos, en aquel sucucho que me resulta entrañable, a pesar de su mugre y sus extravagantes habitués. La conozco demasiado para saber que el muestrario de alimentos momificados, el imponente (aunque grasoso) friso pintado con escenas de la milonga en la pared y la presencia de Castor y Pólux, los camareros con ínfulas de héroe, no iba a entusiasmarla, sino más bien a provocarle alguna leve repulsa. Al llegar al ligustro de la entrada, notamos la primera diferencia. — ¿Ya no está Bradbury? —Preguntó Nina al hombre de la puerta.   Con su cabello oscuro cayendo indómito a un lado de la cara y una camisa de diseño, en el que se veía una levita dibujada, el hombre era la viva imagen de la ...

UN METODO MILONGUERO INFALIBLE/ Por Cátulo Bernal.

  Cuesta volver a la rutina del encuentro. Después de la no aventura en la tierra del Go, ese extraño más allá de película estilo Manuel Romero donde ahora vive mi padre Clemencio y de la que volvimos, frustrados, concertamos por fin una noche en Milonga del Oriental , en la mesa a pie de pista bajo nuestro amado limonero; los zapatos nuevamente lustrados, el hambre intacta y el ansia por milonguear desmesurada.  Saben, los que siguen estas crónicas, que El Oriental, mítico potrero donde han gastado piernas grandes, chicos, anónimos, principiantes y princesas del baile, siguió adelante, furtivo en la pandemia, ayudado por su característica principal: ser la única milonga estable al aire libre con temperatura invariable y una topografía poco accesible para cualquiera que no venga a bailar o intente colarse desde la calle. Una milonga oculta por el terraplén ferroviario, ligustrinas, un barrio privado y la sanja que era antes el único punto desde donde se podía ver a las pareja...