Un Tango Nuevo: ATAQUE DE PRESION - Por Juan Iriarte.
Tenemos el agrado y el gusto de presentar esta joya radiografica del tango nuevo. Un compositor e interprete que dara mucho que hablar: Juan Iriarte. En sucesivos dias iremos desvelando alguna joyita mas. Ahora, para abrir boca este :"ATAQUE DE PRESION"
Siempre hemos tenido una relación un tanto extraña con el «Nene» Desencanto. Desde aquella vez en que el Pibe Pergamino me lo presentó en uno de esos eventos con milonga suburbana y compartimos el autobús de vuelta y algunas media lunas pegoteadas en la madrugada tardía. En este verano caluroso lo estoy viendo como un calco de ese ayer, mientras se esmera por sacar a las pibas principiantes en la Milonga de la Fuente . La chaqueta arrugada, la camisa negra blanqueada de sudor, los bajos del pantalón manchados con puntazos y voleas mal encajadas, el pelo en desorden, Las puntas de los pies ardidas de pisar un canyengue mal hecho, los ojos semi cerrados, aunque con el fiero brillo — en la mirada y en la ropa— del milonguero superviviente de otras épocas. Con todo lo bueno y lo malo que esa pertinencia conlleva. Desencanto proviene de otro mundo, en el que está bien visto que una dama o, en su c...
La siguiente conversación fue oída en una milonga. Se han retocado algunos de los párrafos. Juzguen los amable lectores cuales son invención de este escriba y cuales reales. —Solo hay dos opciones: Te haces viejo o una leyenda milonguera. —¿Cómo así? Yo quiero seguir bailando como hasta ahora. —No. No. Te digo. Vos ya no estás para estos trotes y no hay vuelta atrás. Te hacés viejo o una leyenda. Nada de andar bailando todas las tandas. Seleccioná, que ya no sos una joven promesa del mundo del baile. Ya tenés una edad...se te nota en los trajes, en los andares, en el abultamiento abdominal, en los excesos. —¿Abultamiento abdominal? ¿excesos? Si ahora picoteo dos empanadas por milonga, regadas por una copita y medio de vino como mucho. —Hablo de excesos en todo sentido. Uno no puede, con la edad que tiene, bailar todas las tandas de todas las milongas de la semana, como cuando eras un purrete milonguero que se dejaba las plantas en la pista y tenia que remojar los pies en agu...
La mañana se avezaba lluviosa en el puerto de Tarragona. Algunos paseantes perdidos deambulaban a merced de las ráfagas de viento en el Serrallo. Si mi cliente no llega pronto, pensé, tendré que abandonar la primitiva idea de un menú con pescado por otras suculencias de la tierra, mas contundentes y acordes con el clima. Por lo pronto disfrutaba con la vista de los imponentes barcos a reparo y degustando una menta con hielo. El cliente llegó por fin en uno de esos coches pura chapa, reliquias de tiempos idos, un dinosaurio color negro y solferino que aparcó sin ceremonia casi frente a mi mesa. Era un hombre de cabellera profusa y marañosa, vestido con un gabán de cuero que apenas sujetaba su barriga, y ropa en tonos a juego con el coche. Un par de quevedos miel clara le protegían los ojos de mirada insaciable, del polvo volador. Supo que era yo por el impermeable negro, el bigote daliniano y el libro de poemas de Marilyn. Apenas me vio vino a la mesa. —Creo que m...
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