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ANOCHE VINO ZOTTO

  Siempre hemos tenido una relación un tanto extraña con el «Nene»   Desencanto.  Desde aquella vez en que el Pibe   Pergamino  me lo presentó en uno de esos eventos con milonga suburbana y compartimos el autobús de vuelta y algunas media lunas pegoteadas en la madrugada tardía. En este verano caluroso lo estoy viendo como un calco de ese ayer, mientras se esmera por sacar a las pibas principiantes en la  Milonga de la Fuente .  La chaqueta arrugada, la camisa negra    blanqueada de sudor, los bajos del pantalón    manchados con puntazos y voleas mal encajadas, el pelo en desorden,  Las puntas de los pies ardidas    de pisar un canyengue mal hecho, los ojos semi cerrados, aunque con el fiero brillo — en la mirada y en la ropa— del milonguero superviviente de otras épocas. Con todo lo bueno y lo malo que esa pertinencia conlleva. Desencanto  proviene de otro mundo, en el que está bien visto que una dama o, en su c...

LA DIFERENCIA ENTRE LA GENTE MILONGUERA Y LA TANGUERIDAD «ARTISTICA»

La siguiente conversación fue oída en una  milonga. Se han retocado algunos de los párrafos. Juzguen los amable lectores cuales son invención de este escriba y cuales reales. —Solo hay dos opciones: Te haces viejo o una leyenda milonguera. —¿Cómo así? Yo quiero seguir bailando como hasta ahora. —No. No. Te digo. Vos ya no estás para estos trotes y no hay vuelta atrás. Te hacés viejo o una leyenda. Nada de andar bailando todas las tandas.  Seleccioná, que ya no sos una joven promesa del mundo del baile. Ya tenés una edad...se te nota en los trajes, en los andares, en el abultamiento abdominal, en los excesos. —¿Abultamiento abdominal? ¿excesos? Si ahora picoteo dos empanadas por milonga, regadas por una copita y medio de vino como mucho. —Hablo de excesos en todo sentido. Uno no puede, con la edad que tiene, bailar todas las tandas de todas las milongas de la semana, como cuando eras un purrete milonguero que se dejaba las plantas en la pista y tenia que remojar los pies en agu...

Incidente en el cielo milonguero - Una parábola con implicaciones parabólicas(Por Cátulo Bernal)

 —Eso que los creyentes, llaman el cielo, no es una locación imperturbable —dije mirando a los demás lusiardianos, huérfanos del «Oriental» la milonga al aire libre que ahora solo existía en nuestro recuerdo. Era una noche triste de sábado en que no había una sola milonga en la ciudad condal. Estábamos en la semi penumbra del bar «Roñoso» compartiendo licores de garrafa a la mortecina luz de un par de quinques de kerosén, rescatados del almacén del decrépito establecimiento, luego de que un vendaval de agua cortara toda posibilidad de luz eléctrica en cinco manzanas a la redonda.  En la cocina tres espitas con espetones que mantenían caliente un caldero lleno de aceite para las habituales frituras y otras excrecencias alimenticias, completaban la siniestra iluminación de la taberna, con su característico mural en que se recreaban los bailongos de las cuatro edades del tango: la de oro, la de plata, la de bronce y la nuestra, que nuestro filósofo de cabecera había bautizado com...