Quien mas o menos los ha visto. Al borde de cualquier milonga proliferan cual matojos descuidados amenazando el transito de gentes menos vistosas y acaso mas efectistas. Suelen ataviarse de edades impostadas, queriendo reciclarse desde otras disciplinas como el pasodoble, la salsa, el kung fu o el matrimonio. Hartos de hacerse ver sin éxito en redes sociales o eventos sociales a los que acceden de colados luego de verlos programados en los periódicos que hurtan en bibliotecas o cafetines prueban suerte en el mundo del tango que para algunos es una segunda oportunidad y para menos la cuarta o quinta. Suelen llegar como llegan los desperdicios a las playas desiertas: en oleadas y contaminando. Ropas y conversaciones chillonas son sus señas de identidad. Han aprendido previamente todo lo malo de sus maestros y olvidado lo bueno. Son inexorables en sus secuencias de pasos. No caminan ni bailan: cumplen un esquema geométrico preconcebido sin escuchar la música ni ver a sus compañeros de pis...