Quien mas o menos los ha visto. Al borde de cualquier milonga proliferan cual matojos descuidados amenazando el transito de gentes menos vistosas y acaso mas efectistas. Suelen ataviarse de edades impostadas, queriendo reciclarse desde otras disciplinas como el pasodoble, la salsa, el kung fu o el matrimonio. Hartos de hacerse ver sin éxito en redes sociales o eventos sociales a los que acceden de colados luego de verlos programados en los periódicos que hurtan en bibliotecas o cafetines prueban suerte en el mundo del tango que para algunos es una segunda oportunidad y para menos la cuarta o quinta. Suelen llegar como llegan los desperdicios a las playas desiertas: en oleadas y contaminando. Ropas y conversaciones chillonas son sus señas de identidad. Han aprendido previamente todo lo malo de sus maestros y olvidado lo bueno. Son inexorables en sus secuencias de pasos. No caminan ni bailan: cumplen un esquema geométrico preconcebido sin escuchar la música ni ver a sus compañeros de pista. Creen que cumpliendo este esquema serán loados por bendiciones de los antiguos dioses de la milonga, a los que adoran y ruegan amores pasajeros o al menos cariños de ocasión. Cuando descubren ridículos/as del sexo opuesto dan grandes espectáculos en medio de la ronda cual acróbatas chinos - pero en palo enjabonado - suscitando el recelo de los prototipos y la gente normal. Luego de haber agotado su repertorio de figuras en los primeros tangos (aunque algunos dicen guardar pasos para tandas posteriores, tal como escuche a uno preocupado por no tirar todos los cohetes en la primera tanda) se hacen invitar copas por conocidos a los que inspiran lástima y a los que creen ganar con una retahíla de chistes malos. Ya sentados por la generosidad ajena ponen a caldo a Tirios y Troyanos esperando recompensa y alabanza. Algunos saben que son un fraude pero comprenden que también son una especie de servicio público necesario para el buen funcionamiento de la milonga. Otros no lo comprenden nunca o no se topan con quien los desengañe .
Pero al final, todos sabemos que en mayor o menor medida siempre seremos payasos de milonga para alguien que nos observa en las sombras, impoluto en su perfección y solo como un perro solo...
Pero al final, todos sabemos que en mayor o menor medida siempre seremos payasos de milonga para alguien que nos observa en las sombras, impoluto en su perfección y solo como un perro solo...
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