Siempre hemos tenido una relación un tanto extraña con el «Nene» Desencanto. Desde aquella vez en que el Pibe Pergamino me lo presentó en uno de esos eventos con milonga suburbana y compartimos el autobús de vuelta y algunas media lunas pegoteadas en la madrugada tardía. En este verano caluroso lo estoy viendo como un calco de ese ayer, mientras se esmera por sacar a las pibas principiantes en la Milonga de la Fuente . La chaqueta arrugada, la camisa negra blanqueada de sudor, los bajos del pantalón manchados con puntazos y voleas mal encajadas, el pelo en desorden, Las puntas de los pies ardidas de pisar un canyengue mal hecho, los ojos semi cerrados, aunque con el fiero brillo — en la mirada y en la ropa— del milonguero superviviente de otras épocas. Con todo lo bueno y lo malo que esa pertinencia conlleva. Desencanto proviene de otro mundo, en el que está bien visto que una dama o, en su c...
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