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EL HIPNOTANGO DE LA SEÑORA GANCHATRÁZ - Por Cátulo Bernal

INVENCIONES SOBRE EL TANGO BAILADO
Después de cuatro meses sin bailar salimos con Nina a la practica tempranera del amigazo Fernando Corrado, en los patios de una iglesia. La bolsa de zapatos al hombro y elegante ropa cómoda. Con el nuevo habito de no llegar a ningún lado y dos cambios de vestuario, nos hemos perdido en un nimbo nebuloso, casi corriendo a buscar el metro.
Las horas no paran.
Riquelme ha publicado que piensa abrir Milonga del Oriental muy pronto. Pococho, Hugui y Munin, los habitantes reales de la milonga, nada saben, cuando vamos  a comprar sus «Asados Valiente».
   —Hay que apurarse amor. Fernando cierra puertas a las nueve.
Miro la aplicación de los transportes.
   —El próximo metro pasa en tres minutos. Haciendo Trasbordo llegamos justo, justo.
Caminamos a marcha ligera. En la pantalla de la aplicación aparece otro mensaje Por incidencias en el servicio las lineas 1, 3 y 4 de metro se encuentran demoradas. Consulte opciones alternativas.
   —Uff, está parado el metro. A ver si hay algún bus que nos acerque.
Pasamos por la terraza de un bar. Sorbiendo su cerveza un melenudo comenta a los gritos inflando su mascarilla —La gente está mu mal Oti, Hay que usar mascarilla con aluminio para que no nos dominen con el  punto Cinco G.
El amigo contesta, resoplando sin levantar la vista del móvil.
   —Y ahora andan corriendo a un loco por los túneles. Está rociando con lejía a cualquiera que se le cruza. Grita que la OMS está inoculando a las ratas con un nuevo virus para controlarnos. Es el mal, el mal.
Nos miramos.
   —¿Estaban hablando de lo del metro? —Nina percibe, igual que yo,  algo raro— ¡No es posible!Voy a consultar mi móvil.
    —Esto no es normal— Le muestro en la pantalla el mensaje de la aplicación:
  Las lineas 1,3 y 4 siguen demoradas por la persecución al asaltante de la lejía. 
Lo atraparemos, lo juzgaremos, lo encarcelaremos.
   — ¿Que? ¡No puede ser! ¡fíjate en opciones alternativas!
Los dos tenemos el mismo mensaje:
 En este momento no tienen ninguna opción de transporte para el destino fijado. Destino señalado inconveniente. Consulten opción de satisfacción sugerida según sus perfiles.
   —¿No tienen? ¿en plural? ¡Esto ya es el colmo! —Los móviles suenan ahora con uno de esos tangos mestizos de Mariano Mores. Una pareja de viejitos que pasa a nuestro lado se anima a unos pasos de vals.
Letras blancas sobre pantalla roja, al igual que las placas informativas del noticiero en un canal sensacionalista argentino tiene el nuevo mensaje.
Opción ideal maximizada:
EL HIPNOTANGO DE LA SEÑORA GANCHATRAZ.
EL HIPNOTANGO DE LA SEÑORA GANCHATRAZ 
Satisfacción segura y, a un minuto, de su ubicación.
Por la avenida  la gente camina en pequeños grupos. Tras las mascarillas todos parecen comentar la persecución al  cruzado de la lejía.
Ahora en la pantalla vemos un hombre pequeño con traje rojo. La orquesta de Mores ya no se distingue.
¿CANSADO DE ESPERAR POR MILONGUITAS BUENAS? ¿DESESPERADO POR NO TENER PAREJA? ¿HARTOS DE CORRER Y NO LLEGAR A PRACTICAS QUE ACABAN PRONTO? ¡LLEGÓ LA SOLUCIÓN A SUS PROBLEMAS! 
¡EL HIPNOTANGO DE LA SEÑORA GANCHATRÁZ!
 NUEVO, CÓMODO, SEGURO. LA SEÑORA GANCHATRÁZ TIENE PARA USTEDES UN HIPNOTANGO A DOS PASOS DE SU UBICACIÓN. 
PRUEBE CINCO MINUTOS GRATIS CON NUESTRO BONO BIENVENIDA.
   —No puede ser, amor. —Estamos llegando al punto en que lo inverosímil se vuelve paranoia — Esto ya no es un perfil de gustos inteligente, es espionaje al estilo Rogelio Paranoide. De Película.
   —Mandemos un mensaje a Fernando para avisarle que llegamos tarde.
   —Y sigamos hasta el bus. Ya no confío en este aparato.
Una manifestación de ciclistas con mascarilla interrumpe el transito a la altura de la Diagonal. Vamos hasta la parada. El cartel donde se  indica el arribo de los próximos buses titila con la molesta y conocida frase INFORMACIÓN NO DISPONIBLE.
La gente pasea por los carriles cortados a los lados de Gran vía. No hay coches. Solo corredores.
   —Por aquí seguro que no viene nada.
Retrocedemos.
La gente sale con mascarillas por la boca del metro, rezongando.
Los móviles sintonizan dos tangos distintos de Mores. En la pantalla el pequeño hombre de rojo insiste.
¡LA MILONGA DEL FUTURO Y EL FUTURO DE LA MILONGA! Pruebe cinco minutos de placer y no querrá otra cosa. Ya, ya, ya.
   —¿Por qué no vamos aunque solo sea para que nos deje en paz?. Fernando dice que nos abre si llegamos tarde.
Calculando trayectoria segura al hipnotango: un minuto a paso despejado.
Caminamos. El móvil nos acerca a un portal antiguo con una escalera caracol, que, en vez de subir como la mayoría de las fincas de la cuadra, baja. No nos sorprende que termine en unos cortinados rojos del mismo tono que el traje del publicista. Al fondo y, junto a otras gentes de la milonga, me parece ver a Raul Mamone. No llego a saludarlo porque la versión real del hombre pequeño nos recibe mientras bailotea pasos de milonga. La única diferencia con el de la pantalla es su olor a patata vieja.
   —¿Tanguito? ¿Unas milonguitas buenas para templar el alma? Pasen, pasen. Sean bienvenidos.
   —Conocemos a todos los organizadores y profesores del ambiente.¿Quien es esta misteriosa señora Ganchatráz tan omnipresente en lo virtual, dispuesta a abrir una milonga nueva en estos tiempos?
   —Eso, mi amigo, es el secreto y la magia de Ganchatráz. No es una milonga. Es «Lo que vendrá milonguero».
   —Desde luego el reclamo publicitario es muy agresivo. Por no decir odioso.
   —Es que utilizamos herramientas optimizadas para ofrecer un mejor servicio ¿Solos o versión pareja?
   —¿A usted que le parece?
   —Terminal cuatro parejita. Son tres euros en total. Promoción.
   —¿Y los cinco minutos de prueba con el bono de bienvenida?
   —Están incluidos. Cubre una tanda. Tomen, aquí está ese chicle que les gusta. Pónganlo en la ranura del cajero cuando lleguen a su terminal
Nos da una ficha en la que se lee Dos T.
   —¿Le pagan algo a la serie por derechos? —pregunto. Pero el hombre pequeño ya se ha ido.
Mientras caminamos hacia la terminal que nos corresponde oímos ruidos de taladro y martillos. Entre cortinas nos parece ver a un operario agachado empalmando cables. Alguien dice «vamos, vamos».  Los taladros y los martillos cesan.
Música ambiente: Fresedo en versión fantasma y lejanía.
Pasamos las cortinas 1, 3, 13 y un busto de Palas Atenea. Llegamos a la cuatro, con el numero bordado sobre el tul, en negro. Detrás hay un cubículo, como aquellas cabinas telefónicas de locutorio o esos locales de principios de siglo en el que se compraban contraseñas que daban acceso a Internet por horas.
El interior está forrado en rojo, con un material similar al que se utiliza para hacer el efecto de Cromakey. Uno de los laterales es un panel solido de madera con un banco, una pequeña mesa y una pantalla.  En la cabina cabemos los dos, holgadamente.
Apenas entramos la pantalla se ilumina.
BIENVENIDOS AL HIPNOTANGO DE LA SEÑORA GANCHATRÁZ. PREPARENSE PARA EXPERIMENTAR UNA EXPERIENCIA INIGUALABLE.
   —Experimentar una experiencia. ¿Viste al electricista fantasma? No termina de cuadrarme este cruce entre místico, tecnológico y negocio sin terminar. New a las patadas retro.
   —Bueno, también Cátulo...
   —Es que me sacó de contexto...¿Los que vienen solos cabecearán virtual?
   —Shhh
INTRODUZCAN EL CHICLE QUE LES GUSTA EN LA RANURA. Y SELECCIONE TANDA DE PREFERENCIA.
Bajo la pantalla vemos la ranura para la ficha  muy parecida a aquellas que tenían las casas de jueguitos electrónicos en los Ochenta. Al costado hay ranura para billetes o tarjeta.
Inserto el chicle.
CRÉDITO SIETE MIN. SELECCIONE TANDA DE PREFERENCIA.
En la pantalla se ilumina un listado con primeras tandas.
   —¿Biaggi o Troilo?
Nos decidimos por Troilo. Comienza a sonar la tanda.
SI VAN A DISFRUTAR SOLO EL AMBIENTE A PIE DE PISTA PUEDEN  SENTARSE EN SU MESA Y PEDIR NUESTRA SELECTA SELECCIÓN DE BEBIDAS Y COMESTIBLES. 
La pequeña mesita ahora es de madera, tiene mantel y una carta iluminada donde se leen los precios de bebidas, empanadas y pastelitos.
   —Lo que es la ciencia...
 SI VAN A BAILAR SITÚENSE EN POSICIÓN DE SALIDA SOBRE LAS PLANTILLAS VERDES DE  HIPNOTIGUSTACION MILONGUERA QUE HAY EN EL SUELO.  CUANDO ESTÉN EN POSICIÓN DE ABRAZO SALTEN LIGERAMENTE A LA VEZ PARA QUE SE ACTIVE LA REALIDAD EN PISTA.
—¡Que modernidad!
 Ponemos los pies sobre las plantillas enfrentadas. Se ajustan automáticamente a nuestros zapatos. Toda la cabina se ilumina mostrándo un salón grande decorado con los mismos cortinajes rojizos de Twin Peaks. En la pista de parquet bicolor hay gente bailando. A los lados se ven mesas con bebidas y comida. La representación estilizada y joven de Raul está cambiándose los zapatos. Si no lo hubiera visto en la entrada no lo identificaría mirando su avatar. Intuyo algunas otras gentes milongueras del barrio, en una versión sin arrugas, tiempo ni mascarillas.
En la penumbra de nuestra cabina que ahora parece un palco, nosotros también nos vemos jóvenes..
Al fondo, en una tarima con cuadros de bailarines, figura como adorno un musicalizador. Tiene las mismas gafas del maestro Di Sarli.
En el centro de la pista una pareja con vestuario imponente hace exhibición, tirando pasos imposibles. La mujer parece una encarnación de Venus. Con aura dorada y todo.
Otra que el brillo nímbico Lusiardo.
   —Esa es la señora Ganchatráz, seguro. ¿Le ves parecido con  alguien de la milonga?
   —No.  No sé. No puedo asegurarte nada. Pero entiendo porque montó esto. Es una super estrella. Busca negocio, dinero y admiración.
   —¿Bailamos?
   —Bailemos. A la de tres. Una dos...
Cuando saltamos el afuera se convierte en la pista. Es algo rarisimo. Estamos marcando el compás en el lugar y enseguida progresando en la ronda. Siento el calor de Nina, su abrazo. Naturalmente me sale un medio ocho.
   —Uau. Fantástico.
   —Sí.
 Bailamos, al igual que en la vida real, con la intención del cuerpo. Aunque se nota un ligero desdoblamiento temporal en los giros y en los cambios de frente.
El sonido de la orquesta es envolvente. La impresión de realidad es rotunda. Al menos hasta que uno intenta acercarse a las parejas circundantes: la pareja de adelante, demorada en un sanguchito mantiene la distancia aunque avancemos.
Cuando giro, la que viene detrás desaparece.
 Se le debe haber acabado el crédito.
La diosa milonguera no deja de hacer figuras extravagantes en el medio.
Termina el primer tango. No alcanzamos a cerrar cuando, casi enganchado, suena el siguiente. La diosa no para. Tengo la tentación de aproximarme para  ver si me alcanza alguna de sus sacadas.
Fuerzo la cercanía y... siento un puntazo, más bien un calambrazo.
Estamos otra vez en el área de nuestra mesa palco.
La pantalla muestra un nuevo mensaje.
POR IMPRUDENCIA SE LE HAN RETIRADO DOS MINUTOS. PARA CONTINUAR BAILANDO INSERTE SU CRÉDITO AQUÍ  —dice,mientras se ve en pantalla una cuenta regresiva de veinte segundos.
Siento un impulso de rabia y luego otro más poderoso que me impele a sacar un billete para ponerlo en la maquina. Nina dice algo de la practica de Fernando. No le hago caso. Casi estoy a punto de meter diez guitas en el cajero cuando oímos un golpe y un estrépito de cristales.
Afuera se oyen corridas y voces.
   —¡Se cayó el de la ocho! ¡Se cayó el de la ocho!
   —¡Situación de peligro en la realidad!. ¡Situación de peligro en la realidad!
   —Te dije que Morini era un chapuzas.
   —¡Polera, a la ocho, que se despegó la plantilla!
Roto el encanto me da por hurgar con la uña apartando un poco el material rojo que forra la cabina. Veo una mini pista patio de dos metros con muchas cabinas iguales a la nuestra alrededor.  En el suelo, el discípulo Garrafa grita, chapaleando entre acrílicos  de su cabina rota.. Abraza todavía un maniqui croma.
—¡Salté poco! ¡Devuélvanme el dinero!
El hombre del traje rojo intenta levantarlo junto a otros dos empleados.
En la pista de verdad  la señora Ganchatráz sigue bailando sin hacerle caso .Sus movimientos reales son cortos, mal resueltos. Pifiados sus adornos.
Su cara, igual que la de su acompañante patoso, está oculta tras velos y una máscara de croma..
Nina me saca del embobamiento.
   —GAME OVER. Vayámonos ahora Cátulo, Si nos quedamos acá nos volveremos adictos.
   —Sí. Tenés razón amor. Esto está bien, pero es muy caro. Y es preferible apoyar nuestros espacios, las milongas de la gente amiga, que tanto esfuerzo ponen.
Subimos la escalera caracol. Caminamos hasta el metro, sin demoras.
Los móviles no indican nada raro. Ninguna distorsión ni interferencia.
Nadie comenta el incidente Hamelin del metro. Las valientes fuerzas de seguridad deben haber reducido al rey de la lejía.
Llegamos al patio de la práctica. A encontrarnos con

amigos y conocidos. Nos saludamos con el codo, nos protegemos; recobramos el sabor de tandas buenas, abrazos reales después de tanto tiempo.
La noche cae sobre el arbolado de la iglesia. Me recuerda las calles de mi barrio, mi infancia sin temores. Las noches conversadas con vecinos en verano.
Me siento bien.
Y al otro día se decreta, por incremento de contagios, un confinamiento voluntario de quince días en Barcelona y zona de influencia.

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