Pocas veces en la vida he tenido que abandonar un libro sin terminar. Menos aun cometer el
sacrilegio de tirarlo. Pero con el nuevo lanzamiento de editorial "El Croto" que desde hace años viene justificando actos vandálicos contra sus títulos he tenido la tentación de comprar una caja con unos 100 ejemplares de "El Tanguerito" adquirir un pasaje hacia algún paraje helado como Laponia y allí, luego de una excursión infructuosa a la casa de Santa Claus, repatingarme en el sofá y degustar un buen armañac mientras alimento el fuego a tierra con el contenido de la caja. Si toda esa caterva de payasos que siguen confiando en los desvaríos del Editor Dalmacio Ganci y los caprichos de su mujer la artista conceptual Indira Gramscy se da por satisfecha esta vez, con la retorcida poética que apunta al alma de los niños que fueron, aunándolos con la de los milongueros que siempre quisieron ser, es porque pertenecen a una categoría de lectores zombis que babean sobre cualquier porquería siempre que sea nueva, bien presentada y contenga presentación con canapés y episodios de delirios frikis sin arte.
El autor de este engendro, es un tal Fransuan Desaires-Copetin seudónimo bajo el que se esconde seguramente alguno de los dos y que ni siquiera ha tenido la vo luntad de leer el objeto de su dudoso "guiño complice" a la hora de perpetrar este acto de piratería con cañon y sable en los dientes.
El autor comienza narrando como luego de tener un desperfecto grave en una salina a la vuelta de una milonga con un viejo camión Bedfor y ya delirando por la falta de agua se le aparece un curioso hombrecito de grandes ojeras, melena rubia alborotada y panza cervecera, con una bolsa de zapatos estrellada y le pide insistentemente: "dibujame un ocho" en un vano esfuerzo por mezclar la poética Exuperiana con el mundo del tango. El salame DESAIRE hace una curiosa finta en el suelo y ante la desaprobación del "Tanguerito" le dice: "mejor te hago un sanguchito que lo aprendí esta semana" y traza con sus botas la figura, para luego esbozar un triple de miga de jamón, queso, tomate y lechuga, que intenta comer llenandose la boca de sal.
Nada de simplicidad, nada de poética ni verdades profundas para enamorar o repetir en las fiestas. Los diálogos son elementales y mas bien rusticos, al igual que los dibujos que ilustran la obra y de los que hasta la misma editorial parece burlarse poniendo en la tapa del engendro: "con dibujitos del autor".
Y es que todo el libro parece una burla o un apresurado intento por conformar a un sobrino llorón con la primer verdura que se les ocurrió.
Tal es el despropósito que a ratos parece que uno esta leyendo "Marciano vete a casa" de Fredric Brown por la naturaleza del "Tanguerito", un ser frágil y detestable caído u echado de un pequeño planetoide en el que solo hay un farol que ilumina un cuadro de Corsini, una flor seca debajo de una campana de sanguches y una milonga que siempre le queda lejos porque con sus zapatos cromados la distancia ejecutando la rotación planetaria. Otras veces uno cree estar viendo "Hombre mirando al Sudeste" con ese noble y mal actuado personaje de Rantes que se cree el mesías y otras simplemente se pregunta que carajo quiso hacer, quien fuera que sea el que firma esta basura.
En una gira de confusos capítulos el "tanguerito" pasa sufriendo y rezongando por mínimos planetas en búsqueda de una verdad milonguera o algún maestro que le enseñe el tango en los que encuentra: Una primera bailarina que baila sola, un borracho panzón y melancólico con el que compite, un tipo de la puerta que cuenta obsesivamente entradas, una coreógrafa esquizoide que siempre equivoca los cierres, un tímido que vive viendo piernas debajo de una mesa y un anacoreta que es novicio y aconsejador perpetuo.
Y luego el tanguerito encuentra a la serpiente Yarara. Que le habla al oído y lo convence de tomar clases con ella.
Pero el culmen de todo este desaguisado es el encuentro con el Zorro, un zorro que se parece más al de Disney y que nada tiene que ver con el entrañable animal de orejas puntiagudas que en
en el original dice la frase tan querida por aquellos que a veces miran con vergüenza su perdida infancia y se la repiten a sus hijos antes del consabido "en que fallamos, vieja?".
Si . Esa frase que justifica cumpleaños olvidados, dilaciones, esperas, desatención y regalos comprados en el chino de la esquina a ultimo momento: "lo esencial es invisible a los ojos".
Cito textualmente:
" - Si quieres un amigo, domesticame - dijo el zorro.
- que hay que hacer?.
- mirame los defectos. Corrígeme. Dime que tu técnica es mejor. Pero solo un poco. Y cada día ven mas tarde. Como hacen los malos maestros. Así yo esperare, cada vez más ansioso e iré perdiendo mi cadencia, y ganando la tuya. Y cuando hayas dicho que venias a las tres y no apareciste hasta las cuatro, yo me pondré cada vez más contento, porque me calzaré mas tarde los zapatos y cuando me pidas el dinero de la clase al final te pateare.
- Comprendo"
Lamentable
La sima de la bajeza no obstante esta en este otro fragmento:
"Volverás para decirme adiós y te regalare un secreto, dijo el zorro.
- pero me tengo que ir a la clase de la serpiente, mejor te digo adiós ahora.
-Adiós entonces. Igual te digo el secreto. Para que no jodas después cuando te pique la Yararira. Es muy simple. No se ve bien, sino con el corazón, o con esas luces ultravioletas de la entrada de algunas milongas.
Ahí va: No siempre se oculta un bandido detrás de un antifaz. "
Si amables lectores. La frase del Llanero Solitario, que este papanatas atribuye al zorro de Disney, el amigo del sargento Garcia.
El narrador arregla por fin su camión Bedfor y nos alivia de la desaparición del "Tanguerito", justo cuando su planeta esta alineado encima. Y uno ruega con los ojos puestos en el desolado paisaje vacío dibujado por Saint-Exupery en la página final del "Principito" que le pase como a los protagonistas de "El Salario del miedo" y termine desbarrancandose con el camión junto con la serpiente, el zorro con antifás y toda la camandula de vanguardistas descocados que creen que los niños leen cualquier cosa, siempre que tenga dibujos para mal coloreados.
O espacios vacíos con letras para que escriban tonterías los que aun se creen niños.
Remedos de humanidad, que hace tiempo perdieron la inocencia, la vergüenza y la poesía.
sacrilegio de tirarlo. Pero con el nuevo lanzamiento de editorial "El Croto" que desde hace años viene justificando actos vandálicos contra sus títulos he tenido la tentación de comprar una caja con unos 100 ejemplares de "El Tanguerito" adquirir un pasaje hacia algún paraje helado como Laponia y allí, luego de una excursión infructuosa a la casa de Santa Claus, repatingarme en el sofá y degustar un buen armañac mientras alimento el fuego a tierra con el contenido de la caja. Si toda esa caterva de payasos que siguen confiando en los desvaríos del Editor Dalmacio Ganci y los caprichos de su mujer la artista conceptual Indira Gramscy se da por satisfecha esta vez, con la retorcida poética que apunta al alma de los niños que fueron, aunándolos con la de los milongueros que siempre quisieron ser, es porque pertenecen a una categoría de lectores zombis que babean sobre cualquier porquería siempre que sea nueva, bien presentada y contenga presentación con canapés y episodios de delirios frikis sin arte.
El autor de este engendro, es un tal Fransuan Desaires-Copetin seudónimo bajo el que se esconde seguramente alguno de los dos y que ni siquiera ha tenido la vo luntad de leer el objeto de su dudoso "guiño complice" a la hora de perpetrar este acto de piratería con cañon y sable en los dientes.
El autor comienza narrando como luego de tener un desperfecto grave en una salina a la vuelta de una milonga con un viejo camión Bedfor y ya delirando por la falta de agua se le aparece un curioso hombrecito de grandes ojeras, melena rubia alborotada y panza cervecera, con una bolsa de zapatos estrellada y le pide insistentemente: "dibujame un ocho" en un vano esfuerzo por mezclar la poética Exuperiana con el mundo del tango. El salame DESAIRE hace una curiosa finta en el suelo y ante la desaprobación del "Tanguerito" le dice: "mejor te hago un sanguchito que lo aprendí esta semana" y traza con sus botas la figura, para luego esbozar un triple de miga de jamón, queso, tomate y lechuga, que intenta comer llenandose la boca de sal.
Nada de simplicidad, nada de poética ni verdades profundas para enamorar o repetir en las fiestas. Los diálogos son elementales y mas bien rusticos, al igual que los dibujos que ilustran la obra y de los que hasta la misma editorial parece burlarse poniendo en la tapa del engendro: "con dibujitos del autor".
Y es que todo el libro parece una burla o un apresurado intento por conformar a un sobrino llorón con la primer verdura que se les ocurrió.
Tal es el despropósito que a ratos parece que uno esta leyendo "Marciano vete a casa" de Fredric Brown por la naturaleza del "Tanguerito", un ser frágil y detestable caído u echado de un pequeño planetoide en el que solo hay un farol que ilumina un cuadro de Corsini, una flor seca debajo de una campana de sanguches y una milonga que siempre le queda lejos porque con sus zapatos cromados la distancia ejecutando la rotación planetaria. Otras veces uno cree estar viendo "Hombre mirando al Sudeste" con ese noble y mal actuado personaje de Rantes que se cree el mesías y otras simplemente se pregunta que carajo quiso hacer, quien fuera que sea el que firma esta basura.
En una gira de confusos capítulos el "tanguerito" pasa sufriendo y rezongando por mínimos planetas en búsqueda de una verdad milonguera o algún maestro que le enseñe el tango en los que encuentra: Una primera bailarina que baila sola, un borracho panzón y melancólico con el que compite, un tipo de la puerta que cuenta obsesivamente entradas, una coreógrafa esquizoide que siempre equivoca los cierres, un tímido que vive viendo piernas debajo de una mesa y un anacoreta que es novicio y aconsejador perpetuo.
Y luego el tanguerito encuentra a la serpiente Yarara. Que le habla al oído y lo convence de tomar clases con ella.
Pero el culmen de todo este desaguisado es el encuentro con el Zorro, un zorro que se parece más al de Disney y que nada tiene que ver con el entrañable animal de orejas puntiagudas que en
en el original dice la frase tan querida por aquellos que a veces miran con vergüenza su perdida infancia y se la repiten a sus hijos antes del consabido "en que fallamos, vieja?".
Si . Esa frase que justifica cumpleaños olvidados, dilaciones, esperas, desatención y regalos comprados en el chino de la esquina a ultimo momento: "lo esencial es invisible a los ojos".
Cito textualmente:
" - Si quieres un amigo, domesticame - dijo el zorro.
- que hay que hacer?.
- mirame los defectos. Corrígeme. Dime que tu técnica es mejor. Pero solo un poco. Y cada día ven mas tarde. Como hacen los malos maestros. Así yo esperare, cada vez más ansioso e iré perdiendo mi cadencia, y ganando la tuya. Y cuando hayas dicho que venias a las tres y no apareciste hasta las cuatro, yo me pondré cada vez más contento, porque me calzaré mas tarde los zapatos y cuando me pidas el dinero de la clase al final te pateare.
- Comprendo"
Lamentable
La sima de la bajeza no obstante esta en este otro fragmento:
"Volverás para decirme adiós y te regalare un secreto, dijo el zorro.
- pero me tengo que ir a la clase de la serpiente, mejor te digo adiós ahora.
-Adiós entonces. Igual te digo el secreto. Para que no jodas después cuando te pique la Yararira. Es muy simple. No se ve bien, sino con el corazón, o con esas luces ultravioletas de la entrada de algunas milongas.
Ahí va: No siempre se oculta un bandido detrás de un antifaz. "
Si amables lectores. La frase del Llanero Solitario, que este papanatas atribuye al zorro de Disney, el amigo del sargento Garcia.
El narrador arregla por fin su camión Bedfor y nos alivia de la desaparición del "Tanguerito", justo cuando su planeta esta alineado encima. Y uno ruega con los ojos puestos en el desolado paisaje vacío dibujado por Saint-Exupery en la página final del "Principito" que le pase como a los protagonistas de "El Salario del miedo" y termine desbarrancandose con el camión junto con la serpiente, el zorro con antifás y toda la camandula de vanguardistas descocados que creen que los niños leen cualquier cosa, siempre que tenga dibujos para mal coloreados.
O espacios vacíos con letras para que escriban tonterías los que aun se creen niños.
Remedos de humanidad, que hace tiempo perdieron la inocencia, la vergüenza y la poesía.
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