Desde que el tango es tango y el mundo fue y será una porquería, existen bailarines y bailantes, estrellas, notoriedades, notables, desdeñables, payasos y patetistas. Las pistas de cualquier país polinizado por el tango están llenas de esta variopinta mezcla que permite disfrutar a los que sienten el ritmo en las venas o a los que les pica la garganta por el puro y secreto arte de reírse de los demás, esa costumbre tan argentina que se practica en paseos, bares y mesas a las que dos o tres amigos apuntalan con una botella de vino