Ah, los peligros de la vida disipada!. Sábado de mañana, sin desayuno, y sin sueño. Excitados los sentidos por la milonga, el sol y el todo incluido, lejos del mundanal esperpento cotidiano, bajamos con solo tres horas de reposo a la piscina, donde quienes no hacían clases con los maestros se dedicaban a filosofar sobre cuestiones nada trascendentales. Sensei Santi, Alexis y Jorge Talquenca lanzaban esta retorica a la parroquia epicúrea, que entre bikinis, hamburguesas, patatas fritas, vermut y cerveza, juntaban calor para zambullirse y dar tema a la pregunta: ¿que es mas rápido, la luz o la apariencia? para luego sentenciar con frase lapidaria: bailarín mata galán - cartera mata bailarín.
Ahorro detalles de holgazanería a la siesta y milonga de la tarde. Solo dire que a pie de piscina algunos alumnos intentaban vanamente Frumbolizarse.
Ahorro pormenores del cordial, café y gotas posterior a la cena. Fuimos a la milonga lo mas temprano que pudimos, para conseguir una mesa cerca de la pista, y no encontramos ninguna. El pibe pronto se puso a bailar y yo a departir amablemente y sacarme fotos con la pibada barcelonesa en las murallas. El tiempo se me fue enseguida y ya mismo vinieron exhibiciones. Fuera de Programa Miriam Copello - Cristian Correa, a los que vimos en Barcelona no hace mucho y que bailaron con su habitual profesionalidad. Y luego chacarera y zamba con Karina Lucca y Leonardo Mosqueda.
No se que fue. De pronto, en la zamba, cuando aquel muchacho grandote y robuston intentaba coronar, seduciendo sin éxito a la muchacha, comencé a pensar que aquello era una metáfora de mi propia situación sentimental, solo y penando por una piba de vestido floreado que me esquivaba. Uno esta acostumbrado a ver de vez en cuando zambas que terminan con el consabido abrazo del amor. Pero en este caso, el pañuelo, el amor y la fe, quedaron huerfanos de afecto y cada uno se fue por su lado. Me vi reflejado en ese amor no consumado, desesperanzado y triste. Pero enseguida se me paso con unas copas de vino.
Se bailo una tanda.
Y entonces se corto la música y Ariel anuncio la exhibicion tan esperada:Chicho y Juana. Justo estaba en medio de la pista, con una copa de vino, saludando a la Rubia Del Giglio, que conozco de mis andanzas rosarinas cuando el horizonte de ronda se cerró, dejandome entre gentes sentadas y un anillo ansioso de espectadores. No pude mas que arrodillarme con mi copita, entre ambos grupos, para no molestar a los de atrás.
Que arte, que delicia, que dolor. Extasiado con la exhibicion comencé a experimentar una punzada horrible en las rodillas, apele al control, al yoga, al vino. Casi llorando vi como se entregaban aquellos dos a la Milonga Tres de Piazzolla. Hermoso, impresionante, seis o siete minutos desplazando mis piernas como podía entre la marea humana. Con los merecidos aplausos que marcaban el final de la primera parte me abrí paso hacia atrás como un espartano entre persas y como pude me subí a una silla para ver la "Milonga para una armónica". Y esa si la disfrute. Cerca mio, subida a otra silla, había una belleza eslava que lucia - como no podía ser de otra manera - un vestido floreado - Con la emoción y la distracción, no vi que un italiano alto topaba con mi silla. Me tiro el vino tinto encima de mi camisa blancucha.
Hice lo que pude, como pude. No quería cerrar mi única chaqueta, para no conferirle el aroma de esos perdidos malolientes que siempre ilustran las celdas policiales en las malas películas carcelarias. Improvise una corbata con varias capas de papel higiénico, me seque inconscientemente con la camiseta CHORIGRONCHO. Baile con un par de damas de vestido oscuro en las que me seque. Pero aquello no resulto. El sudor y el vino intensificaron mi olor corporal. Corrí hacia la seguridad del autobús, en donde me deposite, como Bruce Banner huyendo de la ciudad.
Me desperté al otro día con dolor de cabeza y olor a mugre. Me calce como pude la manchada camiseta CHORIGRONCHO, y baje a la piscina. Comí un par de hamburguesas. Había un corrillo de italianos y argentinos en torno a una guitarra. Se cantaba y tocaba, muy mal. Hasta hubo uno que toco y berreo "Marina". Aprovechando que nadie me miraba me tire con camiseta y todo al agua y me tumbe al sol. Una nube pasajera me quito calor.
Eran las dos.
En algún momento comencé a sentir un aroma a asado. Rodeando el jardín, fui rastreando ese aroma conocido, empapado como estaba. En el patio de atrás, habían clavado diecisiete (17)
costillares y bajo un toldo se estaban zampando un buen matambre los cuatro asadores. Me acerque, al fuego y allí me seque, llenandome de humo. No tenia mas que esa muda y la camisa blanca, que había lavado y dejado secandose en el baño. Pero cuando a las ocho de la noche hora del asado, los convidados nos agolpamos a las puertas cerradas del comedor cerrado, eso no me importo.
Y cuando llegaron los chorizos, la morcilla, el vacío y la tira, me olvide de todo.
600 comensales dandole al diente todos a una. Un espectáculo de organizacion y camaraderia.
Luego del cafe y el brandi nos fuimos a la milonga. Mi camisa humeda y en sospechoso tono rosado. Esa noche se hacia e
n otra de las alas del castillo, coquetona y mas pequeña, pero repleta.
Hubo espectáculo flamenco, ronda de maestros y momentos Village People, con todos saltando enfervorizadamente al compás que marcaba un entusiasta Fernando Sanchez. Me gusto que maestros, alumnos y milongueros disfrutaran dejando atrás clases y exhibiciones. La noche fue fluida y ligera.
Y todos contentos. como diría Shakespeare. Menos uno.
Al otro día nos volvimos con el cielo tormentoso. El sol se quedo en el festival. También un par de ensaimadas que habíamos comprado y que olvidamos en la habitación.
La tormenta y el otoño se extendían ante nosotros, en el tiempo y el espacio.
Algún día escribiré como buen tiempo y festivales pueden explicarse con alguna teoría Einsteiniana.
A Jorge y Santi les gustara, sin duda.
Ahorro detalles de holgazanería a la siesta y milonga de la tarde. Solo dire que a pie de piscina algunos alumnos intentaban vanamente Frumbolizarse.
Ahorro pormenores del cordial, café y gotas posterior a la cena. Fuimos a la milonga lo mas temprano que pudimos, para conseguir una mesa cerca de la pista, y no encontramos ninguna. El pibe pronto se puso a bailar y yo a departir amablemente y sacarme fotos con la pibada barcelonesa en las murallas. El tiempo se me fue enseguida y ya mismo vinieron exhibiciones. Fuera de Programa Miriam Copello - Cristian Correa, a los que vimos en Barcelona no hace mucho y que bailaron con su habitual profesionalidad. Y luego chacarera y zamba con Karina Lucca y Leonardo Mosqueda.
No se que fue. De pronto, en la zamba, cuando aquel muchacho grandote y robuston intentaba coronar, seduciendo sin éxito a la muchacha, comencé a pensar que aquello era una metáfora de mi propia situación sentimental, solo y penando por una piba de vestido floreado que me esquivaba. Uno esta acostumbrado a ver de vez en cuando zambas que terminan con el consabido abrazo del amor. Pero en este caso, el pañuelo, el amor y la fe, quedaron huerfanos de afecto y cada uno se fue por su lado. Me vi reflejado en ese amor no consumado, desesperanzado y triste. Pero enseguida se me paso con unas copas de vino.
Se bailo una tanda.
Y entonces se corto la música y Ariel anuncio la exhibicion tan esperada:Chicho y Juana. Justo estaba en medio de la pista, con una copa de vino, saludando a la Rubia Del Giglio, que conozco de mis andanzas rosarinas cuando el horizonte de ronda se cerró, dejandome entre gentes sentadas y un anillo ansioso de espectadores. No pude mas que arrodillarme con mi copita, entre ambos grupos, para no molestar a los de atrás.
Que arte, que delicia, que dolor. Extasiado con la exhibicion comencé a experimentar una punzada horrible en las rodillas, apele al control, al yoga, al vino. Casi llorando vi como se entregaban aquellos dos a la Milonga Tres de Piazzolla. Hermoso, impresionante, seis o siete minutos desplazando mis piernas como podía entre la marea humana. Con los merecidos aplausos que marcaban el final de la primera parte me abrí paso hacia atrás como un espartano entre persas y como pude me subí a una silla para ver la "Milonga para una armónica". Y esa si la disfrute. Cerca mio, subida a otra silla, había una belleza eslava que lucia - como no podía ser de otra manera - un vestido floreado - Con la emoción y la distracción, no vi que un italiano alto topaba con mi silla. Me tiro el vino tinto encima de mi camisa blancucha.
Hice lo que pude, como pude. No quería cerrar mi única chaqueta, para no conferirle el aroma de esos perdidos malolientes que siempre ilustran las celdas policiales en las malas películas carcelarias. Improvise una corbata con varias capas de papel higiénico, me seque inconscientemente con la camiseta CHORIGRONCHO. Baile con un par de damas de vestido oscuro en las que me seque. Pero aquello no resulto. El sudor y el vino intensificaron mi olor corporal. Corrí hacia la seguridad del autobús, en donde me deposite, como Bruce Banner huyendo de la ciudad.
Me desperté al otro día con dolor de cabeza y olor a mugre. Me calce como pude la manchada camiseta CHORIGRONCHO, y baje a la piscina. Comí un par de hamburguesas. Había un corrillo de italianos y argentinos en torno a una guitarra. Se cantaba y tocaba, muy mal. Hasta hubo uno que toco y berreo "Marina". Aprovechando que nadie me miraba me tire con camiseta y todo al agua y me tumbe al sol. Una nube pasajera me quito calor.
Eran las dos.
En algún momento comencé a sentir un aroma a asado. Rodeando el jardín, fui rastreando ese aroma conocido, empapado como estaba. En el patio de atrás, habían clavado diecisiete (17)
costillares y bajo un toldo se estaban zampando un buen matambre los cuatro asadores. Me acerque, al fuego y allí me seque, llenandome de humo. No tenia mas que esa muda y la camisa blanca, que había lavado y dejado secandose en el baño. Pero cuando a las ocho de la noche hora del asado, los convidados nos agolpamos a las puertas cerradas del comedor cerrado, eso no me importo.
Y cuando llegaron los chorizos, la morcilla, el vacío y la tira, me olvide de todo.
600 comensales dandole al diente todos a una. Un espectáculo de organizacion y camaraderia.
Luego del cafe y el brandi nos fuimos a la milonga. Mi camisa humeda y en sospechoso tono rosado. Esa noche se hacia e
n otra de las alas del castillo, coquetona y mas pequeña, pero repleta.
Hubo espectáculo flamenco, ronda de maestros y momentos Village People, con todos saltando enfervorizadamente al compás que marcaba un entusiasta Fernando Sanchez. Me gusto que maestros, alumnos y milongueros disfrutaran dejando atrás clases y exhibiciones. La noche fue fluida y ligera.
Y todos contentos. como diría Shakespeare. Menos uno.
Al otro día nos volvimos con el cielo tormentoso. El sol se quedo en el festival. También un par de ensaimadas que habíamos comprado y que olvidamos en la habitación.
La tormenta y el otoño se extendían ante nosotros, en el tiempo y el espacio.
Algún día escribiré como buen tiempo y festivales pueden explicarse con alguna teoría Einsteiniana.
A Jorge y Santi les gustara, sin duda.
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