La siguiente conversación fue oída en una milonga. Se han retocado algunos de los párrafos. Juzguen los amable lectores cuales son invención de este escriba y cuales reales.
—Solo hay dos opciones: Te haces viejo o una leyenda milonguera.
—¿Cómo así? Yo quiero seguir bailando como hasta ahora.
—No. No. Te digo. Vos ya no estás para estos trotes y no hay vuelta atrás. Te hacés viejo o una leyenda. Nada de andar bailando todas las tandas. Seleccioná, que ya no sos una joven promesa del mundo del baile. Ya tenés una edad...se te nota en los trajes, en los andares, en el abultamiento abdominal, en los excesos.
—¿Abultamiento abdominal? ¿excesos? Si ahora picoteo dos empanadas por milonga, regadas por una copita y medio de vino como mucho.
—Hablo de excesos en todo sentido. Uno no puede, con la edad que tiene, bailar todas las tandas de todas las milongas de la semana, como cuando eras un purrete milonguero que se dejaba las plantas en la pista y tenia que remojar los pies en agua helada para seguir milongueando al otro día. No se puede tampoco pasar la noche de caravana y al otro día ir a trabajar —O a hacer que vas a trabajar, mientras llega la prejubilación— Eso es lo que digo. La vida Rocanrol del milonguero joven ya nos está dejando de lado. No podes, un suponer, hacer tres ganchos y tres sacadas por Di Sarli, como hace la pibada. No. Eso que decía el Vizcacha Arditi «administráte los pasos» no va. Aparte eso no es tango.
—No es tango no.
— Mirá sino a Elton John cuando canta solito con el piano Sorry harvest tu seem te word.
—Ese tema no lo conozco. Yo solo escucho tango.
—Si. Seguro que lo conoces. Si hasta las hinchadas de futbol lo cantaban: «Tamo todos loco e la cabeza, pero a Boca vamos a aguantar. Te vamo a quemar todo lo trapo...»
—Ah. Si.
— A lo que voy. El tango verdadero es Elton John con el piano. Y el tango de los firuleteros es el mismo tema, pero cantado con los pibes esos del Blue. A mucha pibada, no toda, le gusta hacer mil pasos para lucirse. y no se dan cuenta que a las pobre pibas las tienen mareadas con tanta zapandanga. No saben que la cosa va por otro lado. No se recrean en la pausa, en el silencio, en la precisa acentuación de la pisada a tiempo, o en el juego que al adorno improvisado genera. Y abro un inciso sobre este particular, porque me fastidia un poco que cada tanto vengan estos que la van de maestros y se pasan enseñando millones de combinaciones rebuscadas que no se pueden aplicar —so pena de expulsión por lesiones y agravantes— en la milonga. Me enferma ver como después de una exhibición como tantas otras, estos especímenes, que facturan clases particulares a lo pavote —Y hablo de los chantapufis sin humildad, vos sabés a quienes me refiero— menosprecian solapadamente a todos los locales, que vienen trabajando durisimo para ganarse el pan con clases de tango simples, al piso y plenamente bailables. Encima en días sucesivos quieren entrar a otras milongas sin pagar solo porque piensan que tienen el carnet habilitante de artista (a veces sin siquiera saludar al sufrido organizador que se las ve y se las figura para pagar a todos) y después de andar mostrando su arte —desganados por haber «trabajado» todo el día con «supuestos» armarios que son responsables directos de su sueldo, se gastan en la barra el consumo mínimo de una botellita de agua y después, sin haber confraternizado con la milongueridad llana, se van con el comentario vil sobre la mala calidad de los bailantes. No viejo. Eso no puede ser.
—Te calentaste.
—¡Es que me pongo loco! ¡Me pongo loco!. Como si acá no bailáramos desde hace años. Como si no tomáramos clases con todas y cada una de las parejas increíbles que llegan a esta tierra milonguera. Para que después vengan estos mocosos imberbes queriendo decirnos a nosotros lo que es tango. Pero a lo que voy, no te relajes. Te haces viejo o una leyenda. Gente milonguera de calidad, artista del carajo o estrellita de dos pesos.—¿Y no podemos matizar con ropas coloridas, un poco de tinte y algunos pasos vistosos de mi invención?
—Mirá querido. ¿Sabés que? Ahora por abriboca te va tocar invitar las empanadas y el vino.
—¡Encima!
—Un viejo gaga amarrete o una leyenda generosa como el Chochocho o el Pibe Jacinto.
—La Leoparda Pancután y Samira la piba fina. Esos si que sabían...Vamo a escabiar, pero con vino de la casa.
—¿ves como tengo razón? Carcamal amarrete o leyenda de la milongueridad. Elegí adoquín.
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