—¿Qué tal el verano?
—Todavía estoy digiriendo la experiencia. Me fui a Sauvab, a milonguear.
—No conozco.
—Mejor. Milonguear en Sauvab es la experiencia más extraña que me ha tocado vivir.
—Pero.. ¿ Donde queda eso? ¿En Asia, África?
—No sabría decirte. Sauvab es la capital de un país fantasma. Vos sabes que yo me retiré de las habituales milongas y voy de maratón en maratón. Uno más exclusivo que el otro. Buenos bailarines. Buen ambiente. La tango maratón de Sauvab no se la venden a cualquiera. Y tiene un cupo exacto: 349 milongueros y milongueras venidas de todo el mundo para milonguear.
—O sea que ni siquiera hay parejas pares.
—No, no. Los organizadores y personal suman otras diecisiete personas, con lo cual se llega a la paridad en parejas y al número total de días del año incluido el día bisiesto. Esta es una forma casi mágica de que la milonga funcione perfectamente, porque cada uno de los participantes es un día. El de su cumpleaños. Yo nací el 24 de mayo, en consecuencia me tocó ser ese día. Cosas de la astrología. Mirá si sería exclusivo el asunto.
—Ya veo ¿Y No es un poco complicado?
— Para nada. Para nada. Es un poco complejo a primera vista, pero con la ayuda de los mapas astrales y las cartas astrológicas se ha logrado que la compatibilidad y la comunicación en las parejas sea absoluta.
—Ah... ¿Pero eso lo hacían ahí?
—No. No. Lo que vale, cuesta. Antes de ir la gente de la organización te pedía algunos morlaquitos de nada para el mapa astral y la carta astrológica. Una minucia. además la carta ya te quedaba para vos. Bueno, para los otros, porque con la euforia perdí la mía en una de las noches de milonga. Tengo que ver si la puedo recuperar. Pero como la cosa es tan secreta, no se si podré.
—O sea que tenías que pagar el ingreso al festival, el mapa astral y la carta astrológica.
—Además del viaje y la estadía. Pero no tengo quejas. Con un festival tan paquete, que te pongan una venda en los ojos y no sepas adonde vas a parar, forma parte de la experiencia de tango aventura.
—¿Ehhh?
—Claro. ¿Vos te pensás que le habilitan a cualquiera el país? No querido...Lo mejor de lo mejor. Me tocaron el timbre de casa, me vendaron, me endrogaron con formol, y me pusieron(creo) en un avión. Como en las películas.
— Como en las películas. Igual.
—Yo me sentía como el punto de «Misión imposible». Cuando me desperté con la boca un poco pastosa por el anestésico, ya estaba en tierra, en Sauvab. Literalmente.
—Ah... ¿Y como es?
—Agreste, exótico. Un poco salvaje. La milonga se hacia en el patio del hotel Pirolio, el hotel más caro de Sauvab. Una construcción color crema pus. Mas allá del recinto, que era una nave industrial gigantesca, se veían como unos campizales y una lomadas que tapaban el horizonte, pero no nos dejaron pasar de unas alambradas eléctricas. Bisiesto/a fue muy concreto en esto.
—¿Bisiesto/a?
—Si, el indefinido organizador/a de la milonga. el 29 de febrero. Nos dijo literalmente:
Bienvenidos. Todos estamos aquí para una sola cosa: bailar. bailar y bailar. Pasarlo bien. Y para pasarlo bien es necesario que sigan unas simples normas de convivencia. Lo que hagan, háganlo discretamente. Los astros están mirando. Y velan para que cada tanda sea inolvidable. Conózcanse, emparéjense con la afinidad absoluta que las esferas celestes tienen reservadas para ustedes. Y sobre todo, no se les ocurra pasar mas allá de las alambradas. Hay animales sueltos, peligrosos. La fauna típica de Sauvab: vudrugales, maquirelios de cola pinchuda, clavulicios. En fin, no quiero alarmarlos. Mientras no pasen de las instalaciones del Pirolio estarán bien.—¿Y estaban bien?
—No sabés. ¡Unas mujeres de exóticas! Lástima que no nos dejaban pasar números de móvil o correos.
—No. No. me refiero a las instalaciones del hotel.
—Bueno. Confortables. Acogedoras. Bien de campo. Muy rústico. Se ve que cocinaban todo a la leña, por el olor a fuego y cazuela quemada, ¿viste?, ese olor de las cocinas camperas. Era como estar en otro mundo. Las camas cómodas, con esos colchones gordos que ya no se ven, no sé si rellenos de plumón o paja. Y sábanas. Armarios empotrados de madera oscura. Olvídate de internet. Apenas había una o dos lámparas eléctricas, para favorecer el romance. Bañeras con oxido pero se notaba que calentadas por caldera. Un tanque australiano con macetas, a modo de piscina. Era como estar en otro mundo.
—¿En el otro mundo?
—En otro mundo. Hasta la comida autóctona tenía, no sé, un gusto peculiar.
—...
—Picante. Mucho picante. Pan de campo con gusto a agua, leña y barro. Una verduras tipo pasto con gusto muy fuerte. Vinagretas de carne de animales que la zoología aun no tiene clasificados.
—...
—Y fiambre, mucho fiambre gourmet. Exclusivo. Muy campechano. Otro mundo. Me quedé con ganas de más. Me salió un platal. Pero me quedé con ganas.
— ¿Tan bien fueron las noches de milonga?
—Bueno...No sabría decirte. Es que me tocaron parejas emparejadas artrologicamente, pero de diferente altura. Se bailaba bien, pero, bueno, noté la disparidad. El la variedad está el gusto, dicen los sibaritas. Y más con esas cosas de los criterios artrológicos. Todo lo viví como en un sueño. Como si estuviera en otra dimensión. Bailaba y no me enteraba de las tandas. El aire de Saubav, que es muy peculiar.
—¿Y hubo romances?
—Si hubo yo no me enteré. Desperté ayer, en casa. Y todavía estaba como drogado.
—¿Cómo drogado?
—Tal cual. Y con un cheque «Volver a Sauvab 2024» para cancelar. En un sobrecito dorado. Eso es organización. Yo ya tengo saudachis, como dicen los portugueses. Bueno. Te dejo que tengo que ir al banco, que parece que hay un problemas con los cargos a Sauvab. Chau viejito. vos seguí sufriendo en las milongas de acá.
—Chau...exclusivo.
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