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SIMULACRO Y SACUDILE - UNA PELEA EN LA MILONGA- Por Pitón Pipeta.

Las milongas suelen ser lugares de encuentro y esparcimiento,  aunque muchas veces se producen desencuentros y tribulaciones, si se carga el ritual del baile con la satisfacción de una mera necesidad física, emocional o amorosa.  Y del desencuentro al encontronazo hay un solo paso. Como sucedió en una milonga de las muchas que mi memoria sentimental registra aunque no recuerdo el nombre. Los protagonistas dos muchachos que solían milonguear seguido: Elmiro Rodriguez, alias "Sacudile", hombre pacifico aunque siempre atento a cualquier posibilidad de altercado, pues no tenia registro físico de su propio dolor, un estilista de la pista, conocedor de la gimnastica de la milonga y la pelea callejera - según contaba el mismo - que había cultivado de joven y guardaba en su interior como una habilidad adquirida mas. El otro protagonista Minucio Sagascan, apodado el "Simulacro" por su forma inusual de bailar. El hombre siempre bailaba en el centro, con gran despliegue coreográfico: saltos, vuelos, voleas y sentadas aparatosas, para un publico que estaba mas bien en su cabeza.  Creia estar en una sala de bailes de salón y desplegaba lo que el creía un arte para la diversion de los crápulas y críticos que tenían bastante milonga como para pasarse la noche sentados junto a una botella de vino, riendo a dentadura oscilo-batiente con las ocurrencias del "Simulacro".
Sucedió que Sacudile estaba el día de los hechos particularmente sensible pues su perrito le había cagado literalmente en los zapatos a medida arruinándolos. LLevaba unos zapatos que le quedaban chicos y encima había tenido un pequeño roce con un automovilista que lo topo de atrás y salio huyendo. En la puerta al comprar la entrada - que había subido - soltó un "linda noche, hoy tengo ganas de que me rompan la cara".
En  cuanto a Sagascan, alias el simulacro, estaba mas eufórico y desatado que nunca. No se sabia bien que bailaba, a veces pasaba del tango a ballet, a algo que quería ser sevillana o foxtrot. Se había atado la cabeza sujetandose los pasos, con una diadema, o una tira de tela, o una ex-corbata. a Saber. Ya habia topado en su delirio a  muchos, Ya habia cortado el movimiento de algunos mas.
En tanda de la Tipica Victor coincidieron los dos en la pista, que era grande y estaba casi llena. Los espectadores verificaron, en un solo tango: tres puntazos, un empujón, un codazo a Sacudile, y también medio giro abortado por una volea baja del desatado Simulacro.
Sacudile le dijo a su compañera: "no, así no, esperemos acá" y se quedo casi al costado de la ronda hasta que terminó la tanda. Cuando Simulacro paso a su lado, sin disculparse Sacudile lo taladró con una mirada de furor homicida.
 -Que pasa ?- le grito Simulacro - son las cosas del tango, hay topetazos. Que queres?.
  -Cosas del tango no - dijo Sacudile, con voz ronca, y medida, enturbiada por la ira - Son cosas tuyas, que no sabes bailar y molestas a todos.
- Ah, si? y que queres? dijo Simulacro, desafiante.
Hay quienes no saben que están coqueteando con la muerte, quienes no se enteran hasta ultimo momento que se puso en marcha - como dicen por ahí - una lotería de tortazos en la que les han adjudicado todos  los números. Tipos sin conciencia, carne de dentadura postiza y decoradores faciales de nudillos. Simulacro, que debía su apodo a todo lo que quería ser y no era y que en ese momento quería ser un luchador volvio a decir, esta vez a los gritos: Que queres, que te pida perdón?. Sacudile no dijo nada. Espero en silencio. El destino le ponía enfrente un muñeco para hacerle buches de hostias.  Y el muñeco, indignado le dijo: -  Esta bien, te pido perdón, LA RECALCADACON%&%&%%HACEMECUCU%%%%%AZUCARPIMIENTAYSAL%%%%%%%%%%RIO- (aquí abuse de su imaginacion y ponga el improperio, la maldición o la puteada que mas le guste).
Sacudile lo miro de arriba a abajo. Se le tensaron las vertebras, las cejas se le ensancharon, le subió color entre rojizo y morado al rostro, las sienes se le llenaron de venas y arterias a punto de explotar y le empezó a temblar la cara toda. El cuello acuso volumen, los ojos a un paso de abandonar las cavidades oculares, las manos dos garras felinas a punto de espachurrar a un turista. Se abalanzó sobre Simulacro, que solo atinó a dar un paso atrás y a quedarse literalmente sin camisa, arrancada por las manos furiosas de Sacudile. En ese momento todo podría haberse torcido a una comedia, pues no pocas risas se escucharon desde algunas mesas al ver el físico paliducho y esmirriado de Simulacro. Pero no, el tipo tenia que embarrarla un poco más. Habría visto muchas películas de Jean Claude Van Damme, porque se fue a un rincón y se puso a hacer fintitas y pasitos de boxeo, de esos que suelen dar los que no son boxeadores y aparecen en parodias, al mejor estilo Shemp, de "Los tres Chiflados". La verdad es que con sus movimientos estaba alejandose de jackie Chan y aproximandose a Cantinflas. Miro a Sacudile, cerro los ojos, volvió a mirar. y ahí estaba, a medio paso, en rápido movimiento, y en furor de batalla. el diablo cara a casa, con todos los demonios del infierno resoplandole al rostro. Enseguida se le fue el valor y comprendio por fin, que no estaba en una película y que le iban a maquillar la cara a trompazos. Salió corriendo y  entonces aquello se transformo en una persecución, sin salida, pues el dueño de la milonga había cerrado la puerta del lugar, para apreciar mejor el espectáculo.
En vano fue que las mujeres gritaran "dejalo, dejalo" y que los hombres corearan "fajalo, surtilo a ese que es un payaso". Seguía sonando  música, Firpo, creo, apropiada para la persecución. Hubo dos o tres sopapos certificados en plena pensadera. La carrera y obstáculos humanos que frenaron un poco a Sacudile permitieron que Simulacro se tirara en palomita por una ventana a media altura, dejandose en su huida pedazos de pantalón, de calzón y de cojon  en el repecho. También se le quedaron su vincha, sus camisetas de recambio, su valor y su continuidad en las milongas, pues estuvo desaparecido un tiempo largo, acaso por vergüenza, acaso por falta de pantalones.
En cuanto a Sacudile, se quedó bailando un rato mas y luego salió expresamente a buscar a un Mimo particularmente pésimo que solía ejercer su arte en las ramblas en la madrugada.
Cuando una noche viene torcida no hay nada que hacer.
El mimo no estaba.

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