El libro que nos ocupa pertenece a la modesta pluma de Virgil Rubutt, escritor americano avezado en novelitas del oeste al que una desafortunada excursión de placer trajo a estas costas en 1959. Rubutt, a la sazon con 30 años habia publicado ya toda una serie de novelas dedicadas a un rudo carpintero de Dodge City a quien llamaban "Bravo Redrein" y que pacificaba las indomables calles de la violenta ciudad con una maza, un hacha y clavos arrojadizos. Redrein comenzó a imponer su justicia cansado de trabajar en ataudes de madera baratos que le distraían de su labor principal: tallar indios del tabaco de esos que se ponían en las afueras de las tiendas (Bravo Redrein, el hombre del clavo - Chacal editores 1954). Libros posteriores lo hacen dueño de una fama merecida como justiciero y tallista. Todos conocen en las grandes praderas a su maza Harriet y sus clavos arrojadizos: Tonto, mordedor, encéfalo y vela final(dos de los cuales los habría ganado en duelo singular a un pistolero rabino que los habría traído de ciudad Santa y que jalonaban los pies del ladrón que se burlaba de Cristo). Su hacha corta cabelleras a indios y a bandidos por igual(La muerte tenia peluca - Chacal editores 1956) Sus pantalones elastizados sujetos con cáñamo carmesí, robado a un patíbulo siembran el terror cuando cae la noche(El sonido de la horca tensa - chachal editores 1956).
Redrein es una especie de vaquero interdisciplinar que filosofa acerca de la existencia y la finitud mientras mata a malvivientes sin remordimientos.
Así mientras despacha a uno de esos indeseables que suelen morir primero en las películas del oeste dice:
"lo tremendo de tu vida, gandul, es que ahora ya no existe" y "Andabas debiendo tres muertes y ahora vengo a cobrarte a plazos "(a un delincuente con el que se entretenía afilando los clavos en los pelillos de la nariz.
Tal era el bagaje literario que tenia Rubutt cuando para su mal se fue de excursión a los casinos de La Habana. En una sola noche de borracheras y juego perdió todo su capital y dignidad, pasando a formar parte a punta de pistola del vapor De Guerra "Tabasco" de la armada cubana como personal de limpieza.
Para su infortunio aquella misma noche las tropas de Fidel y el Che llegaron a la capital cubana. El "Tabasco" emprendió una retirada-huida estratégica hacia la Antartida "donde encontraremos las armas secretas del poder que las potestades divinas tienen preparadas para la vuelta de nuestro amado líder en los hielos perennes" ibidem Pipino Montesquie - CONVERSACIONES CON EL GARCA - IMUNDO Editorial 1960.
El Tal Montesquie, capitán del Tabasco no era un hombre de grandes ideas. Gangster repudiado y olvidado por la mafia de Las Vegas, malvivía en los casinos hasta que por acumular tantas deudas de juego lo hicieron capitán del bajel. Iba y venia contabandeando ron sin saberlo, engañado por sus lugartenientes, los autenticos amos del navio. Sus lecturas favoritas eran refritos novelescos de las grandes expediciones por suelo Americano. A bordo reinaba un estado general de confusion y atontamiento.
Por eso nadie se sorprendió cuando el derrotero recto y recto hacia el sur del "Tabasco" se torció a la altura del Rio de la Plata, para remontar por El rio Parana "En busca del Fabuloso Reino de Eldorado donde nos espera un grandisimo tesoro custodiado por indígenas inocentes, Me lo ha dicho mi primero de a bordo, que es muy versado en cosas de saqueo".
Luego de grandes penalidades el "Tabasco" fue a encallar finalmente en las islas Fronteras al Rosario donde todos los lugartenientes desaparecieron prontamente. Motesquie quedo a bordo y dicen que llegó a vender los mejores asados de carpincho desde el pecio.
En tanto el malogrado Rubbut, abandonado a su suerte en tierra extraña deambulaba entontecido por el ron por las calles de la antigua Pichincha, remozadas y encaladas.Apenas era una lagaña del hombre que habia creado a Bravo Redrein. Casi muerto de hambre lo recogió la dueña de una pensión ex prostíbulo que compadecida de la triste traza del forastero le consiguió colocación como barrendero del barrio. Lejos quedaban ya los tiempos dorados de oprobio y rufianismo del barrio Rosarino y aún así el eco del eco del eco, llegó a Rubutt que en los ratos libres escribía en su mísero cuartucho la obra que lo da cima al ciclo Redrein..
"Baje y baje, buscando un sitio mas repelente que la ñoña ciudad en que vivia. Baje tres años y al final encontré un sitio de matones y cuchilleros que bailaban una danza de prostibulo que se llamaba tango"(Al Sur de Pichincha - Ediciones muerto de Hambre 1967/El Croto 2011)
En ella un crepuscular Bravo Redrein sobrevive en una Pichincha que comienza a dejar atras su fama. El ex pistolero trabaja en una zapateria clavando taco fino a cafishios madrugados y soportando sus desplantes. Por las noches se luce en la milonga por su porte recio y sus maneras hoscas agotando las instancias de lo inoportuno.Casi nunca baila y si lo hace es con empujones y grandes aspavientos. Concita la atención de un tal Moncholo, un infeliz que vive de robarle la compra a las viejas y con el que el anciano se refocila relatando historias de sus muertes. Hace tiempo que no usa su maza Harriet, demasiado pesada para sus dedos artríticos. Ahora se ha aficionado a ultimar cafishios a los que les fallan los tacos que el mismo ha clavado y que resbalan en las callejuelas. Desde arriba los mira y deja caer sus clavos oxidados sobre sus cabezas. En las horas muertas talla un minúsculo Cochise que lo está dejando ciego y sueña con los fantasmas tetánicos que ha creado.
Una noche Moncholo, cansado de sus historias lo ajusticia con sus tirantes de cáñamo. Mientras se hunde en las tinieblas buscando un aire que no encontrará tiene tiempo de soltar una filosofada: "Pucha pibe, tantos muertos soberbios que fabriqué para que ahora me venga a terminar un roñoso con olor a culo".
La novela termina dando a entender que Bravo es Júdas, ajusticiado por sus remordimientos. Un giro incomprensible que bastara para catapultar a la fama a Rubutt.
Si Gombrowicz casi en la miseria pudo cimentar una obra que lo situa entre los grandes de la literatura del siglo XX solo comparte con Rubutt la originalidad.
Virgil Rubutt paso a la historia solo por engrosar los anales de las muertes más absurdas: Se intoxicó con tinta mientras intentaba arrepentido borrar con saliva la alusión a Judas en los escasos cien libros de "Al sur de Pichincha" que vieron la luz.
Con el se iba un cruce único en la literatura: La novelita milonguera de vaqueros.
Ahora editorial "El Croto" publica el original, incumpliendo la ultima voluntad de Rubutt.
En próximas entradas iremos comentando los capítulos mas desopilantes de esta joya del despropósito...
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