El Personaje que nos ocupa, hizo las veces de juez y rector, en las dificiles noches en que las milongas se desviaban por algún episodio de firulete o de celos. Y aunque era frecuente en las milongas de antes que muchachos y pibas llegaran a las manos, tal y como se ve en "Los muchachos de antes no usaban gomina" Con Rodolfo Beban y Osvaldo Miranda cuando Petronio Sacachancha llegaba a la milonga era una garantía.
Si estaba Sacachancha se iba a armar seguro.
Frecuentó los grandes salones de lujo del centro, los antros semi prostibularios, los corralones con suelo de tierra apisonada, las milongas barriales armadas "Donde el diablo perdió el poncho", los clubes sociales y deportivos, las domas, las jineteadas, los cumpleaños de quince y los bautismos.
Bastaba que asomara su cara buena para que un borracho, sin venir a cuento, se ensarzara a sopapos en medio de la pista promoviendo la barahúnda general, el desbande y el cierre de las instalaciones. Si tomaba un vermut inclinando el vaso un firuletero se pasaba con los ganchos y su compañera puntinaba sin piedad la pierna de una milonguera frontera armándose la de San Quintin.
Y siempre igual.
Petronio Sacachancha era un hombre de paz, un tipo que trabajaba toda la semana como un burro en un despacho de contables, cobrando una miseria y dejandose ningunear por los rufianes. Su unica diversión de la semana era ir a las milongas a bailar, pero invariablemente se iba seco, frustrado, corrido a veces por las fuerzas del orden que perseguían a cualquier milonguero, sin amor, sin compás, sin esperanza.
Cuenta la leyenda que una tarde encontró en un tacho de basura unos timbos gastados de charol, con los tacos a ras. Se los llevó a su casa, los lustró y se los puso, sin ver que un clavo oxidado campeaba en la horizontal, a la altura del empeine.
Sacachancha tuvo fuerzas para acomodarse en la cama y luego todo se oscureció(cuenta le leyenda, que como tal es cursi a más no poder)
Cuando desperto le habia mudado el traje. Llevaba un ambo gris a rayas doble cruzado con botones de raso, un chambergo bajo de ala requintada y un funyi purpuroso. La Cara misma se le había aindiado. Se sintió fuerte, temerario, locuaz y poderoso(todo al mismo tiempo). los zapatos ya no eran aquellos del clavo, en su lugar un elegante par de timbos azul clareando le hacían rápida la zancada, preciso el compadrear.
Se fue a la milonga, como no podía ser de otra manera.
Apenas llegado, dos milongueros detenían el curso del bailongo con una reclamación no resuelta de castigada a la altura del vientre. Sacachancha (que ahora era Supermilonga) avanzo entre los circunstantes y de dos guantazos arreglo a los prepeadores. Gigante, se paró en medio del gentío y con voz tronante espeto:
- bueno, a estos ya no les da el cuero, y de ustedes, hay alguno que quiera biaba con caldo?.
Ante el silencio respetuoso que siguió Supermilonga dijo - Así me gusta, a bailar se ha dicho, Y hasta que las velas no ardan musiqueros!
A partir de entonces se dejo ver por todas las milongas, mimado por las pibas y admirado por los guapos, con su traje gris doble cruzado y su serena mirada de hombre noble.
Siempre tenia una palabra para los abribocas, una recriminacion para la piba esquiva, un sopapo bien puesto para el palurdo que queria firuletear y hacer ganchos interrumpiendo la ronda.
Dicen que despertaba al otro día con los pies abrazados, hecho una ruina para toda actividad útil,
ninguneado vilmente por sus jefes y sus compañeros.
Y mientras lo cagaban a pedos y lo castigaban Sacachancha sonreía. Porque sabia que si quería podía trasformarse en supermilonga, solo calzandose los timbos poderosos y el clavo oxidado lo trasformaba en un superhombre, un ser mitologico, un dios.
En las ultimas épocas bastaba su sola presencia para asegurar una milonga tranquila, sin encontrones, pisotones ni empujadas. Hasta los novatos bailaban pasablemente bien cuando Sacachancha paseaba su vista por la milonga.
Inspirado en su figura DC estrenó una historieta con su nombre. El dibujante, poco avezado en terminos tangueros, hizo una extrapolación de Batman, incoherente y con una gráfica a medio camino entre la postal milonguera y el peor comic de superheroes.
Duró solo un numero, pero inspiró a hacer el bien a miles de milongueros a lo largo de todas las pistas del mundo.
Supermilonga anduvo repartiendo bondad y manporros por las milongas hasta que desapareció para siempre una noche, la misma en la que Petronio Sacachancha moría en su pobre cuarto de pensión, consumido por el tetanos...
Comentarios