Gabriel Sodini se había ido a musicalizar sus últimos festivales Europeos antes de volver a su querida Barracas y La Milonga del Oriental se resentía con la poca calidad de un pincha discos de maquina remendada y ecualizador a galena. Hacia frío pero el incierto emplazamiento de la única milonga al aire libre estable mantenía el calor y el micro clima favorable al milongueo. Quizá fuera la protección del ligustro de la entrada, con su agujero en forma de contrabajo que da cobijo el tipo de la puerta, raudo para cobrar, bailar y detectar colados. Quizá las miasmas de la anchurosa sanja a izquierda o el alto terraplén ferroviario a derecha manteniendo la temperatura estable. O tal vez las artes del señor Cepito, un jardinero con rasgos orientales que ha transformado la lisura del confín mas allá de la parrilla y las instalaciones del Ring donde los "Titanes de la Milonga" se masacran a voleazos, en un pequeño bosque ...