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LIBRO DE LAS MILONGUILLAS (Buscando a Clemencio) Por Catulo Bernal.

La Milonga de Sucundum debe su nombre al enano volcán extinto donde se asienta. La ambición y la locura del hombre han puesto sobre la superficie del cono una cúpula de plástico azulenco que aprovecha la luz natural para iluminar la gigantesca sala y una permanente muestra de arte de lava, con objetos minerales  o animales de forma curiosa y una atracción sujeta a la roca volcánica: un Drakkar con cuatro vikingos en siesta eterna desde la única erupción registrada en 1273, que sirve como no podía ser de otra manera como altar de peregrinación y barra con un envidiable surtido de cervezas artesanas y otros brebajes.. Se accede al interior por un agujero horadado en la roca y se llega luego de sortear algunas galerías al centro de la erupción.  En el centro mismo, allí donde la tierra manifestó su inconformismo eructando sin mayores consecuencias Ignor Cruster, millonario y filántropo empresario del tango, puso su pista de madera de abeto ruso encerada con aceites noruegos de navegación. La entrada no es módica. El tango y la milonga son ocio de lujo en esta parte del planeta. Los que aquí se acercan suelen ser exploradores del riesgo y bailarines mediocres tirando a malo. hay que añadir un pulso regular de las entrañas del planeta que dificulta la escucha de la música y solo es compatible con algunas tandas de Biagi. Debo decir, en merito del sitio, que bailar aquí es toda una experiencia, aunque no la recomiendo si el visitante arriba de un cenado muy copioso.
     MARCO CHOLO (CLEMENCIO BERNAL)  EL LIBRO DE LAS MILONGUILLAS.

El sol acaricia la pista de parquet de la tangomaraton. Deberia poner que baña, pero no lo seca. El rocío ha dejado el parquet flotante en húmeda espera y un empleado se afana con una fregona sin obtener gran cosa.
Creo que esta en resaca o metabolizando mezclados tragos olvidados. Como la hilera de bailarines con gafas oscuras tendidos en reposeras. Si no fuera por la intervención de algún maratoniano más entero que reparte zumo de naranja "recién exprimido" hace una hora se diría que alguien ha sacado los muñecos de cera del museo de las Glorias milongueras para que la intervención de la naturaleza aspire mágicamente el polvo acumulado.
Sacamos nuestros bolsos de milongueridad del Tangomovil de Pelandrún y nos encaminamos a la recepción, al lado de la feria de zapatos, vestimenta, complementos y material imprescindible para vacacionar con tango. Todo el grupo recibe la necesaria pulsera todo incluido para comer, cenar y copetear en horas tempranas. Agradezco a los muchachos Lusiardianos. Si esta escapada ha de ser mi Despedida de soltero se han asegurado que sea todo lo recordable posible. Sin embargo la sombra de Clemencio, mi padre se alarga sobre el suelo y oscurece con la obligación mis sentimientos.
Dejamos las cosas en las habitaciones, dejamos acostado en la que comparte con Pitón Pipeta a Rómulo Papaguachi  y para no dormirnos bajamos al jardín donde ya hay dos barras abiertas. Los asistente del viernes hacen hambre con ejercicios físicos o etílicos antes de la comida.
Café con gotas, bocadillos y gafas de sol en una mesa cerca de las reposeras y la piscina, que funciona todavía para algún osado nórdico al que no le afecten los 16 grados. Hay valientes para todo.
El programa de clases y milonga es surtido como lo que se anuncia de bufet. Descartamos todas las clases en pos de la camaradería de jardín.
Pelandrún no aprueba la canilla libre de vino. Después de dos bikinis comenta:
—Si don Clemencio es un gran explorador de milongas como es que  he visto en librerías algo suyo?
—Mi padre nunca usa su nombre para los libros. Los 3 volúmenes del Libro de las Milonguillas los ha firmado como Marco Cholo. También tiene una serie dedicada a restaurantes malos: "Cagadae o los Nueve libros de la Histeria" Esos los ha firmado como Heructito de Halicarnaza. Unos trabajos que hizo de joven y de los que siempre reniega.
—No hace falta que me diga porque. Y como es?
—Bastante mediocre, sirvió en su momento para encumbrar dos o tres tugurios donde iban los noctámbulos.
—No. No. Eso ya lo se. La Grecia antigua y las grasas viejas o trans  no se mezclan nunca. Me refiero a tu padre.
—Alto, desgarbado. Siempre dice que tiene  la cara a medio hacer. Por eso es de muecas y gestos. Tiene una seriedad absoluta en asuntos de risa. Aunque su humor es impenetrable. Le gusta disfrazarse de manera estrambótica para catar el ambiente de las milongas sobre las que escribe.
—Entonces será fácil encontrarlo. Hay que identificar al coso mas raro.
—Nos hubiera funcionado hace años. Hoy  hay mucho imitador que sigue su senda. Si quisiera caracterizarlo seria mas o menos como el hombre aquel de bañador rojo con tiradores, medias rombo y zapato violeta. Si como dicen los rumores anda por aquí, tendremos que estar atentos.
—Nosotros. Vos, viejito Cátulo, estas de despedida de soltero -—dice Pitón Pipeta. ¿Alguno se apunta a unas cervecitas y Papas fritas con Ketchupt?
—Y Dale... dice Pelandrún imitando al amigo Claudio Cesar.
Cuando vuelvo a despertarme ya es hora de la milonga matiné.  La concurrencia ha cambiado, aunque las tribus son las mismas. Una guitarra circula sin éxito entre un grupo que intenta cantar. Suerte que el bar sigue abierto. Un Hombre con un Casco con cuernos terminados en dos loros que repiten Tanturi, Tanturi. toma un vermut con uvas en una de las barras.
Pelandrún, que acaba de despertarse como yo, lo mira y grita: ¡Clemencio! ¡Don Clemencio Bernal!
El hombre se da vuelta pero no.
La búsqueda y la despedida recién empieza. Y ya tengo migrañas.  Continuará.

Si uno viaja al borde del camino en la desolada extensión de la tundra asiática puede ser que se encuentre atraído por fuegos a los lados. Son milongueros furtivos que aprovechando la temporada de la suricata  blanca caníbal de organizan bailongos cerca de sus vivaques. Si uno va a compartir su fuego y su carne es mejor tener a mano una botella de huevos de oca fermentados en anís, bebida a la que son muy afectos. O exponerse a sus reproches y codazos, cada vez que intente sin éxito progresar en la pista, cantando Brundadun."
        De El Libro de la Milonguillas.



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