La milonga tiene historias alegres, singulares e incluso tragicomicas, como la que hoy nos ocupa. El "Rata" delbejud frecuentaba las milongas, con ganas, sin suerte, sin dinero ni pericia. Era un pésimo bailarín, peor conversador y un pusilánime a la hora de expresar sus convicciones o repartir zopapos dialécticos o reales. Olia a perfume caducado y todo el era un compendio de mal gusto en el vestir y en el peinar. Capaz de los mas estruendosos pisotones y los mas hórridos adornos, deambulaba de pista en pista paseando su miseria espantosa por todos los ambientes milongueriles y tangueros sin que su pasión por los tangos de Pugliese morigerara en los otros una actitud repulsiva e inquietante, que lo mantenía lejos de la pista y negado igualmente hasta por aquellas muchachas que pasaban muchas noches sin baile y sin abrazo.
Pibas fieles de gran corazón preferían "planchar" toda la noche antes que bailar con el "Rata".
Incluso para que el equilibrio de la milonga y de la pista se mantuviera en armonía era necesario que el "Rata" fuera despreciado vilmente por todos.
Y el "Rata", sabedor de este papel cainico en el todo cósmico que nos rodea, aceptaba ese papel con resignación y sufrimiento.
Pero el mes pasado la suerte del "Rata" cambió drasticamente. Encontró en la calle un billete de loteria(no tenia ni siquiera para comprar uno) que en el sorteo del dia siguiente resulto ganador.
El "Rata se enteró de la noticia mientras vaciaba los vasos de vino para llenar hasta la mitad uno que le permitiera olvidar su negra fortuna.
La noticia, además de sorprender a todas las milongas produjo un profundo cambio en su persona: Le dio un infarto.
Estuvo agonizando en el hospital hasta que murió de alegría.
Antes dispuso que con la plata del premio se compraran dos robots que le dieran la oportunidad de bailar a todos aquellos muchachos y muchachas que languidecen de pena por las noches lustrando unos zapatos que nunca usaran.
Riquelme, el dueño de la "Milonga del Oriental" siguiendo expresas ordenes del "Rata" viajó a Japón y allí adquirió dos robots: Petronilo y Camila que bailaran por turnos con los desgraciados de las milongas.
Ahora los robots toman clases con Corchito Echesortu, el único maestro lo suficientemente extravagante para aceptarlos en su clase. Corchito es reconocido por su desvariado método a la hora de bailar, método aun mas inexplicable desde que el mismo Corchito fuera abducido por una nave Hercolobusiana y devuelto a la tierra en condiciones lamentables.
Se ha dispuesto que una vez aprendan los rudimentos esenciales y el básico, los robots hagan una gira por todas las milongas, para que ningún milonguero/a se quede sin bailar.
Es lo que hubiera querido el escarniado "Rata".
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Soy una basura...