Bruno Pureschef era un bailarín malo y lo sabia. Le apodaron ALLANDA una contracción lingüística que expresaba sus innegables falencias para el baile y su situación en la pista porque siempre bailaba como al fondo y en el centro de un circuito extraño que recorría media ronda con prisa y casi tropezando.
Su baile no Era. Un hecho irrefutable que prescindía de factores externos.
No se trataba de indolencia, desidia, enciclopedismo, soberbia o malos profesores. A pesar de sus 4834 clases tomadas y sus 5000 tandas ALLANDA no mejoraba ni entendía el elemental fuego de cobertura que la música debe dar al paso. Ante sus pies se abría el abanico infinito de posibilidades y como intentaba desplegarlo todo junto solo se lo veía como un borrón, una no-sucesión compacta saltando lejos del compás y sutileza.
Que en los ratos libres del trabajo farmacéutico, entre las lecturas de Mecánica popular y Lupines el hombre creara pasos ayudado por una escoba no ayudaba. "Si voy por acá y hago un ocho quedara buenísimo" se decía convencido del paso arriesgado y nunca visto que al llegar a la milonga no podía aplicar por las leyes de la física, de la gravedad y el imprevisible factor humano.
"Ah. Si tuviera un armario atemporal donde meterme y practicar pasos hasta que me llegara la sabiduría. Si todo el presente me pasara por al lado y yo pudiera llegar a dominar todos los secretos del tango sin que afuera pasara un solo segundo. Si el armario me mantuviera joven...Ah." decía.
Y mientras los demás cubrían toda la pista bailando ALLANDA hacia su circuito limitado en las sombras, lejos de la puerta y de las luces.
Una noche bobaliqueaba al lado de la pista calculando cuanto costaría dar un giro en la gravedad de Marte cuando vio pasar al Toto Flema abrazando a una de esas criaturas milongueras que bailan extendiendo su belleza al movimiento. En un segundo vio sus ojos semi-cerrados, la delicada curva de sus labios y su figura, el grácil movimiento de un mechón que eludia la cara del Toto y parecía volar con cada adorno frágil y sugerido de sus piernas firmes. Vio el delicado juego de los músculos en la espalda y el trazo de las manos acunando.
En ese segundo Bruno Pureschef, ALLANDA supo con el cuerpo todo estremecido para que había venido al mundo.
Se dijo: "Es ella. Mi corazón lo sabe."
"Tengo que abrazarla en la pista. Tengo que bailar. Saber como es ese cuerpo en contacto con el mio"
Y luego: "Se ira sin siquiera recordarme porque bailando soy un queso."
Como canta Castillo Salio a la calle desconcertado. Sin saber como volvió a entrar. Fue al baño a preguntarle a los hombres sabios. No vio ninguno sobrio.
Faltaban tres tandas para la Cumparsita final. Podría haber bailado con la torpeza como pretexto para una conversación posterior y acaso la promesa de una cita. Era un tipo normal enfrentado a una situación normal. Pero su mente soñadora, tapizada por las lecturas científicas y los miles de pasos mal hechos no funcionaba así. De algún modo conectó todo un pabellón de neuronas sin iluminar y transformó a un hombre común en un genio eventual.
Inspirado y bajo presión Allanda tardó exactamente dos tangos y medio en inventar un artilugio que posibilitara el encuentro y el baile. Lo armó con lo que tenia a mano: una moneda de cinco céntimos, el numero de la entrada, un espejo, medio chupito de Wiski, un circuito integrado que llevaba en el bolsillo, cuatro piezas de su móvil, un alfiler, un chicle mojado en vino, cinta americana y la voz de Podesta en Alma de Bohemio.
Así de desesperado y solitario se sentia.
Habia inventado el Posibilitador improbabilipasos.
Un artilugio capaz de volver ciertos sus pasos imposibles.
No era un objeto elegante pero funcionaba. Canalizaba el poder de la mente ALLANDA tajando en vertical la realidad en la juntura entre dos baldosas. Abría continuos paralelos en donde tiempo y espacio se ralentizaban hasta el nano-compás y los desplegaba en presentes sucesivos. Era un no-lugar colgado a una ausencia por un chicle extendido entre un sonido y otro donde hacer probables todas las imposibilidades hasta transformarlas en certezas. Hacia realidad todos los casis y los simplificaba en un diseño elegante que iba de lo verosímil a lo verdadero.
Para que se entienda Allanda había creado un espacio de realidades bandoneón en donde se alojaba la misma pista en versiones que se iban depurando hasta llegar a la ultima en donde todos los sucederes eran perfectos. ALLANDA puso en marcha su artilugio, cabeceo a la peor bailarina de todas y salio a la pista un paso atrás de donde había colgado el posibilitador improbabilipasos. Si sus cálculos eran correctos su cadencia impracticable iba a llevarlo hacia la perfección y hacia la muchacha justo cuando terminara la tanda. Sonaron los primeros compases. Abrió al centro y mal. Llevando a su pareja por delante avanzo hacia otra pista que era la misma. La cualidad del abrazo, la cadencia y la elegancia se le fueron agregando a medida que dejaba atrás presentes sin agotarlos. Sintió como su cuerpo iba adueñándose de sus otras versiones notándose cada vez mas diestro y armándose de confianza y sabiduría. Experimentó el raro privilegio de ver como sus chapuceros pasos se transformaban el un baile inolvidable. Abrió y cerró los ojos, viendo caras diferentes, perfumes distintos y abrazos cada vez mas afines. Se dejo llevar, sintió su corazón y el corazón de su pareja, percibió todos los matices del movimiento y la conexión. En tres minutos se bailo todo un milenio. Y cuando sonaron los últimos compases sintiendo el calor de la muchacha que lo habia llevado a la grandeza giro en una vuelta insuperable y cerró magnifico reteniendo el calor de ese cuerpo soñado muchos, muchos minutos.
Cuando abrió los ojos estaba abrazado torpemente a la mala bailarina con la que había empezado.
El posibilitador improbabilipasos había dejado de funcionar. Al igual que su mente.
O por ahí se había pasado de largo.
Manipulo nervioso el artilugio sin acceder al portal pegado con chicle a la ausencia donde la juntura de las baldosas solo tenia polvo. Perdió mucho tiempo saltando adelante y atrás mientras los de la milonga desarmaban todo y la muchacha se iba.
A veces basta con una sola idea inspirada, una palabra. O un gesto.
A veces la genialidad no alcanza.
Los hombres sabios se lo llevaron a un bar cercano y el posibilitador termino en la basura, junto con los vasos plásticos, los repulgues no comidos de empanadas y los sueños no cumplidos.
Si van por las milongas les dirán que Allá anda ALLANDA. Esperando.
Se lo suele ver haciendo aspavientos cerca de la ronda con algún artilugio que no funciona en la mano.
Y aunque baila mejor sigue girando al fondo.
Su baile no Era. Un hecho irrefutable que prescindía de factores externos.
No se trataba de indolencia, desidia, enciclopedismo, soberbia o malos profesores. A pesar de sus 4834 clases tomadas y sus 5000 tandas ALLANDA no mejoraba ni entendía el elemental fuego de cobertura que la música debe dar al paso. Ante sus pies se abría el abanico infinito de posibilidades y como intentaba desplegarlo todo junto solo se lo veía como un borrón, una no-sucesión compacta saltando lejos del compás y sutileza.
Que en los ratos libres del trabajo farmacéutico, entre las lecturas de Mecánica popular y Lupines el hombre creara pasos ayudado por una escoba no ayudaba. "Si voy por acá y hago un ocho quedara buenísimo" se decía convencido del paso arriesgado y nunca visto que al llegar a la milonga no podía aplicar por las leyes de la física, de la gravedad y el imprevisible factor humano.
"Ah. Si tuviera un armario atemporal donde meterme y practicar pasos hasta que me llegara la sabiduría. Si todo el presente me pasara por al lado y yo pudiera llegar a dominar todos los secretos del tango sin que afuera pasara un solo segundo. Si el armario me mantuviera joven...Ah." decía.
Y mientras los demás cubrían toda la pista bailando ALLANDA hacia su circuito limitado en las sombras, lejos de la puerta y de las luces.
Una noche bobaliqueaba al lado de la pista calculando cuanto costaría dar un giro en la gravedad de Marte cuando vio pasar al Toto Flema abrazando a una de esas criaturas milongueras que bailan extendiendo su belleza al movimiento. En un segundo vio sus ojos semi-cerrados, la delicada curva de sus labios y su figura, el grácil movimiento de un mechón que eludia la cara del Toto y parecía volar con cada adorno frágil y sugerido de sus piernas firmes. Vio el delicado juego de los músculos en la espalda y el trazo de las manos acunando.
En ese segundo Bruno Pureschef, ALLANDA supo con el cuerpo todo estremecido para que había venido al mundo.
Se dijo: "Es ella. Mi corazón lo sabe."
"Tengo que abrazarla en la pista. Tengo que bailar. Saber como es ese cuerpo en contacto con el mio"
Y luego: "Se ira sin siquiera recordarme porque bailando soy un queso."
Como canta Castillo Salio a la calle desconcertado. Sin saber como volvió a entrar. Fue al baño a preguntarle a los hombres sabios. No vio ninguno sobrio.
Faltaban tres tandas para la Cumparsita final. Podría haber bailado con la torpeza como pretexto para una conversación posterior y acaso la promesa de una cita. Era un tipo normal enfrentado a una situación normal. Pero su mente soñadora, tapizada por las lecturas científicas y los miles de pasos mal hechos no funcionaba así. De algún modo conectó todo un pabellón de neuronas sin iluminar y transformó a un hombre común en un genio eventual.
Inspirado y bajo presión Allanda tardó exactamente dos tangos y medio en inventar un artilugio que posibilitara el encuentro y el baile. Lo armó con lo que tenia a mano: una moneda de cinco céntimos, el numero de la entrada, un espejo, medio chupito de Wiski, un circuito integrado que llevaba en el bolsillo, cuatro piezas de su móvil, un alfiler, un chicle mojado en vino, cinta americana y la voz de Podesta en Alma de Bohemio.
Así de desesperado y solitario se sentia.
Habia inventado el Posibilitador improbabilipasos.
Un artilugio capaz de volver ciertos sus pasos imposibles.
No era un objeto elegante pero funcionaba. Canalizaba el poder de la mente ALLANDA tajando en vertical la realidad en la juntura entre dos baldosas. Abría continuos paralelos en donde tiempo y espacio se ralentizaban hasta el nano-compás y los desplegaba en presentes sucesivos. Era un no-lugar colgado a una ausencia por un chicle extendido entre un sonido y otro donde hacer probables todas las imposibilidades hasta transformarlas en certezas. Hacia realidad todos los casis y los simplificaba en un diseño elegante que iba de lo verosímil a lo verdadero.
Para que se entienda Allanda había creado un espacio de realidades bandoneón en donde se alojaba la misma pista en versiones que se iban depurando hasta llegar a la ultima en donde todos los sucederes eran perfectos. ALLANDA puso en marcha su artilugio, cabeceo a la peor bailarina de todas y salio a la pista un paso atrás de donde había colgado el posibilitador improbabilipasos. Si sus cálculos eran correctos su cadencia impracticable iba a llevarlo hacia la perfección y hacia la muchacha justo cuando terminara la tanda. Sonaron los primeros compases. Abrió al centro y mal. Llevando a su pareja por delante avanzo hacia otra pista que era la misma. La cualidad del abrazo, la cadencia y la elegancia se le fueron agregando a medida que dejaba atrás presentes sin agotarlos. Sintió como su cuerpo iba adueñándose de sus otras versiones notándose cada vez mas diestro y armándose de confianza y sabiduría. Experimentó el raro privilegio de ver como sus chapuceros pasos se transformaban el un baile inolvidable. Abrió y cerró los ojos, viendo caras diferentes, perfumes distintos y abrazos cada vez mas afines. Se dejo llevar, sintió su corazón y el corazón de su pareja, percibió todos los matices del movimiento y la conexión. En tres minutos se bailo todo un milenio. Y cuando sonaron los últimos compases sintiendo el calor de la muchacha que lo habia llevado a la grandeza giro en una vuelta insuperable y cerró magnifico reteniendo el calor de ese cuerpo soñado muchos, muchos minutos.
Cuando abrió los ojos estaba abrazado torpemente a la mala bailarina con la que había empezado.
El posibilitador improbabilipasos había dejado de funcionar. Al igual que su mente.
O por ahí se había pasado de largo.
Manipulo nervioso el artilugio sin acceder al portal pegado con chicle a la ausencia donde la juntura de las baldosas solo tenia polvo. Perdió mucho tiempo saltando adelante y atrás mientras los de la milonga desarmaban todo y la muchacha se iba.
A veces basta con una sola idea inspirada, una palabra. O un gesto.
A veces la genialidad no alcanza.
Los hombres sabios se lo llevaron a un bar cercano y el posibilitador termino en la basura, junto con los vasos plásticos, los repulgues no comidos de empanadas y los sueños no cumplidos.
Si van por las milongas les dirán que Allá anda ALLANDA. Esperando.
Se lo suele ver haciendo aspavientos cerca de la ronda con algún artilugio que no funciona en la mano.
Y aunque baila mejor sigue girando al fondo.
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