Cuando los buitres del C.I.M. se fueron Pococho habló con la voz aún metida en la resaca
—Hugi. Munin, tenemos que abrir esta milonga el viernes esté o no esté Riquelme. Me duele la cabeza. ayúdenme muchachos.
Pitón Pipeta es un tipo expeditivo. Miró en redor. Asintió. Pensó. Habló.
—La milonga esta desarmada pero hay mucha cosa aprovechable Pococho. La mesas viejas de chapa estarán oxidadas. Faltan las luces y las pantallas. Ustedes que son del staff tendrán que quedarse a acomodar y rescatar la vieja vajilla y los manteles. Con Martín y Papaguachi podemos ir a buscar la camioneta al corralón del tano Rigatuzzo y recorrer la barriada apelando al alma del suburbio para ver si nos dejan algunas sillas o mesas que no usen. Pelandrún, usted que tiene coche vaya con Cátulo, lleguense al sitio ese TODO PARA EL MILONGUERO que dice Corrado, a ver si consiguen pantallas en ofertas y algunas luces.
—Hay un montón de cosas que sobraron de sorteos, vajilla olvidada, carteles viejos. Bajo el ring de los Titanes de la Milonga hasta hay algunos farolitos chinos, dos caballetes, cuatro asientos tapizados de un Citroën viejo y un montón de tablitas de asado, con la grasa y todo.
—No será la primer milonga que se haga con saldos y retazos.
—Pococho ¿Hay algún efectivo para comprar o alquilar material? ¿No tiene Riquelme algo como un fondo para contingencias? Si vamos a TODO PARA EL MILONGUERO sin efectivo nos van a sacar carpiendo.
— Una lata de galletitas que dice SOLO PARA URGENCIAS: Pero no tiene gran cosa. 200 euros, como mucho. Un revolver Seis luces con una sola bala vencida, una botella de wisky y una tira de cecina para morder. Es de urgencia, urgencia.
—Demasiado. Hay que sacar fondos como sea. Hagamos un sorteo, Una exhibición con la típica Sandokan y los alumnos de Corchito Echesortu. Una palabras de Catulo. Algún número fuerte.
—¿Un número fuerte? La Tipica Sandokan ya no toca. Los alumnos de Corchito no se ven. Desaparecieron igual que Corchito.
—Se lo habrán llevado otra vez los alienígenas.
—Podemos hacer una milonga a beneficio para recuperar el mobiliario.
—¿Le parece?¿Con la cantidad de profesores y dijeys que últimamente hay por estas latitudes creen que sacaremos algo, además de entradas reducidas y promocionales?
—No. Pero ya nos arreglaremos. Sino podemos sacar algún menaje de nuestras casas o de la Cabaña del jardinero Cepito. La pista del Oriental es como el patio de nuestra casa. Literalmente.
Todos nos quedamos mirándolo.
—Somos milongueros hobbits. Con la crisis hace tiempo que vivimos en los subterráneos, bajo el terraplen —dijo el Uruguayo Pococho señalando unas esclusas—. Vamos muchachos, a trabajar.
Así que mientras Papaguachi, Pipeta y el Indio Martin se iban de cirujeo nos fuimos con el coche milonguero de Pelandrun hasta TODO PARA EL MILONGUERO haciendo sonar las nueve primeras notas de Quiero verte una vez más en las esquinas.
Llegamos en veinte minutos. Era una gran nave industrial que cortaba una calle ancha que desembocaba en el mar. « Es un local chiquito pero tiene todo lo que se imaginan» nos había dicho Fernando Corrado, emocionado.
—La milonga esta desarmada pero hay mucha cosa aprovechable Pococho. La mesas viejas de chapa estarán oxidadas. Faltan las luces y las pantallas. Ustedes que son del staff tendrán que quedarse a acomodar y rescatar la vieja vajilla y los manteles. Con Martín y Papaguachi podemos ir a buscar la camioneta al corralón del tano Rigatuzzo y recorrer la barriada apelando al alma del suburbio para ver si nos dejan algunas sillas o mesas que no usen. Pelandrún, usted que tiene coche vaya con Cátulo, lleguense al sitio ese TODO PARA EL MILONGUERO que dice Corrado, a ver si consiguen pantallas en ofertas y algunas luces.
—Hay un montón de cosas que sobraron de sorteos, vajilla olvidada, carteles viejos. Bajo el ring de los Titanes de la Milonga hasta hay algunos farolitos chinos, dos caballetes, cuatro asientos tapizados de un Citroën viejo y un montón de tablitas de asado, con la grasa y todo.
—No será la primer milonga que se haga con saldos y retazos.
—Pococho ¿Hay algún efectivo para comprar o alquilar material? ¿No tiene Riquelme algo como un fondo para contingencias? Si vamos a TODO PARA EL MILONGUERO sin efectivo nos van a sacar carpiendo.
— Una lata de galletitas que dice SOLO PARA URGENCIAS: Pero no tiene gran cosa. 200 euros, como mucho. Un revolver Seis luces con una sola bala vencida, una botella de wisky y una tira de cecina para morder. Es de urgencia, urgencia.
—Demasiado. Hay que sacar fondos como sea. Hagamos un sorteo, Una exhibición con la típica Sandokan y los alumnos de Corchito Echesortu. Una palabras de Catulo. Algún número fuerte.
—¿Un número fuerte? La Tipica Sandokan ya no toca. Los alumnos de Corchito no se ven. Desaparecieron igual que Corchito.
—Se lo habrán llevado otra vez los alienígenas.
—Podemos hacer una milonga a beneficio para recuperar el mobiliario.
—¿Le parece?¿Con la cantidad de profesores y dijeys que últimamente hay por estas latitudes creen que sacaremos algo, además de entradas reducidas y promocionales?
—No. Pero ya nos arreglaremos. Sino podemos sacar algún menaje de nuestras casas o de la Cabaña del jardinero Cepito. La pista del Oriental es como el patio de nuestra casa. Literalmente.
Todos nos quedamos mirándolo.
—Somos milongueros hobbits. Con la crisis hace tiempo que vivimos en los subterráneos, bajo el terraplen —dijo el Uruguayo Pococho señalando unas esclusas—. Vamos muchachos, a trabajar.
Así que mientras Papaguachi, Pipeta y el Indio Martin se iban de cirujeo nos fuimos con el coche milonguero de Pelandrun hasta TODO PARA EL MILONGUERO haciendo sonar las nueve primeras notas de Quiero verte una vez más en las esquinas.
Llegamos en veinte minutos. Era una gran nave industrial que cortaba una calle ancha que desembocaba en el mar. « Es un local chiquito pero tiene todo lo que se imaginan» nos había dicho Fernando Corrado, emocionado.
El armatoste industrial anunciado con cartelones blancos y rojos, era de todo, menos entrañable y chiquito. Una mezcla entre un bazar oriental y un centro comercial lleno a rebosar de cosas inútiles. En este caso los exhibidores y colgadores que se amontonaban en la puerta amarilleándose al sol presentaban artículos utilizados por todos: Bolsas de zapatos, estampitas de San Finito Escabiadín, Cromos instantáneos para pegar en caso de emergencia, hormas con la cara de conocidos pisadores. Todo terminado de mala manera. Un par de autobuses estaban estacionados en la entrada y por ellos bajaban contingentes de milongueridad, ávidos de novedades, compras y turismo. Se amontonaban en la entrada y en los primeros pasillos , donde se exponen las cosas menos necesarias: Gafas anti resaca, barritas energéticas, chips con gusto a vino y empanadas. Al traspasar los arcos de control antirrobo sentimos por los altavoces un tango imbailable aparentemente de factura propia, donde un recio varón amaneraba el tono para cantar las bondades de la tienda:
"TODO MILONGUEROS, TANGO EN PROMOCIÓN. ZAPATOS, TIRADORES Y RULEROS, VESTIDOS, SOUVENIRES Y EMOCIÓN. ADQUIERA CON NUESTRA TARJETA, MILONGUERIDAD PAQUETA"
Era detestable y pegadizo. Certificación cierta del criterio del establecimiento.
A medida que nos íbamos adentrando entre las góndolas pudimos ver como la sofisticación de los objetos que se vendían aumentaba, al igual que los precios.
Pantalones, vestidos, kits de viaje, planchas, guías de festivales, material bibliográfico, consolas, discos, complementos. maniquíes en posturas tangueras y poses, fotografías, murales, posters, marcos, pintura para fileteados, viandas, comida rápida o congelada para no perder tiempo en otra cosa que no fuera el tango. Altares, pebeteros, sahumerios, perfumes, biombos estampados con viejas partituras, partituras, tachos de basura con la cara de tipos detestables, talqueras, tablas de ejercicios y de los elementos traspoladas al tango. Ordenadores, tablets y aplicaciones con toda la información global de las milongas Actualizada en tiempo real. Fundas, cuadernos, libros de lecciones y sentencias, porta trajes y porta vestidos decorados con fotos de parejas tops, acrílicos, felpudos, escobas, alfombras y cortinas de baño con bailarines en pose. Cepillos de dientes, dentífricos, secadores con pinzas, peluquines con estilo. Etcétera. Un monitor anunciaba negocios inmobiliarios milongueros. Fotos de milongas y escuelas de tango en traspaso. Información de alquiler, afluencia, oportunidades de mercado y clientes. Imágenes de casas prefabricadas para construir en ciudades altamente milonguerizadas, caravanas para recorrer festivales. Pisos de alto y bajo standing a la venta en lugares tan remotos como las islas Andaman, Phuket o El Tigre, con su pista de parquet obligatoria. Un poco más allá un listado anual e internacional de todos los festivales con packs de alojamiento, milonga o habitaciones disponibles para alquilar. Con repugnancia mirábamos todo sin hablar, preguntandonos con Pelandrún como habíamos ido a caer a aquel sitio. Buscando la paz y alejarnos de la marabunta compradora fuimos zigzagueando sin rumbo. El pasillo por el que estábamos mostraba monitores donde algunas parejas de renombre inflado hacían alguna presentación. Todos los objetos: pantallas, vestuarios, milonga y bailarines tenían el precio marcado. Me pareció un horror. Diógenes se detuvo delante de unas muy parecidas a las requisadas del Oriental buscando algo en la parte de atrás.
—Ah... Ya me parecía. ¿Recuerda que antes que las llevaran me abrace a una de las pantallas?. En realidad le estaba poniendo un pegote. Es esta misma. Rápido la han traído para acá.
— O sea que esta tienda es también del Consorcio. No me extraña. Venden, confiscan y revenden estos mafiosos. Corrado se ha equivocado mucho.
Al doblar por un pasillo sorprendimos charlando a cuatro parejas vestidas para con modelos para maratón canyengue, gala dominguera, exhibición y tango playa. Al vernos abandonaron su indolencia y se pusieron a hacer coreografías y pasos en una pista dividida en cuartos. El vestuario, los zapatos y los complementos tenían el precio marcado. Debajo de cada sector en el que se movían otro cartel discriminaba sus clases por horas, individuales, grupales o exprés. Me pregunté cuanto les pagarían para exhibirse y cuanto se quedarían de sus clases. Los dejamos atrás y al asomarnos nuevamente pudimos ver como volvían a relajarse, seguramente criticando duramente a algunos colegas.
Un empleado con un uniforme similar a las chaquetas del consorcio se nos acercó caminando punta taco con zapatillas de practica.
—¿Puedo ayudarlos en algo señores? Aquí tenemos los productos clásicos y un poco mas allá los intangibles. Contención espiritual, brebajes, pócimas, confianza, amistades de alquiler, clases, orientación vocacional.
—Lógico. El intangible siempre está más allá. Curioseamos un poco. Un amigo nos ha hablado bien de su tienda. Pero hasta el amigo mejor se equivoca.
Nos sonrió con unos dientes de catalogo, pulidos en amabilidad de libro.
— O sea que esta tienda es también del Consorcio. No me extraña. Venden, confiscan y revenden estos mafiosos. Corrado se ha equivocado mucho.
Al doblar por un pasillo sorprendimos charlando a cuatro parejas vestidas para con modelos para maratón canyengue, gala dominguera, exhibición y tango playa. Al vernos abandonaron su indolencia y se pusieron a hacer coreografías y pasos en una pista dividida en cuartos. El vestuario, los zapatos y los complementos tenían el precio marcado. Debajo de cada sector en el que se movían otro cartel discriminaba sus clases por horas, individuales, grupales o exprés. Me pregunté cuanto les pagarían para exhibirse y cuanto se quedarían de sus clases. Los dejamos atrás y al asomarnos nuevamente pudimos ver como volvían a relajarse, seguramente criticando duramente a algunos colegas.
Un empleado con un uniforme similar a las chaquetas del consorcio se nos acercó caminando punta taco con zapatillas de practica.
—¿Puedo ayudarlos en algo señores? Aquí tenemos los productos clásicos y un poco mas allá los intangibles. Contención espiritual, brebajes, pócimas, confianza, amistades de alquiler, clases, orientación vocacional.
—Lógico. El intangible siempre está más allá. Curioseamos un poco. Un amigo nos ha hablado bien de su tienda. Pero hasta el amigo mejor se equivoca.
Nos sonrió con unos dientes de catalogo, pulidos en amabilidad de libro.
— Los veo perdidos. Si me permiten los asesoro un poco. ¿Con que escuela o contingente vienen?
—Venimos con nosotros mismos. Y a veces ni eso —dijo Pelandrun—. Nuestra escuela no es la vida porque en la vida uno no puede darse el lujo de faltar. Y yo no he sido nunca muy cumplidor. En cuanto a contingentes, yo le diría mas bien que pertenecemos a una contingencia. Cosa que puede aplicarse a casi todos los que transitamos por el florido camino de la tangueridad. Utilizar la palabra somos, que se aplica al general parece excesivo, aunque posiblemente menos que esta tienda. No tenemos necesidad de milonguerizar, pero la contingencia que nos posibilita el milongueo es divertida.
—Como nuestros productos. Todo lo tenemos en su tienda amiga TODO MILONGUEROS, en gama alta, media, baja y rata.
—TODO MILONGUEROS, ¿eh? Usted es muy bueno ofreciendo su material sin gran calidad. Lo hace con esmero. Que paso con el PARA intermedio?
—Para el intermedio tenemos la gran selección de empanadas, sanguches y bocaditos en la cafetería restaurant del segundo piso —dijo aquel cretino, malinterpretando a Pelandrun—. Con guardería para dejar los niños si le entran ganas de marcarse algunos tanguitos. Hasta hay un payaso gardeliano para los más chiquitos.
—¿Uno solo?
—No le haga caso. Es filosofo. A veces ni el entiende lo que dice —tercié asumiendo que aquel empleado ya estaba enojándose y que estábamos en territorio enemigo— ¿tienen material para milongas, mesas, decoraciones?
—Cuarto pasillo a la izquierda. Hay mesas con luces cenitales para iluminar a la concurrencia, grandes canapés para figuras importantes. reflectores, focos, pantallas tetra fónicas. tronos y carteles de reservado con letras dorada. De todo, de todo...¿Algún colectivo o tendencia... acaso algún gran festival? Pueden estampar su camiseta con el diseño que quieran en nuestro departamento gráfico. flyers, tarjetas, calendarios? Hacemos lo que nos pidan. Y hay ofertas para convenciones masivas e importantes descuentos. Depende del operador milonguero para el que trabajen.
—No. No. Venimos particular. Buscamos material usado que mantenga el brillo de la milonga de antaño y su honestidad.
La sonrisa se le congelo enseguida
—Venimos con nosotros mismos. Y a veces ni eso —dijo Pelandrun—. Nuestra escuela no es la vida porque en la vida uno no puede darse el lujo de faltar. Y yo no he sido nunca muy cumplidor. En cuanto a contingentes, yo le diría mas bien que pertenecemos a una contingencia. Cosa que puede aplicarse a casi todos los que transitamos por el florido camino de la tangueridad. Utilizar la palabra somos, que se aplica al general parece excesivo, aunque posiblemente menos que esta tienda. No tenemos necesidad de milonguerizar, pero la contingencia que nos posibilita el milongueo es divertida.
—Como nuestros productos. Todo lo tenemos en su tienda amiga TODO MILONGUEROS, en gama alta, media, baja y rata.
—TODO MILONGUEROS, ¿eh? Usted es muy bueno ofreciendo su material sin gran calidad. Lo hace con esmero. Que paso con el PARA intermedio?
—Para el intermedio tenemos la gran selección de empanadas, sanguches y bocaditos en la cafetería restaurant del segundo piso —dijo aquel cretino, malinterpretando a Pelandrun—. Con guardería para dejar los niños si le entran ganas de marcarse algunos tanguitos. Hasta hay un payaso gardeliano para los más chiquitos.
—¿Uno solo?
—No le haga caso. Es filosofo. A veces ni el entiende lo que dice —tercié asumiendo que aquel empleado ya estaba enojándose y que estábamos en territorio enemigo— ¿tienen material para milongas, mesas, decoraciones?
—Cuarto pasillo a la izquierda. Hay mesas con luces cenitales para iluminar a la concurrencia, grandes canapés para figuras importantes. reflectores, focos, pantallas tetra fónicas. tronos y carteles de reservado con letras dorada. De todo, de todo...¿Algún colectivo o tendencia... acaso algún gran festival? Pueden estampar su camiseta con el diseño que quieran en nuestro departamento gráfico. flyers, tarjetas, calendarios? Hacemos lo que nos pidan. Y hay ofertas para convenciones masivas e importantes descuentos. Depende del operador milonguero para el que trabajen.
—No. No. Venimos particular. Buscamos material usado que mantenga el brillo de la milonga de antaño y su honestidad.
La sonrisa se le congelo enseguida
—Ah... particular. Entonces me parece que poca cosita podrán encontrar en TODO MILONGUEROS. Nuestros productos son certificados y nuevos, listos para la gloria, la fama y LA EMOCIÓN INOLVIDABLE! —cantó, coincidiendo con el espantoso tango de promoción, que no dejaba de reproducirse en bucle por los altavoces—. Pero al fondo, tocando con nuestras magnificas instalaciones y pasando el portón corredero hay un almacencito de saldos, ofertas y material descatalogado. Es como un anticuario, pero no se los recomiendo. Sigan caminando hasta el fondo hasta que sientan el olor a viejo y humedad.
Ni nos molestamos en llegar al cuarto pasillo. Dejamos a aquel empleado y nos fuimos internando hacia las profundidades. Atravesamos pasillos con trajes de luces, vestidos de diseño, motocicletas y sidecares fileteados, grupos de milongueros ansiosos que llevaban las manos llenas de souvenires con los dibujos de bailongos de renombre donde nunca habían estado.
Ni nos molestamos en llegar al cuarto pasillo. Dejamos a aquel empleado y nos fuimos internando hacia las profundidades. Atravesamos pasillos con trajes de luces, vestidos de diseño, motocicletas y sidecares fileteados, grupos de milongueros ansiosos que llevaban las manos llenas de souvenires con los dibujos de bailongos de renombre donde nunca habían estado.
Al fondo de todo habia una medianera y un porton fileteado donde se leía TODO PARA EL MILONGUERO.
Al atravesarlo hasta la cualidad del aire cambio. Estábamos en una estancia un poco mas pequeña, tenuemente iluminada pero con objetos que eran mas tangibles y reales. La decoración era exquisita y las góndolas expositoras en madera oscura mostraban muchas cosas y todas de calidad. Zapatos, vestidos, calzadores, bolsas fileteadas artesanalmente. Kits de emergencia, complementos y todo aquello que pude necesitar un milonguero en una situación normal o de urgencia. Sonaba un disco de Canaro. Y se notaba el surco. El piso de madera era de un parquet consistente y lustrado a conciencia. En otras estanterías, de madera oscura se veían muebles, veladores, candeleros y manteles. Vasos, copas, vajilla de color y exquisito gusto. Los vestidos mostraban en algún lado el estampado de una flor, Madreselvas, Loniceras, margaritas. un detalle de buen gusto. Los precios no eran excesivos y los carteles llevaban el rotulo T.P.M.
—Esta es la tienda que nos recomendó Corrado. Fernando no nos iba a fallar. Al final terminamos encontrándola por el camino más largo.
Caminando entre artículos cuidados encontramos un empleado cuya cara me resultó familiar. Se fue con Pelandrún a ver televisores y pantallas y yo me fui acercando hasta la entrada. De cara a unos grandes ventanales donde se veía la noche, los dueños habían montado la recreación de una pista iluminada tenuemente. A los costados había mesas y sillas de diferente estilo, adornadas con velas o pantallas, y distintos tipos de manteles. Incluso tenían una humilde mesa de chapa con el papel plegado en un bonito origami. En la mitad de la pista una mujer con un vestido en el que se veía una madreselva hacia adornos sola. Corazón Encadenado Por una vez caminé firme a su encuentro y aunque entre nosotros había habido una larga tanda de malentendidos aceptó mi mano y mi abrazo y nos pusimos a bailar en ronda intima quizá para cerrar de una vez ese adiós dilatado. Sentí su pecho, su calor y su mejilla. Mientras bailábamos vi como llegaba un hombre con traje claro y se sentaba a contemplarnos.
Y luego el tango se fue. Así como los días y la vida. Ella se había ido mucho antes. El hombre aquel me ofreció vino y asiento a su mesa. Juntos nos pusimos a contemplar la noche. Era Jaime Divino, que había montado el Festival Tango Divino solo por amor.
—¿Cómo le va camarada? Es un placer verlo en mi establecimiento y en mi playa.
—No esperaba verlo aquí.
—Tuve que buscar otro mirador. Y hacer otra fogata que iluminara todo desde adentro. Este es mi lugar. Tengo cosas selectas. Pero sobre todo, tengo paz. Todos estos objetos que ven son especiales. Parte del festival. Parte míos. Parte de ella, que los carga con amor y cariño.
—Esta es la tienda que nos recomendó Corrado. Fernando no nos iba a fallar. Al final terminamos encontrándola por el camino más largo.
Caminando entre artículos cuidados encontramos un empleado cuya cara me resultó familiar. Se fue con Pelandrún a ver televisores y pantallas y yo me fui acercando hasta la entrada. De cara a unos grandes ventanales donde se veía la noche, los dueños habían montado la recreación de una pista iluminada tenuemente. A los costados había mesas y sillas de diferente estilo, adornadas con velas o pantallas, y distintos tipos de manteles. Incluso tenían una humilde mesa de chapa con el papel plegado en un bonito origami. En la mitad de la pista una mujer con un vestido en el que se veía una madreselva hacia adornos sola. Corazón Encadenado Por una vez caminé firme a su encuentro y aunque entre nosotros había habido una larga tanda de malentendidos aceptó mi mano y mi abrazo y nos pusimos a bailar en ronda intima quizá para cerrar de una vez ese adiós dilatado. Sentí su pecho, su calor y su mejilla. Mientras bailábamos vi como llegaba un hombre con traje claro y se sentaba a contemplarnos.
Y luego el tango se fue. Así como los días y la vida. Ella se había ido mucho antes. El hombre aquel me ofreció vino y asiento a su mesa. Juntos nos pusimos a contemplar la noche. Era Jaime Divino, que había montado el Festival Tango Divino solo por amor.
—¿Cómo le va camarada? Es un placer verlo en mi establecimiento y en mi playa.
—No esperaba verlo aquí.
—Tuve que buscar otro mirador. Y hacer otra fogata que iluminara todo desde adentro. Este es mi lugar. Tengo cosas selectas. Pero sobre todo, tengo paz. Todos estos objetos que ven son especiales. Parte del festival. Parte míos. Parte de ella, que los carga con amor y cariño.
Cualquier cosa que se lleven posee la mística del tango y su orgullo, la entrega de muchas noches dedicadas a la milonga, a la amistad, a la soledad, al amor y por que no decirlo a la vida.
—Se nota que tienen alma. Algo que no entienden los que le hacen la competencia atrás.
—No me hacen competencia. Sus cachivaches no duran. Su mal gusto si. Pusieron el cartel y el nombre casi igual al nuestro para despistar y confundir a la gente. Pero todo esto es mío. Me pagan el alquiler sin saberlo. Cerca del ruido se aprecia mejor el silencio. Y la milonga prevalece.
—La milonga prevalece. Por eso buscamos aquí. Mi amigo esta seleccionando pantallas y luces.
—Las que quieran. Y como las puedan pagar. Hay unos televisores Telefunken e I.T.T. son viejos pero sintonizados con pistas gloriosas. Y si buscan lamparas tenemos de milongas que han cerrado, muchas como un fuego y otras apagándose lentamente. Hay muchas del Festival. Me gusta que al menos una parte de esas milongas viva otra vez o se reencarne en una milonga nueva.
Pelandrún vino cargado con tres ristras de lamparas de una milonga de barrio que vivió diez años y dos televisores que solamente mostraban clases de Pocho Pizarro, Pepito Avellaneda, Orlando Paiva y Juan Carlos Antón. No llegamos a gastar 300 Euros.
Mientras el filosofo iba a buscar el coche me despedí de Jaime Divino.
—Ha sido un gusto Camarada. Usted me hizo notar en el festival que a veces no es cuestión de hacer una fogata para que lo miren, sino de encontrar ese fuego que le caliente el alma. Vuelva cuando quiera. Será bienvenido de corazón.
Lo saludé como pude y salí por la puerta principal. Mientras Pelandrún iba a buscar el coche al parking de adelante me quedé mirando en la oscuridad la hoguera, la playa y el mirador que eran ahora el faro de esperanza de Jaime Divino. Desde afuera el cartel TODO PARA EL MILONGUERO iluminado por una luz amarilla acogedora destacaba sobre la fachada pintada de verde Irlandés, las ventanas de madera y el salón, montado como una pista. Divino miró en mi dirección, sin verme. Siguiendo su visión pude intuir el mar al final de la calle ancha. Mientras el empleado ayudaba a cargar las cosas a Pelandrun en el baúl me senté en el coche, sin saber que hacer. Divino ya no estaba. Una ventana se iluminó arriba del cartel. Helena, la muchacha de los vestidos de madreselva me miraba. Quise decirle adiós con resignación y una sonrisa pero me sentía como el perro que ve en el camino como se aleja el coche con sus dueños. Baje la vista y me detuve en las pelusas y la mugre del pasado, sin querer pensar en el futuro. Cuando volví a mirar la luz se había apagado.
Fuimos por la calle aquella, buscando lontananza. El mar desapareció al doblar la esquina.
Habría Milonga del Oriental el viernes. Como siempre.
Y yo estaría ahí. Un poco mas triste.
Solo esperando la resaca.
—Se nota que tienen alma. Algo que no entienden los que le hacen la competencia atrás.
—No me hacen competencia. Sus cachivaches no duran. Su mal gusto si. Pusieron el cartel y el nombre casi igual al nuestro para despistar y confundir a la gente. Pero todo esto es mío. Me pagan el alquiler sin saberlo. Cerca del ruido se aprecia mejor el silencio. Y la milonga prevalece.
—La milonga prevalece. Por eso buscamos aquí. Mi amigo esta seleccionando pantallas y luces.
—Las que quieran. Y como las puedan pagar. Hay unos televisores Telefunken e I.T.T. son viejos pero sintonizados con pistas gloriosas. Y si buscan lamparas tenemos de milongas que han cerrado, muchas como un fuego y otras apagándose lentamente. Hay muchas del Festival. Me gusta que al menos una parte de esas milongas viva otra vez o se reencarne en una milonga nueva.
Pelandrún vino cargado con tres ristras de lamparas de una milonga de barrio que vivió diez años y dos televisores que solamente mostraban clases de Pocho Pizarro, Pepito Avellaneda, Orlando Paiva y Juan Carlos Antón. No llegamos a gastar 300 Euros.
Mientras el filosofo iba a buscar el coche me despedí de Jaime Divino.
—Ha sido un gusto Camarada. Usted me hizo notar en el festival que a veces no es cuestión de hacer una fogata para que lo miren, sino de encontrar ese fuego que le caliente el alma. Vuelva cuando quiera. Será bienvenido de corazón.
Lo saludé como pude y salí por la puerta principal. Mientras Pelandrún iba a buscar el coche al parking de adelante me quedé mirando en la oscuridad la hoguera, la playa y el mirador que eran ahora el faro de esperanza de Jaime Divino. Desde afuera el cartel TODO PARA EL MILONGUERO iluminado por una luz amarilla acogedora destacaba sobre la fachada pintada de verde Irlandés, las ventanas de madera y el salón, montado como una pista. Divino miró en mi dirección, sin verme. Siguiendo su visión pude intuir el mar al final de la calle ancha. Mientras el empleado ayudaba a cargar las cosas a Pelandrun en el baúl me senté en el coche, sin saber que hacer. Divino ya no estaba. Una ventana se iluminó arriba del cartel. Helena, la muchacha de los vestidos de madreselva me miraba. Quise decirle adiós con resignación y una sonrisa pero me sentía como el perro que ve en el camino como se aleja el coche con sus dueños. Baje la vista y me detuve en las pelusas y la mugre del pasado, sin querer pensar en el futuro. Cuando volví a mirar la luz se había apagado.
Fuimos por la calle aquella, buscando lontananza. El mar desapareció al doblar la esquina.
Habría Milonga del Oriental el viernes. Como siempre.
Y yo estaría ahí. Un poco mas triste.
Solo esperando la resaca.
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