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ERASE UNA VEZ EN LA MILONGA - Comentarios de libros por el "Coya" Gurrietes Borges

 Con Editorial El Croto nunca estÁ todo dicho.  Hace tiempo comentamos que sus autores se ocultan bajo seudónimos para no gozar del favor del publico bajo la forma de un linchamiento. Solo así se entiende este nuevo intento, esta absurda cruza entre Leone y Demare que da como resultado un Pekinpah sin la violencia coreografiada pero si con la escritura a cámara lenta. "
«Escribí un libro muchachos»  Dice un tal Ramonchu Cadelsia. Se llama Erase una vez en la milonga  ¿Hacemos presentación? ¿Ponemos un diseño de tapa robado a Jim West?. y luego hay Copetín, copas, amigos. La promesa del encuentro y el desbande mental incontrolado en un happening barato.
Pero vayamos a ver lo que Ramonchu, el gandul de turno,  ha escrito a la salida de la matiné o luego de la siesta milonguera.
 En un pequeño pueblucho  famoso por sus juergas, milongas de mala fama y duelos de pasos rápidos se han perdido los códigos e impera el caos. El sheriff que echaba a los gancheadores altos, los topadores y otros rufianes se pudre al sol abonando un cantero de shitakes para rissotto. Su estrella de chapa con la cara de Contursi se oxida en la lluvia, agujereada por  un proyectil salido del fino taco de hierro con estrías de Grabiela Grilli  la líder de Las firulas a  quien le molestó que el finado reprochara un retroceso cuando bailaban Rodriguez Peña.  La banda esta integrada en su mayoría por bandidas que adornan demasiado y se recrean en sus misteriosos voleos sin importarles el compás, junto a bribones de tango lento y sanguchito perpetuo. Por el otro lado y con milonga propia otros malandras: los "Tornillos"  liderados por un tal Jeison Baiut. Abrazadores torsivos, derrochadores de topetazo y adelantamiento por derecha, rufianes enardecidos por el giro barato y el vino al que le agregan un grano de ají molido mientras trafican pasos y secuencias. Ambas bandas responden a las ordenes del "Jefe" local  un usurero de pasos y complementos  llamado Saturno Borras, con la cadera envuelta en corsé de fierro con remaches y tornillos y una sustituta mano de cedro fileteada por un artista local.  Es el bailarín mas tosco y malo que ha dado el tango. Pero es el jefe.  Y nadie, nadie le "baila" al jefe. Como bien sabe la milongueridad de bien, obligada a tomar clases malas adrede, comprar horribles complementos y bailar discreto mientras entrega su abrazo y sus bienes a las milongas de  las bandas pactadas a moretones en días alternos. El domingo El jefe baja a marcarse unas dificultosas tandas con alguna moza del pueblo custodiado por las dos bandas, que riñen, se abroncan y pleitean disputando alumnos. Y si algún imprudente baila mejor o un cazador de pasos se hace el vivo se lo entierra con los cromos puestos en algún establo y su bolsa de zapatos vacía pasa a  engrosar el altar de un indio de madera con la cara de Troilo mientras las comadres comentan: "Ya le tocaron la cumparsita a otro"
 Desde el desierto llegan los héroes de la novelucha. Al tipo se lo conoce como "El chato". Viene montado en un tobiano con alforjas rojas y portatraje ratón. Nariz torcida, boca firme, mandíbula acostumbrada a encajar golpes y cabeceos no queridos, un ojo penetrante y el otro oculto por un parche de cuero en el que ha dibujado un Di Sarli sonriente. Lleva el obligatorio negro con tierra en camisa, pantalón, pañuelo y chaleco. En las caderas asomando de dos cananas  sendos zapatos viejos de taco francés con gatillo y puntera de plata. Solo le queda una matita de pelos por un mal servicio a los indios Blackfoot  con un escalpado casi integral cuando intentaba venderles un "Tónico milagroso de bailar canyengue" bajo un sombrerito coqueton con cantimplora para juntar la lágrima asomada. La mujer, montada en una yegua roja ruana en cuya anca hay cruzada una  "justificadora-ametralladora de castigadas"   responde al alias de La Ronca. Morena con peinado al hombro y mechón caído sobre el ojo castaño, vestido de tiras cruzadas en cuero azul, medias con guardas de picas rojas, zapatos de taco aguja en 6 centímetros terminados en diamante, un rociador por perfume envenenado y  un juego de puñales arrojadizos a modo de cinturón o presillas para el pelo. Alquilan un salón al lado del bar, una bañera de lujo con solo tres usos de agua y un escalón donde desplegando las alforjas venden complementos tangueros hechos en cuero.  " Escuelita Mochin. Clases de tango y técnica. Todos los niveles" dice el cartel que ponen en la puerta junto a un dibujo en el que se los ve en pose con ropas rojas y zapatos a juego.  Los sufridos  hombres del pueblo, curtidos en un tango sin figuras, observan con temor  a los insensatos. Las mujeres se acercan primero tímidas, a la clase, sin animarse a entrar. Desde el otro lado de la calle cuatro matones grandes con pantalones de cinco pinzas hechos en cuero de oveja y  con tirantes fantasía recalan en la "escuelita", con botellas de vino Carlin y prontos escupitajos de huesos de aceituna empanadera  a los pies del chato. "Acá no queremos palurdos que enseñen esas cosas de tirifilos y blanduchos". Las mujeres que vienen con ellos comentan despectivas insultandolos:  "Solo tenemos un nivel para los que quieren bailar mas mejor que el jefe. Nivel muerto "  Se despliegan en circulo rodeando a la pareja prestos a iniciar  sus mortíferos  sanguchitos lentos.  El chato hace un giro con disociación y en el mismo movimiento ganchea a la altura de los huevos a las cuatro parejas mientras La ronca tararea "pobre mi madre querida" y con sus tacos de diamante les corta las tiras a los zapatos altos de las mujeres. Las cuatro parejas no han hecho ni cuarto lápiz y ya están tendidas en el suelo. Uno incluso  en pose final. Los sobrevivientes salen corriendo. Descalzas y chillando.   "Esta resbalusiando mucho ese  parquet" dice el Chato y se moja las suelas en el bandido cumparsitado(sic). Apractiquemos ganchos, que pronto van a llovernos castigadas tarambanas."
Mas tarde Son las "firulas"  las que se acercan con sus milongueros lentos.  las vieron venir como un banquete de mitológicas medusas, serpenteando adornos sobre el compás vacío y queriendo quemar los complementos. " Piojulisos, estas porondangas llevasenlas al Luna"  dicen,  con una jerga que es una mezcla entre Anthony Burges y Giribaldi,  no se si  intencionadamente mal escrita o solo copiada del traductor lunfardo-español de Google.  Los puñales trazan el aire y redibujan permanentes  a las runfleras  y sus secuaces clavandolos en postes donde se quedan  "haciendo inútiles adornos en el aire como vampiros milongueros queriendo alcanzar sanguches de milanesa picada"  Imagen esta que no alcanzo a comprender.
Como casi todo el propósito del libro.

Luego los dos hacen visitas de cortesía a las milongas rivales poniendo en ridículo a los bandidos y despreciandoles las empanadas.  Dejan bajas en ambos bandos por bubon, lesión, o cese definivo de negocio por la "justificadora". Las gentes buenas del pueblo comienzan a bailar con estilo propio y a perderle el respeto al jefe y su caterva.
 Las dos bandas  deciden unirse para echar a los intrusos que "enyenan de babosos cargoseros las pistas y nos roban la estela que con tanta coreo semos sabrino ganar". El salón de clases esta lleno de hombres y mujeres que pulen sin miedo su cadencia.  Abusando de su habilidad  el Chato y La Ronca deciden montar una milonga el domingo trayendo a una pareja de bufeteros amigos que abren la cerveza con las uñas y sacan las empanadas del horno con la mano mientras reparten tortas. En la milonga del jefe solo están las dos bandas. "A bailar. Quiero gente que baile conmigo", dice Saturno. La mitad sale a la pista para que el se luzca  haciendo esfuerzos para bailar peor. Pero no se puede. no se puede.
Tres tandas dejan un tendal de cumparsitados  por fuego cruzado. Hasta el mismo Saturno ha quedado empalado en su corsé con un taco clavado en la frente por el que ya le sale el brindis final . Solo quedan en pie para disputarle la milonga a los héroes los cabecillas y algún lugarteniente.

Llega el relamido duelo final, la famosa escena de venganza donde este miserable Spaghetti-tango se resuelve. En el capitulo anterior se da a entender que   La Ronca busca saldar cuentas con  la Grilli, porque se le fue de gira con una pareja de baile y de vida.  Chato hace años tiene un asunto pendiente con Baiut "Me enseñaste mal el ocho. Me lo hiciste practicar mal 2 años. Y ahora no me puedo sacar el defecto" - dice con su único ojo echando chispas.

Ya se imaginaran los resultados. El cruce entre western y musical tanguero es un absurdo y una fantasía. Codumila intenta mostrar los duelos como si fueran coreografías tangueras, sugiriendo incluso temas, versiones de orquesta e interpretes antes de los momentos culminantes. Lo que ralentiza la acción y diluye  su escaso talento  narrativo. Frecuentemente hay que volver páginas para saber que esta pasando. O adelantar con la esperanza de llegar al final cerrando pronto. El engendro esta cuajado de  Frases rimbombantes y repetidas:  " Como verseriés con la punta en medio de la ronda  te voy a añacar el lonta",  "No empieces a D'arienzarte  que cuando vos tenias los tiradores flojos ya yo(sic) los criaba como caminito del Inca"  "Acabuchate ahora pilicuis que viene un milongon y vos hace rato te sentaste en el cordón viendo pasar la marcha" o "Me queda solo una sacada por atrás y me parece que te la via encajar con caldo  en el corral de las criollas". Metáfora esta que recuerda aquellas kennigar a las que alude Borges y que proponen  un híbrido triple entre vaquero, milonguero y saga.
Ahorro a los lectores la recreación del duelo final con tres parejas y los buenos bailarines del pueblo esperando el resultado mientras  comen  empanada y toman vino. La banda de flauta, guitarra, violín y banjo toca Lomuto  en el tejado. Una banda de pibes quema hormigas con el brazo fileteado mientras las parejas se estudian.
Como dije, una nueva aberración que seguramente habilitara algún copetin y posiblemente alguna película de bajo presupuesto.
Que sin duda será peor.

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