No hace mucho contábamos la aparición de Osvaldo Malandra en la "Milonga del Oriental", aparición pavorosa, si cabe, debido a la pésima calidad artística de este sujeto, que cantaba directamente sobre versiones instrumentales de grandes orquestas, arruinando y malversando los tangos en la creencia de ser una reencarnación de Tita Merello. Nos habiamos olvidado de su actuación, de la que salió huyendo con una ristra de chorizos embarrados. Pero el destino tiene a veces la forma de una piedra o mejor dicho de un iman que nos devuelve este tipo de sujetos que se creen artistas. El Caso es que deambulabamos con el amigo Romulo Papaguachi de camino al descanso el lunes, luego de la "Milonga del Pipa" que como muchas entra en receso en Agosto, por el calor, cuando sentimos en un callejón el familiar compás de un tango, que sonaba un poco distorsionado, mas reconocible. Guiándonos por el sonido fuimos derivando hacia una puerta marrón con un pequeño cartel en el que se leía "Milonga el cuartucho" y un poco más abajo "hoy, gran espectáculo Gran: orquesta bailable". Resistimos la necesidad de reposo del cuerpo y franqueamos la entrada, donde un hombre en camiseta y con auriculares, que estaría escuchando un cotejo de fútbol de otra latitud, nos pidió cinco euros y nos acompaño a la milonga, que se abría en todo su esplendor después de atravesar un pasillo húmedo. El hombre comento con risa sarcastica "Tienen suerte, el organizador y artista de la milonga canta ahora".
Cuando digo en todo su esplendor quiero decir que al atravesar unos cortinados parduscos tipo "Innuendo" nos encontramos con una estancia de ocho por ocho como mucho,tenuemente iluminada en la que apenas se percibian algunas sombras, con un escenario al fondo en el que se veían las siluetas de los músicos debajo de un telón torcido y dos o tres mesas, en las que había gente con jarras de sangria que mas bien parecía uno de esos contingentes de turistas a los que han traído engañados a ver un espectáculo del que no tienen idea. Cuatro parejas había bailando en la pista al ritmo de la orquesta, que tenia una sospechosa inmovilidad. Y en la barra al costado, el barman hacia extraños movimientos como si invocara a loas vudú. Juro que cuando salio de la barra y atraveso imprudente la pista temí que fuera a buscar una gallina. Pero no, se encamino al escenario y se puso a cantar.
Puesto el foco en su cara vimos en todo su esplendor y caradurez a Malandra, haciendo con su particular voz a lo Tita Merello una versión cantada de "El Flete," un tango que se acostumbra bailar instrumental por la Orquesta de D'arienzo. Pero el hombre no estaba conforme con la iluminacion asi que en un momento se acerco el foco a su cara e ilumino brevemente a los músicos. Romulo Papaguachi dio un respingo y me dijo "Mamita, toca con fantasmas, Esa es la Tipíca Victor que dejó de actuar en el 44"
Sentí al mismo tiempo un estremecimiento y una sospecha y al agudizar la vista pude comprobar que aquellos músicos eran en realidad cartones silueteados a tamaño real - mal cortados a tijera - a los que habían pegado la figura de los músicos de la "Típica Víctor" en perpetua sonrisa, sacados directamente de la tapa de algun disco y ampliados en fotocopia.
Salimos huyendo de aquel monumento al ego, la mediocridad y la locura que había construido Malandra tratando de olvidar para siempre aquel antro. No fuera a ser que las figuras de cartón mal cortadas cobraran vida de pronto y nos encerraran para siempre en el universo deforme de la esperpentica reencarnacion de "Tita Merello"
Cuando digo en todo su esplendor quiero decir que al atravesar unos cortinados parduscos tipo "Innuendo" nos encontramos con una estancia de ocho por ocho como mucho,tenuemente iluminada en la que apenas se percibian algunas sombras, con un escenario al fondo en el que se veían las siluetas de los músicos debajo de un telón torcido y dos o tres mesas, en las que había gente con jarras de sangria que mas bien parecía uno de esos contingentes de turistas a los que han traído engañados a ver un espectáculo del que no tienen idea. Cuatro parejas había bailando en la pista al ritmo de la orquesta, que tenia una sospechosa inmovilidad. Y en la barra al costado, el barman hacia extraños movimientos como si invocara a loas vudú. Juro que cuando salio de la barra y atraveso imprudente la pista temí que fuera a buscar una gallina. Pero no, se encamino al escenario y se puso a cantar.
Sentí al mismo tiempo un estremecimiento y una sospecha y al agudizar la vista pude comprobar que aquellos músicos eran en realidad cartones silueteados a tamaño real - mal cortados a tijera - a los que habían pegado la figura de los músicos de la "Típica Víctor" en perpetua sonrisa, sacados directamente de la tapa de algun disco y ampliados en fotocopia.
Salimos huyendo de aquel monumento al ego, la mediocridad y la locura que había construido Malandra tratando de olvidar para siempre aquel antro. No fuera a ser que las figuras de cartón mal cortadas cobraran vida de pronto y nos encerraran para siempre en el universo deforme de la esperpentica reencarnacion de "Tita Merello"
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