Para quienes no lo recuerden este blog se vio mermado en su capacidad logística, luego de que por una desgraciada combinacion de factores fuéramos a caer el fin de año a un bailongo de hadas milongueras en el que Piton Pipeta, el profesor Maradona y el Uruguayo Pococho se deslumbraron por el baile y la sensualidad de aquellos fantásticos seres, condenados a bailar sin parar. A duras penas escapamos, pero una parte de nosotros quedó en esa noche y en ese lugar. Arrastramos nuestra congoja entre la mesas del Bar "Roñoso", consumiendo anís turco, dejandonos la piel en las tandas de la "Milonga del Oriental" en donde por respeto nos dejaron las tres sillas vacías mirando hacia la puerta que es el balcón preferido de los desengañados y los que esperan a quien no vendrá. Estas ultimas semanas nos embrutecimos en los festejos de los aniversarios de la "Casa Valencia" y la "Milonga del Pipa" . Quisimos distraernos con los "Tangos Intimos de Mamone-Alcañiz". Incluso llegamos al extremo de buscar sosiego en la diáfana claridad de los vitrales de la "Sagrada Familia".
No nos sirvió de nada. Devorabamos pena con pan y chimichurri y mis versos aderezaban monocorde la tarde que era infinita noche cuando nos distrajo la voz como de pito de un sujeto que había estado zampandose los incomibles familiares de milanesa que el chef Cristino deja en bandejas cuya limpieza linda con la ilegalidad. El tipo en cuestión tenia la firmeza inamovible de una roca si alguien hubiera cometido el desatino de ponerle a una roca de sentarse en la playa camisa leñadora, chaleco de lana a rombos y una de esas chaquetas de un pardo indefinido por el uso. Le colgaban dos o tres collares del cuello y le asomaban por los bolsillos la misma cantidad de libros amarilleados y con tendencia a abrirse. Una cabellera blanco lejía, le caía cual monje envejecido hasta los hombros en desprolija simetría. Vimos que acompañaba la vianda con la cerveza artesana del establecimiento que Rudecindo, el dueño compro una vez a algún contrabandista sorbiendo complacido. La mirada profunda de aquel ser iba se detenía en nosotros y en otro libro desplegado en la mesa manchado de innúmeras pitanzas. Por fin pudimos comprender que nos estaba preguntando cuanto hacia que habíamos perdido a nuestros amigos. Contestado se acomodo buscando migas que hubieran quedado en sus vestidos y dijo. - Si hace dos meses se quedaron ahí no es nada. " No recuerdan los cuentos?, esos que vuelven del país de las hadas después de haber estado una noche allí y descubren que han pasado como 20 años?. El tiempo fantástico es relativo. Allí no habrán pasado aun ni 10 minutos."
Fue como si después de una de esas tandas Pugliesianas en las que a borde de pista comprobamos que las pibas con las que queremos abrazarnos han salido ya a bailar sonara de pronto un milongon inesperado y alegre. Deje de versar y una corriente de optimismo nos invadió al comprender que podíamos de alguna manera regresar al sitio aquel. Entonces el tipo que dijo llamarse Ricard Marolo, nos pregunto si podía acompañarnos. - "Hace tiempo me dejé algo por ahí y ya es hora de que vuelva a buscarlo. Les hice unos trabajos y nunca me pagaron lo que me debian. Pero tendremos que ir con gente resuelta y que no tema emplear la fuerza si la ocasión lo requiere." Y en ese preciso momento fue cuando entraron al bar los inclasificables tipejos que se encargaban de los Servicios Milongueros las 24 horas: Vieytes y Luconi, mercenarios, matones y arregla problemas. Nos miramos y supimos que con la ayuda de aquellos dos apaga broncas podríamos e iríamos a rescatar a nuestros muchachos de las garras de aquellas hadas sinvergüenzas... (continuará)
No nos sirvió de nada. Devorabamos pena con pan y chimichurri y mis versos aderezaban monocorde la tarde que era infinita noche cuando nos distrajo la voz como de pito de un sujeto que había estado zampandose los incomibles familiares de milanesa que el chef Cristino deja en bandejas cuya limpieza linda con la ilegalidad. El tipo en cuestión tenia la firmeza inamovible de una roca si alguien hubiera cometido el desatino de ponerle a una roca de sentarse en la playa camisa leñadora, chaleco de lana a rombos y una de esas chaquetas de un pardo indefinido por el uso. Le colgaban dos o tres collares del cuello y le asomaban por los bolsillos la misma cantidad de libros amarilleados y con tendencia a abrirse. Una cabellera blanco lejía, le caía cual monje envejecido hasta los hombros en desprolija simetría. Vimos que acompañaba la vianda con la cerveza artesana del establecimiento que Rudecindo, el dueño compro una vez a algún contrabandista sorbiendo complacido. La mirada profunda de aquel ser iba se detenía en nosotros y en otro libro desplegado en la mesa manchado de innúmeras pitanzas. Por fin pudimos comprender que nos estaba preguntando cuanto hacia que habíamos perdido a nuestros amigos. Contestado se acomodo buscando migas que hubieran quedado en sus vestidos y dijo. - Si hace dos meses se quedaron ahí no es nada. " No recuerdan los cuentos?, esos que vuelven del país de las hadas después de haber estado una noche allí y descubren que han pasado como 20 años?. El tiempo fantástico es relativo. Allí no habrán pasado aun ni 10 minutos."
Fue como si después de una de esas tandas Pugliesianas en las que a borde de pista comprobamos que las pibas con las que queremos abrazarnos han salido ya a bailar sonara de pronto un milongon inesperado y alegre. Deje de versar y una corriente de optimismo nos invadió al comprender que podíamos de alguna manera regresar al sitio aquel. Entonces el tipo que dijo llamarse Ricard Marolo, nos pregunto si podía acompañarnos. - "Hace tiempo me dejé algo por ahí y ya es hora de que vuelva a buscarlo. Les hice unos trabajos y nunca me pagaron lo que me debian. Pero tendremos que ir con gente resuelta y que no tema emplear la fuerza si la ocasión lo requiere." Y en ese preciso momento fue cuando entraron al bar los inclasificables tipejos que se encargaban de los Servicios Milongueros las 24 horas: Vieytes y Luconi, mercenarios, matones y arregla problemas. Nos miramos y supimos que con la ayuda de aquellos dos apaga broncas podríamos e iríamos a rescatar a nuestros muchachos de las garras de aquellas hadas sinvergüenzas... (continuará)
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