Entre los muchos despropósitos que surgen del cruce de dos géneros o dos disciplinas, acaso el mas extremo y delirante sea este "sanguchan, el tigre de la milonga" libro que ve ahora la luz después de tres supuestas décadas de justo olvido y que editorial "El Croto" pone al alcance de sus lectores, publico fiel y por lo visto poco exigente, que alimenta con sus ansias y su pésimo gusto, las arcas de esta empresa, que nunca puso ningún empeño en la calidad de sus publicaciones, sino mas bien en sacar el libro mas friki como un norte, un rumbo y una bandera bajo la cual cobijarse. Hace tiempo sospechamos que a los directores de esta casa editorial no solo le faltan algunos jugadores, sino que probablemente les hayan rematado el estadio, coloquial y siquiatricamente hablando e incluso hay quien afirma que los autores que publican son ellos mismos bajo seudónimos que inventan. Para ser crédulos, diremos que quien firma este "Sanguchan" es un autor casi desconocido como todos, un tal Desiderio Brubutale, cuya máxima aportación a la literatura, si hemos de seguir a la información de solapa, ha sido trabajar en publicaciones mensuales de alpinismo y tangencialmente en publicaciones tan oscuras como la "guia del tango de Leipzig" o el "anuario para colocadores de parquet de milonga de Idaho".
El nombre mismo es un descarado "homenaje" a Sandokan, aquel noble malayo, que desposeído de todos sus bienes y su familia por el imperio británico se dedica con sus tigrecillos y su fiel compañero Yañes de Gomera a robar todo lo que puede y a hacer estragos en las colonias. Sanguchan no lleva turbante, pero si un sombrero, el mismo sombrero blanco de ala corta con penacho azul - nota aparte el horrible dibujo de portada del libro - que luce en la milonga, sobre sus renegridos cabellos, tintados en betún, que estira también hacia cejas y poblado mostacho y le da esa mirada profunda y penetrante que inmoviliza a sus rivales e hipnotiza a las féminas con las que baila. Traje de tres piezas, cruzado, entallado,siempre el mismo modelo, con diferentes colores - uno para cada día del mes. Zapatos charolados terminados en punta, corbata a tono hecha de piel de ofidio o de tigre, los dos dientes delanteros de diamante, por haber "sufrido una sopapeada contra cinco patoteros Disarlianos que me discutian su superioridad sobre la de Canaro". No ejerce la violencia pero trasmite desde los ojos un aura inconfundible de peligro para el impertinente o el imprudente que lo empuja o puntinea en la ronda por su excesiva energía o ebriedad. No tolera el mal gusto , la falta de respeto, las mujeres u hombres que chillan, los que hacen excesivos firuletes y sobre todo detesta profundamente a los que encadenan sanguchito o giros, una costumbre que se esta poniendo de moda en las milongas de la alta sociedad a las que suele ir, acompañado por su inseparable amigo, el tano Fainá, conde del inodoro, así llamado por haber comprado sus títulos con sanitarios robados y que ahora es mano derecha y fiel amigo. Como no puede ser de otra manera, le acompañan, los "sanguchitos", veinte filibusteros de la peor laya entre los que destacan el negro Chantilli y el boliviano Kamamuli, que esperan en la puerta de los bailongos, cortejando a las desengañadas, a las despechadas o a las perdidas - figura así en el libro - y que estan listos para entrar en accion si Sanguchan ve mucho fifi o firuletes en la ronda y que copan la pista a la voz de "Sanguchitos, no os detengo mas" haciendo el bailongo "ameno y respetable de caminar y andar susurrando al oído como conviene a un milonguero despierto y que no anda haciendo mojigangas con la cara o embadurlandose con los pies".
Pero lo que de verdad molesta a sanguchan y lo pone casi al borde del frenesí de la batalla, es constatar que hombres casados sacan a bailar a pebetas hermosas en tanda de Pugliese. Brubutale parece recrearse en la descripción de la imposible barahúnda que arman los piratas si esto sucede. Lo que nos hace pensar que el mismo autor padeció en sus carnes la avivada de los casados u otros buitres que pululan por la milonga y no respetan a nadie. O su propia actitud pusilánime.
Y luego, huyendo de las pistas arrasadas, esta caterva de inservibles para la vida pública se dedican a lo que mejor saben hacer: entrar por la fuerza a centros comerciales recién abiertos e inaugurados y arrear todo lo que topan a su paso aprovechando la somnolencia de las fuerzas del orden y desplegándose como un terrible ejercito conquistador impostando la voz y usando bigotes y pelucas postizas. Joyas, muebles, electrodomesticos, coches, trajes, señoras de rebajas. Nada escapa a la rapiña de estos sabandijas, cuyo modus operandi, hemos de decir, solo podría funcionar en este libro o en cuentos infantiles.Que Sanguchan y sus secuaces salgan medio borrachos de la milonga a las seis o siete de la mañana y se metan a robar centros comerciales, que haya amasado una fortuna a base de collares de perlas y lavarropas, que la estrategia le funcione tanto tiempo sin que lo atrapen o pongan mas seguridad, que con esos golpes sea asquerosamente rico y pueda comprar una isla desde donde esconder el botín y contrabandearlo, no es creíble. Que además, después de todas las molestias que se toma para ser uno de esos tipos tan incorregiblemente interesantes que tienen locas a las mujeres no pueda conquistar, ni secuestrar - no olvidemos que es un rufián, con estilo, pero rufián al fin - a la única que de verdad le importa, Mariana la sobrina de Lord Chovet y se deje atrapar, para que ella, que ni siquiera lo tiene en cuenta, comience a extrañarlo, ya es un despropósito y una barrabasada. Pero que quieren.
Es editorial el croto.
Y con eso queda todo dicho.
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