Advertidos por nuestros leyentes sobre la baja e incluso borrosa calidad de las fotografías con las que ilustramos a veces los eventos milongueros a los que asistimos - no nos engañemos, las fotos las efectuamos a través de un móvil ITT-TELEFUNKEN , que adquirió Romulo Papaguachi en una tienda de ultramarinos y que perteneció a un agente de la KGB. - se decidió luego de una disputada contienda por el ultimo trozo de milanesa de una picada del bar "ROÑOSO, que debiamos contratar ateníamos un fotógrafo profesional, o un amateur entusiasta que oficiara de Paparazzi del tango. Un hombre acostumbrado al fasto y el oropel que hasta la más humilde de nuestras milongas esta mostrando. Un eficiente y mundano trabajador de la imagen que además fuera discreto en su labor, y no interrumpiera ese contacto tan intimo que se da entre las parejas que bailan, los que observan y los que se van enturbiando con anestesiantes etilicos para olvidar una decepción, una perdida, un dolor o una deuda de juego, encegueciendo a todos por igual con un flash perturbante. No aspirábamos a un Cappa, un Bresson o un Mateyko. Pero el hombre en cuestión debía trascender el formalismo de un fotógrafo de sociales para meterse en la piel de un artista, o simulacro de artista. Así, descartadas las tarjetas de fotógrafos recomendados, que teníamos guardadas entre plomeros, gasistas, carpinteros, canteros, picapedreros, fileteadores, músicos, cantantes, aventureros, matones, dentistas, saca budines, cocineros, catering, peluqueros, simuladores, mimos, payasos, nobles de alquiler, bailarines, coreógrafos, monjes tibetanos relapsos o gente rara y divertida para ocasiones aburridas, dimos al fin con la colorida tarjeta de un tal Zoilo C. Duceme que se anunciaba como "Imprimador de momentos únicos" y cuyo móvil nos pareció además el más fácil de recordar. 666666655. Ponía además una dirección electrónica y un face que rápidamente consultamos. La primera impresión, debemos decir, no fue favorable. Foto de perfil y portada abusaban de un borroneado que quería ser intencional, aunque podían percibirse los trazos de una impronta, una huella digital, y engrasada. El epigrafe, además de poco ingenioso era copiado. "ALLÍ DONDE ESTE EL MOVIMIENTO, ESTARÉ YO, Dijo Zoilo a sus discípulos". Lo que nos acercaba a las parábolas, o el hablar elíptico y metafórico de la Biblia. ¿Seria este hombre, uno de esos fanáticos fotógrafos de bautizo que aprovechan cualquier ocasión para escapar al tedio y la rutina, de eventos, bodas, despedidas, cenas de empresa o inauguraciones mientras leen en sus horas muertas versículos de los evangelistas?. ¿Estaríamos ante otro de esos mentecatos crédulos que compraron una cámara en liquidacion para espiar a lo James Stewart las intimidades del vecino?. La galería de fotos era un monumento al ego. Cada album empezaba con la frase Yo y ---- (mi familia, los muchachos de aeronautica, el club del palillo de oro, el Yeti, La cofradia de la polera, Lorenzo Von Materhorm, etc.). Sinceramente ya estábamos punto de quemar la tarjeta cuando vimos un detalle que nos había pasado desapercibido: una mancha leganosa que bien podía ser de champan y que resultó ser, vista a la lupa, una fotografia de Catulo Bernal, en una milonga en el momento en que embelesado veía pasar en la ronda a la muchacha de los vestidos floreados que lo hace palidecer cada vez que aparece. En la instantánea en primer plano se veía la expresión torturada de Catulo, nimbada por el destello del vestido de la muchacha, a la que se le adivinaba un ligero rubor que bien podía confundirse con timidez. De fondo, la pista llena de bailarines, con diferentes gestos, compuestos como una pintura. Y en cada uno, lo puedo garantir, se veía casi lo que estaban pensando en el momento de la imagen. Para mas datos el hombre había escrito en cursiva de impresión: Vals, "tu pálida voz", versión de Canaro con Carlos Roldan 1.19. minuto. exacto.
Ante este prodigio de precisión quisimos constatar poniendo en el "In Situ" la canción, atareando la tablet hasta encontrarla. Piton Pipeta, nuestro hombre de inteligencia sugirió que buscáramos una lupa o un cristal de aumento para no perdernos el detalle. Y luego, al llegar al 1.19 minutos, la imagen nos retrotrajo a aquella noche y todos, sin previo acuerdo desentendimos la mirada y la extraviamos, porque sabiamos que las lágrimas estaban tocando puerta en los parpados de Catulo. .Alli estaba todo: el sueño, el fin del sueño y un nuevo sueño, las oportunidades desperdiciadas, el gesto del vecino de mesa que intuye algo y levanta levemente la copa porque recuerda una experiencia similar, las muchachas que estan sentadas en la tanda, observando disimuladamente para ver si alguien las saca, el camarero cansado que ya quiere que todo termine para descalzarse de una vez o emborracharse hasta la mañana. La pareja que vino a buscar a un amigo y se quedaron fascinados por las evoluciones de la ronda. La torpeza de unos, la lascivia de otros, las miradas cruzadas en la pista y fuera de la pista, los aburridos, los que comprenden que la noche termino apenas empezaba y por ultimo Catulo, perdido en las palabras, conmovido y profundamente enamorado de su propia derrota.
Todo aquello vimos en esa imagen, como si se tratara de un Aleph milonguero. El hombre había fijado con su arte todas aquellas cosas y nos la ofrecia gustoso. Era una imagen perfecta, en toda su extension.
Llamamos. Agotamos cervezas, vinos, picadas y rondas en llamadas. Nadie contestó.
Al fin, perdida la esperanza, nos fuimos a la inauguracion de una revista nueva de tango y de milonga, con nuestro rudimentario ITT. para hacer las mismas horribles y olvidables fotos. O saquear las buenisimas fotos de Jordi Perez
Y entonces, avanzada la noche y la gala, comprendimos que podiamos prescindir del arte genial de C.Duceme, porque la fotografía, como un eco de la vida, precisa de cierta imperfeccion que completa la memoria y el deseo, para que hasta la noche más horrible tenga alguna arista emocional que la haga inolvidable, o al menos soportable y uno siempre se quede esperando o anhelando una de esas noches de milongas en que los pasos vayan acompasados con la iluminacion, la felicidad y el universo.
Ante este prodigio de precisión quisimos constatar poniendo en el "In Situ" la canción, atareando la tablet hasta encontrarla. Piton Pipeta, nuestro hombre de inteligencia sugirió que buscáramos una lupa o un cristal de aumento para no perdernos el detalle. Y luego, al llegar al 1.19 minutos, la imagen nos retrotrajo a aquella noche y todos, sin previo acuerdo desentendimos la mirada y la extraviamos, porque sabiamos que las lágrimas estaban tocando puerta en los parpados de Catulo. .Alli estaba todo: el sueño, el fin del sueño y un nuevo sueño, las oportunidades desperdiciadas, el gesto del vecino de mesa que intuye algo y levanta levemente la copa porque recuerda una experiencia similar, las muchachas que estan sentadas en la tanda, observando disimuladamente para ver si alguien las saca, el camarero cansado que ya quiere que todo termine para descalzarse de una vez o emborracharse hasta la mañana. La pareja que vino a buscar a un amigo y se quedaron fascinados por las evoluciones de la ronda. La torpeza de unos, la lascivia de otros, las miradas cruzadas en la pista y fuera de la pista, los aburridos, los que comprenden que la noche termino apenas empezaba y por ultimo Catulo, perdido en las palabras, conmovido y profundamente enamorado de su propia derrota.
Todo aquello vimos en esa imagen, como si se tratara de un Aleph milonguero. El hombre había fijado con su arte todas aquellas cosas y nos la ofrecia gustoso. Era una imagen perfecta, en toda su extension.
Llamamos. Agotamos cervezas, vinos, picadas y rondas en llamadas. Nadie contestó.
Al fin, perdida la esperanza, nos fuimos a la inauguracion de una revista nueva de tango y de milonga, con nuestro rudimentario ITT. para hacer las mismas horribles y olvidables fotos. O saquear las buenisimas fotos de Jordi Perez
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