Muchos hemos visto en la milonga payasos involuntarios. Seres que alentados por su propio ego se toman tan en serio como para caer en el ridículo y hacer las delicias de la concurrencia. Todos, sin excepción hemos caído alguna noche en ese papel. Para bien o para mal siempre seremos bufones para alguien. Pero el caso que nos ocupa es diferente. Dos milongueros que decidieron ser payasos de la milonga.
Carmelo Fiorito e Isidro Beban siempre fueron torpes en sus modales, maneras, forma de vestir y baile.
Y lo sabían.
Años de luchar en vano contra ello, hizo que decidieran, luego de tantos años de sinsabores, meterse directamente en el mundo del circo y la comedia, pero no en el circo. Cualquiera es payaso en el circo. Basta un poco de buena voluntad, maquillaje, un traje ridículo y la voz finita. Pero estos dos aspiraban a otra forma de arte. Sabían que la milonga es un espacio de por si surcado por las peores experiencias de la vida, los grandes temas de los que hablaba Shakespeare, llevados al mundano terreno de la gente de tango: la fugacidad de la vida, los amores contrariados, sentimientos no correspondidos o perdidos, la traición, la amistad y la confianza que no vuelve, los caballos que se llevan todo tu capital - No es Shakespeare, pero casi - la muerte, el extravío de las pelucas. Se asomaron al abismo Nietzschiano y el abismo les devolvió la mirada y les guiño un ojo. Lejos de amedrentarse, ellos le devolvieron el guiño y las sobras de un puchero.
Así nacieron SACADITA Y FIRULIN. SA.
Inicialmente se limitaban a presentarse en las milongas mas aburridas, aquellas en las que la seriedad cae como un manto en cada tanda, en donde ni milongas ni milongones, ni tangos picados bastan para animar a la concurrencia. Elegían a las dos que consideraban mas patosas y ante la incredulidad de todos se ponían a hacer toda suerte de figuras, una más lamentable que otra. No llegaban jamás a una tanda. La milonga en pleno se levantaba de sus asientos indignada para echar a esos impresentables y devolver al tango la patina que esos babiecas estaban desluciendo con sus morisquetas.
Y lo que había comenzado como un aburrimiento se transformaba en una milonga plena de momentos memorables, pasos únicos y romances fugaces.
Estuvieron haciendo estas suertes por una vasta zona de influencia, animando y revitalizando milongas que iban directamente al cierre. Fueron contratados por los dueños de esos mismos espacios, contribuyendo al relanzamiento de lugares tangueros caducos.
Tal fue su fama que no hubo milonga de importancia que no los contratara en uno u otro momento.
LLegaron a bailar en la única milonga que se hizo en el vaticano, donde no se permitían abrazos milonguero ni gancho ni volea a media altura.
Les llegó la fama, el reconocimiento, la profesionalidad y todo se les vino abajo por un error fatal: Tomarse lo que hacían con seriedad y despreciar a su público.
Hicieron clases, estudiaron a los grandes clowns y los mejores bailarines. Se fueron encasillando en un nivel de excelencia que les hizo perder toda espontaneidad. Se volvieron soberbios, comenzaron a burlarse de la gente que venia a reírse de ellos para olvidar sus penas. Abrieron una milonga y teteria, pero nadie quiso ir para que le tiraran vino a la cara o se rieran de su forma de bailar,
Las presentaciones comenzaron a ralear, los sitios a bajar de categoría.
Por su orgullo perdieron todo crédito. se presentaban borrachos a trabajar, con la ropa en condiciones lamentables.
La ultima presentación que hicieron fue en el club "LEÑA Y LEÑA" del Rosario, una fría noche de invierno.
Había en la concurrencia 30 personas.Ninguna se rió.
Afectados por este hecho abandonaron el ambiente del tango para sumirse en un discreto impase.
Hay quien dice que tienen un salón de cumpleaños infantiles, en donde además de hacer reír a los pequeños les enseñan a bailar.Pero no se sabe si son los originales.
Nadie quiere pagar para que se le rían en la cara payasos profesionales con ínfulas de grandeza. La vida toda esta llena de seres que se ríen de uno, como para tolerar a mercenarios sin escrúpulos. Antes bien, en nuestra necedad, elegimos regodearnos en aquellos pobres desventurados que nos despiertan compasión y risa al mismo tiempo con su baile, forma de vestir o actitud ante la vida.
Sin comprender que todos estamos en la pista, haciendo lo que podemos y como podemos.
Piensa en ello cuando te den ganas de criticar, por el solo hecho de salir del aburrimiento.
Y ponte a bailar con alma y vida, que es lo que de verdad importa.
Carmelo Fiorito e Isidro Beban siempre fueron torpes en sus modales, maneras, forma de vestir y baile.
Y lo sabían.
Años de luchar en vano contra ello, hizo que decidieran, luego de tantos años de sinsabores, meterse directamente en el mundo del circo y la comedia, pero no en el circo. Cualquiera es payaso en el circo. Basta un poco de buena voluntad, maquillaje, un traje ridículo y la voz finita. Pero estos dos aspiraban a otra forma de arte. Sabían que la milonga es un espacio de por si surcado por las peores experiencias de la vida, los grandes temas de los que hablaba Shakespeare, llevados al mundano terreno de la gente de tango: la fugacidad de la vida, los amores contrariados, sentimientos no correspondidos o perdidos, la traición, la amistad y la confianza que no vuelve, los caballos que se llevan todo tu capital - No es Shakespeare, pero casi - la muerte, el extravío de las pelucas. Se asomaron al abismo Nietzschiano y el abismo les devolvió la mirada y les guiño un ojo. Lejos de amedrentarse, ellos le devolvieron el guiño y las sobras de un puchero.
Así nacieron SACADITA Y FIRULIN. SA.
Inicialmente se limitaban a presentarse en las milongas mas aburridas, aquellas en las que la seriedad cae como un manto en cada tanda, en donde ni milongas ni milongones, ni tangos picados bastan para animar a la concurrencia. Elegían a las dos que consideraban mas patosas y ante la incredulidad de todos se ponían a hacer toda suerte de figuras, una más lamentable que otra. No llegaban jamás a una tanda. La milonga en pleno se levantaba de sus asientos indignada para echar a esos impresentables y devolver al tango la patina que esos babiecas estaban desluciendo con sus morisquetas.
Y lo que había comenzado como un aburrimiento se transformaba en una milonga plena de momentos memorables, pasos únicos y romances fugaces.
Estuvieron haciendo estas suertes por una vasta zona de influencia, animando y revitalizando milongas que iban directamente al cierre. Fueron contratados por los dueños de esos mismos espacios, contribuyendo al relanzamiento de lugares tangueros caducos.
Tal fue su fama que no hubo milonga de importancia que no los contratara en uno u otro momento.
LLegaron a bailar en la única milonga que se hizo en el vaticano, donde no se permitían abrazos milonguero ni gancho ni volea a media altura.
Les llegó la fama, el reconocimiento, la profesionalidad y todo se les vino abajo por un error fatal: Tomarse lo que hacían con seriedad y despreciar a su público.
Hicieron clases, estudiaron a los grandes clowns y los mejores bailarines. Se fueron encasillando en un nivel de excelencia que les hizo perder toda espontaneidad. Se volvieron soberbios, comenzaron a burlarse de la gente que venia a reírse de ellos para olvidar sus penas. Abrieron una milonga y teteria, pero nadie quiso ir para que le tiraran vino a la cara o se rieran de su forma de bailar,
Las presentaciones comenzaron a ralear, los sitios a bajar de categoría.
Por su orgullo perdieron todo crédito. se presentaban borrachos a trabajar, con la ropa en condiciones lamentables.
La ultima presentación que hicieron fue en el club "LEÑA Y LEÑA" del Rosario, una fría noche de invierno.
Había en la concurrencia 30 personas.Ninguna se rió.
Afectados por este hecho abandonaron el ambiente del tango para sumirse en un discreto impase.
Hay quien dice que tienen un salón de cumpleaños infantiles, en donde además de hacer reír a los pequeños les enseñan a bailar.Pero no se sabe si son los originales.
Nadie quiere pagar para que se le rían en la cara payasos profesionales con ínfulas de grandeza. La vida toda esta llena de seres que se ríen de uno, como para tolerar a mercenarios sin escrúpulos. Antes bien, en nuestra necedad, elegimos regodearnos en aquellos pobres desventurados que nos despiertan compasión y risa al mismo tiempo con su baile, forma de vestir o actitud ante la vida.
Sin comprender que todos estamos en la pista, haciendo lo que podemos y como podemos.
Piensa en ello cuando te den ganas de criticar, por el solo hecho de salir del aburrimiento.
Y ponte a bailar con alma y vida, que es lo que de verdad importa.
Comentarios
espero hasta muy pronto
Raúl