Hace un año contábamos la triste muerte del Leopaldo Barruco, Rabelesiano y pugliesista, que con su muerte inspiró un horrible cuadro al que se le atribuían poderes sanadores.
El cuadro, obra del pintor Caffada, presidia el velatorio y bajo su admonición, negados y sufridos milongueros percibieron un cambio en su ruinoso sino.
El cuadro se convirtió en estampita. Los afanes mercantilistas de los vivillos que nunca faltan le adosaron incluso una oración.
Todo milonguero de pro se encomendaba a San Finito Escabiadín. Los bolsillos y las carteras alojaban ajadas estampitas compradas en los chinos.
En la milonga hasta los mas burros tanteaban el compás con la delicadeza de una damisela de buena cuna y las voleas a media altura guiadas por el todopoderoso influjo de la estampita acariciaban el aire sin topar con extremidades ajenas ni provocar lesiones permanentes.
Hasta los melancólicos responsables de la guardia sanitaria nocturna, postergados por tantos tobillos quebrados a deshoras se habían acercado a la milonga para entonar su estribillo Poeiano: Nevermore mas never nunca mas mientras engargantaban un sauvignon blanc.
Todos éramos mejores hasta esta semana, en que repentinamente y sin que mediara disturbio ninguno, los que eran exquisitos productos de la evolución canyenguera se transformaron de pronto en horribles mostros parte tibias.
Los ayes de dolor oscurecían la cadencia. El llanto y el rechinar de dientes acallaban el humilde crepitar de las chorizos en la parrilla de La milonga del Oriental ese espacio infinito y atemporal en el que la suerte es generosa con el bueno y esquiva con el hombre o mujer ruin y de mal corazón.
La verdad, la horrible verdad nos fue dilucidada en los comentarios de Sami Boberson, un tejano expatriado por naturista, que se arrimaba al tango para curar un desengaño.
No lo entiendo. Tengo la protección de San Finito Escabiadín y bailo cada vez peor, decía desconsolado. Que pasa San Finito, me estas mejicaneando. Sacó la estampita y pudimos comprobar que lo que llevaba era una falsificación, una burda copia afeada en la adjetivación con unas ingratas arrobas. La estampita era un recorte de un pasquín, una revistilla que parecía tanguera.
Inmediatamente nos pusimos a la búsqueda de la publicación, preguntando a todos los horrísonos tangueros que en la semana habían quebrado a alguien.
Y si, como era previsible, todos llevaban a guisa de estampita y como protección un recorte mal hecho de la infame revista.
Hace apenas unas horas hemos constatado que la copia plagiada y malversada de la estampita que ha enderezado tantas piernas y corregido tantos compases desacompasados proviene de las fabulosas orillas del Rosario, concretamente de un pasquín intitulado Rosario de Tango donde se han atrevido a mancillar el recuerdo del Leopaldo Barruco para propósitos espurios, sin consultar siquiera a su autor.
Podemos perdonar cualquier cosa, pero el plagio y la falta de gracia no.
Por eso hemos llamado prestamente al Doctor Chantílli, un picapleitos profesional con bufete ajeno(tiene oficina en el patio polvoriento de una estación de servicio, donde duermen a veces los mochileros y los camioneros cambian sus neumáticos) para que tome cartas en el asunto.
El doctor nos aseguró que hará todo lo posible para dejar a los autores del latrocinio virtualmente con el culo al aire.
Nos mueve sobre todo la justicia y la razón. Los poderes sanadores de la estampita comienzan a revertir. Podrían atenazar las piernas del milonguero mas versado, destrozar parejas, disuadir cordialidades y destrozar mesas de amigos de ocasión.
Si la estampita se reproduce en lugares inconvenientes podría ser el fin del mundo milonguero tal y como lo conocemos...
Volveríamos a la decadente miseria del que esta solo y compite en la pista por su ego, sin amor, sin fé y sin amigos.
Que es lo que sin duda le pasara al que tuvo la mala idea de atribuirse la idea en su afán de dar la gracia.
Aquí está la estampita, la única, la autentica, la legítima.
Que san Finito guie tus pasos y tu corazón. Y te disuada de macular con falsas promesas de originalidad la obra de los otros...
Comentarios
Compren la original muchachos, yo se lo que les digo.