Volvi luego de un tiempo a los pagos que me vieron nacer, los Pergaminos.
En Pergamino nunca hubo mucho movimiento milongueril: algunas milongas aisladas en el espacio y en el tiempo en clubes o en reductos sin grandes pretensiones que nunca se mantuvieron muchas temporadas.
Recibi los rudimentos y los sacramentos milongueros en Rosario, cuna de grandes amigos que me acompañan en el pensamiento. Algunos siguen allí, otros han volado en otras direcciones.
Por eso me sorprendió gratamente cuando hace año y medio pude constatar la existencia de un movimiento juvenil Pergaminense que amenazaba con transformarse en algo serio.
Quien me anoticiaba de los movimientos y los lugares era el carnicero de la esquina de la casa paterna, la casa de mi infancia, conocedor de donde y cuando habia milongas.
Debi comprender que algo habia cambiado en cuanto vi desde la puerta de mi casa que la carniceria "Casi" ya no estaba.
El hombre estaba desarmando sus ultimos enseres para dedicarse a otro negocio. En breves palabras me anoticio sobre la unica milonga superviviente: una milonga al aire libre, los domingos, aglutinada por la voluntad de un milonguero joven a quien conocia de mi anterior visita: Leo.
Me acerque. Seis o siete parejas bailaban todavia. Leo aguantaba a pie firme al lado del equipo, como un Titan que quisieran borrar los vientos del olvido.
El domingo que viene sera la última milonga al aire libre, ante la inminencia de un otoño que se prevee crudo.
Luego, la raza de los milongueros pergaminenses peregrinara en busca de otros poblerios milongueros buscando su lugar en el mundo, parias entre los parias, soñadores de un sueño tanguero que nunca cuaja, que nunca se realiza quiza por la indiferencia total de los dueños de locales o su codicia.
Mi Humilde homenaje para todos los que como ellos no se entregan y siguen esperando sin desesperar, bailando en milongas ajenas con las piernas firmes...
En Pergamino nunca hubo mucho movimiento milongueril: algunas milongas aisladas en el espacio y en el tiempo en clubes o en reductos sin grandes pretensiones que nunca se mantuvieron muchas temporadas.
Recibi los rudimentos y los sacramentos milongueros en Rosario, cuna de grandes amigos que me acompañan en el pensamiento. Algunos siguen allí, otros han volado en otras direcciones.
Por eso me sorprendió gratamente cuando hace año y medio pude constatar la existencia de un movimiento juvenil Pergaminense que amenazaba con transformarse en algo serio.
Quien me anoticiaba de los movimientos y los lugares era el carnicero de la esquina de la casa paterna, la casa de mi infancia, conocedor de donde y cuando habia milongas.
Debi comprender que algo habia cambiado en cuanto vi desde la puerta de mi casa que la carniceria "Casi" ya no estaba.
El hombre estaba desarmando sus ultimos enseres para dedicarse a otro negocio. En breves palabras me anoticio sobre la unica milonga superviviente: una milonga al aire libre, los domingos, aglutinada por la voluntad de un milonguero joven a quien conocia de mi anterior visita: Leo.
Me acerque. Seis o siete parejas bailaban todavia. Leo aguantaba a pie firme al lado del equipo, como un Titan que quisieran borrar los vientos del olvido.
El domingo que viene sera la última milonga al aire libre, ante la inminencia de un otoño que se prevee crudo.
Luego, la raza de los milongueros pergaminenses peregrinara en busca de otros poblerios milongueros buscando su lugar en el mundo, parias entre los parias, soñadores de un sueño tanguero que nunca cuaja, que nunca se realiza quiza por la indiferencia total de los dueños de locales o su codicia.
Mi Humilde homenaje para todos los que como ellos no se entregan y siguen esperando sin desesperar, bailando en milongas ajenas con las piernas firmes...
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