El "Leopardo" Baruje era uno de esos seres que en la milonga no pasan desapercibidos. Dueño de una voz profunda y una erudición confusa y desactualizada era ante todo un tragon. Por la mesa del Leopardo pasaban en noches tranquilas tres o cuatro botellas de Chianti "El Tano Chanta" que acompañaban dos docenas de triples de miga, una milanesa a caballo y crudité de noquis, su plato favorito. El leopardo no convidaba pero no daba la opcion a la envidia: aderezaba todos sus platos con un menjunje picante y gomoso que en sus palabras "Me sacara de la pobreza, cataplumbandome a la elipsis de la alta gastroenteritis". (Como Truman Capote, El leopardo devoraba a diario páginas enteras del Gran Larousse ilustrado zampandose a la par sushi de bondiola, lo que dificultaba su correcta percepcion de las acepciones).
El Leopardo era Pugliesiano nativo y por opción: su digestión desmesurada le impedia cualquier milonga rápida.
Hace tres meses salió a bailar una tanda que en su sapiencia confundió con Don Osvaldo.
El pinchadiscos, un pibe nuevo discipulo de Picherna quiso experimentar con la concurrencia y se largó a poner Al Sexteto mayor.
El Leopardo Baruje quedó tendido en la pista mientras sonaban los acordes acelerados de la versión del Choclo.
El velorio y el entierro, como corresponde al de un milonguero de ley fue respetuoso y breve. El pintor Caffada donó un cuadro horrible que volvió a aparecer esa misma noche en la milonga.
El Nenito Bengolea, negado para cualquier asunto del baile lo rozó sin querer y en todas las tandas destacó por su estilo impecable y certero.
Marcelita la del Bosal asistente asidua y jamás bailante se cambió detras del cuadro y bailó toda la noche dandose el lujo de elegir acompañante.
Otamendi, el migrañoso, un tipo aquejado desde su niñéz por los dolores de cabeza y el alcohol acercó el cuadro a su frente y al otro dia no tenia rastro ninguno de resaca.
Ante la avalancha de portentos y milagros El pintor Caffada se apresuro a pactar con una imprenta religiosa la comercializacion de estampitas de lo que dio en llamar "SAN FINITO ESCABIADIN".
Ahora no hay tipo en la milonga que no tenga una.
Y aunque sea un engañapichanga damos por bueno el poder de la estampita y la reproducimos aqui, para que nos ayude en esas noches negras en las que no damos una...
El Leopardo era Pugliesiano nativo y por opción: su digestión desmesurada le impedia cualquier milonga rápida.
Hace tres meses salió a bailar una tanda que en su sapiencia confundió con Don Osvaldo.
El pinchadiscos, un pibe nuevo discipulo de Picherna quiso experimentar con la concurrencia y se largó a poner Al Sexteto mayor.
El Leopardo Baruje quedó tendido en la pista mientras sonaban los acordes acelerados de la versión del Choclo.
El velorio y el entierro, como corresponde al de un milonguero de ley fue respetuoso y breve. El pintor Caffada donó un cuadro horrible que volvió a aparecer esa misma noche en la milonga.
El Nenito Bengolea, negado para cualquier asunto del baile lo rozó sin querer y en todas las tandas destacó por su estilo impecable y certero.
Marcelita la del Bosal asistente asidua y jamás bailante se cambió detras del cuadro y bailó toda la noche dandose el lujo de elegir acompañante.
Otamendi, el migrañoso, un tipo aquejado desde su niñéz por los dolores de cabeza y el alcohol acercó el cuadro a su frente y al otro dia no tenia rastro ninguno de resaca.
Ante la avalancha de portentos y milagros El pintor Caffada se apresuro a pactar con una imprenta religiosa la comercializacion de estampitas de lo que dio en llamar "SAN FINITO ESCABIADIN".
Ahora no hay tipo en la milonga que no tenga una.
Y aunque sea un engañapichanga damos por bueno el poder de la estampita y la reproducimos aqui, para que nos ayude en esas noches negras en las que no damos una...
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