Quien no ha oído del poeta de la milonga, Catulo Bernal, su tablet llena de manchas de choripan y sus poemas que con incontinencia verbal va descargando como una forma de exorcismo?. En la milonga del Oriental pueden bailar robots reales o humanos, haber desafio individual o en grupo de malambo o vals, o una improvisada lucha a muerte entre borrachos salgarianos al estilo tugh con hilo choricero requemado, que el hombre permanece fiel a su estilo, en su mesa, los ojos entreabiertos oteando el paisaje y al mismo tiempo las novedades de la red. No lo inquietan ni los desaforados gestos de dolor de los que reciben un taconazo en medio del pie, la malevolencia de los malintencionados que no suelen bailar y se dedican a criticar a los novatos, o a los que llevan bailando quince años pero siguen siendo novatos, ni los cómicos y rápidos visteos del pibe Pergamino, habitué del Oriental y de tantas milongas. No lo acongoja el tiempo o el mal tiempo o la falta de tiempo. no sufre por la pista vacia, o llena, o caotica. Apenas es una persona sentada a una mesa, sin terciar en bizantinas discusiones, ni gargantuescas comilonas de picada mixta. Extiende su mano cada tanto hacia una copa de vino, o anis y sigue ensimismado en sus pensares.
Pero hay algo que si lo desanima. No hace mucho, publicó en la crónica de la Casa Valencia y de sus palabras pudimos percibir un alma atormentada por un metejon esquivo. Apenas nota la singular fragancia de la piba que lo somete al mal amor, todo su yo se transforma en un alma sentiente y en congoja. Titubea, se da a la bebida, pierde arrestos y se engalana exageradamente. Sufre arrebatos de valor y cobardía, pero al mismo tiempo - lo que es digno de ver - y como no puede expresar de otra manera se suelta a escribir horrendos versos que decoran las mesas de la milonga amarilleando durante semanas. Sus amigos apenas tenemos tiempo de recoger apresuradamente estas muestras de un ser que sufre. En la ultima recolección, manchadas con vino y saliva, fuimos capaces de salvar estos dos poemas. No se si los disfrutaran. En todo caso, por justicia poética le debemos su difusión a este amigo, sensible en su natural, angustiado en las ocasiones en que la mujer que no lo deja pensar con claridad se muestra en la milonga. Ahí va.
El destino de un hombre, no lo puede saber ninguna ninfa.
Soy carne y lágrimas, humores y arrebatos.
El camino que quiso trazar con su desden es empinado.
Ella que me decía, que pronto encontraría sustituta.
que mi amor, era apenas una idea y no la percepción de un ser
de un otro con otras y profundas diferencias
sino un llenar el vacío de otro amor perdido.
Donde quedaron sus palabras tiernas y las mías,
los momentos que di y que me fallaron,
como le falla el paso al que le falta el suelo
y vive sin vivir y renunciando?
Donde se decidió que esto no era posible,
y ni siquiera, sino tan solo, y ridículamente
que no era viable?.
Me lo pregunto ahora, cuando nada es hoy
y hoy apenas fue penas.
Y si se quedaron con mas ganas de patetismo. Si por casualidad estaban felices y contentos con el vídeo del león que se come a un milonguero que se larga a enseñar en medio de la pista a su pareja o con la descostillante historia de la milonguera que organiza una milonga en su loft, sin tener en cuenta que puso en el centro del mismo el inodoro, vean esta otra muestra del poeta, en donde se regala con mas lágrimas y alcohol.
Ahí. Aquí. Yo. Y el frío.
debajo del mantel, la cara sempiterna del borracho de turno,
entregado a su sueño de garnacha.
Tiene la inconciencia que buscó.
En cambio yo, que he arrastrado alcoholes en mi fuga
mi ganas de correr lejos de la milonga,
estoy aquí, en lucida resaca
viendo como se rompen, como boletos de la lotería inútiles
mis horas, mi sueños y esa poca alegría que tuve alguna vez.
cuando entonces era seria, o podríamos O probamos?
Ahí. allí. Ella. La angustia.
la angustia que es mi amada mas fiel,
la que no me abandona.
Boca sin sombra y ojo sin luz.
Diez centímetros apenas nos separan.
Y todo el universo.
Esta muy mal el hombre. y si lo publicamos es para ver si viendo los pedazos en los que se esta transformando progresivamente, reacciona y se pone a la acción nuevamente. Aunque no sabemos, si es condición indispensable para sus versos, experimentar el dolor en alma viva.
En todo caso, si lo ven peripatetico con su tablet en las milongas, dejenlo deambular, invitenlo a un trago o convidenle palabras de cariño. Con su obstinada tristeza no nos deja disfrutar del vídeo del milonguero que le hace un sanguchito a un cocodrilo, o la del otro gordo al que se le engancha el peluquin en los aros de la compañera. Necesitamos dejar de oír sus ayes lastimeros y sus suspiros hondos para volver a escuchar el familiar sonidos de las tripas hambrientas de las tres de la mañana o las carcajadas de los que se burlan de los tilingos o los mal vestidos o el sano canturriar de los compañeros de copas.
Necesitamos que vuelva Catulo. Así podremos emborracharnos por el gusto de hacerlo y no por camaradería. Así podremos volver a bailar con gusto, dejandonos los pies en cada tanda y no obligados, para no oír sus plañideras desatadas.
Volvé catulo, Volvé!!!!
Pero hay algo que si lo desanima. No hace mucho, publicó en la crónica de la Casa Valencia y de sus palabras pudimos percibir un alma atormentada por un metejon esquivo. Apenas nota la singular fragancia de la piba que lo somete al mal amor, todo su yo se transforma en un alma sentiente y en congoja. Titubea, se da a la bebida, pierde arrestos y se engalana exageradamente. Sufre arrebatos de valor y cobardía, pero al mismo tiempo - lo que es digno de ver - y como no puede expresar de otra manera se suelta a escribir horrendos versos que decoran las mesas de la milonga amarilleando durante semanas. Sus amigos apenas tenemos tiempo de recoger apresuradamente estas muestras de un ser que sufre. En la ultima recolección, manchadas con vino y saliva, fuimos capaces de salvar estos dos poemas. No se si los disfrutaran. En todo caso, por justicia poética le debemos su difusión a este amigo, sensible en su natural, angustiado en las ocasiones en que la mujer que no lo deja pensar con claridad se muestra en la milonga. Ahí va.
El destino de un hombre, no lo puede saber ninguna ninfa.
Soy carne y lágrimas, humores y arrebatos.
El camino que quiso trazar con su desden es empinado.
Ella que me decía, que pronto encontraría sustituta.
que mi amor, era apenas una idea y no la percepción de un ser
de un otro con otras y profundas diferencias
sino un llenar el vacío de otro amor perdido.
Donde quedaron sus palabras tiernas y las mías,
los momentos que di y que me fallaron,
como le falla el paso al que le falta el suelo
y vive sin vivir y renunciando?
Donde se decidió que esto no era posible,
y ni siquiera, sino tan solo, y ridículamente
que no era viable?.
Me lo pregunto ahora, cuando nada es hoy
y hoy apenas fue penas.
Y si se quedaron con mas ganas de patetismo. Si por casualidad estaban felices y contentos con el vídeo del león que se come a un milonguero que se larga a enseñar en medio de la pista a su pareja o con la descostillante historia de la milonguera que organiza una milonga en su loft, sin tener en cuenta que puso en el centro del mismo el inodoro, vean esta otra muestra del poeta, en donde se regala con mas lágrimas y alcohol.
Ahí. Aquí. Yo. Y el frío.
debajo del mantel, la cara sempiterna del borracho de turno,
entregado a su sueño de garnacha.
Tiene la inconciencia que buscó.
En cambio yo, que he arrastrado alcoholes en mi fuga
mi ganas de correr lejos de la milonga,
estoy aquí, en lucida resaca
viendo como se rompen, como boletos de la lotería inútiles
mis horas, mi sueños y esa poca alegría que tuve alguna vez.
cuando entonces era seria, o podríamos O probamos?
Ahí. allí. Ella. La angustia.
la angustia que es mi amada mas fiel,
la que no me abandona.
Boca sin sombra y ojo sin luz.
Diez centímetros apenas nos separan.
Y todo el universo.
Esta muy mal el hombre. y si lo publicamos es para ver si viendo los pedazos en los que se esta transformando progresivamente, reacciona y se pone a la acción nuevamente. Aunque no sabemos, si es condición indispensable para sus versos, experimentar el dolor en alma viva.
En todo caso, si lo ven peripatetico con su tablet en las milongas, dejenlo deambular, invitenlo a un trago o convidenle palabras de cariño. Con su obstinada tristeza no nos deja disfrutar del vídeo del milonguero que le hace un sanguchito a un cocodrilo, o la del otro gordo al que se le engancha el peluquin en los aros de la compañera. Necesitamos dejar de oír sus ayes lastimeros y sus suspiros hondos para volver a escuchar el familiar sonidos de las tripas hambrientas de las tres de la mañana o las carcajadas de los que se burlan de los tilingos o los mal vestidos o el sano canturriar de los compañeros de copas.
Necesitamos que vuelva Catulo. Así podremos emborracharnos por el gusto de hacerlo y no por camaradería. Así podremos volver a bailar con gusto, dejandonos los pies en cada tanda y no obligados, para no oír sus plañideras desatadas.
Volvé catulo, Volvé!!!!
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