Quien no ha oído del poeta de la milonga, Catulo Bernal, su tablet llena de manchas de choripan y sus poemas que con incontinencia verbal va descargando como una forma de exorcismo?. En la milonga del Oriental pueden bailar robots reales o humanos, haber desafio individual o en grupo de malambo o vals, o una improvisada lucha a muerte entre borrachos salgarianos al estilo tugh con hilo choricero requemado, que el hombre permanece fiel a su estilo, en su mesa, los ojos entreabiertos oteando el paisaje y al mismo tiempo las novedades de la red. No lo inquietan ni los desaforados gestos de dolor de los que reciben un taconazo en medio del pie, la malevolencia de los malintencionados que no suelen bailar y se dedican a criticar a los novatos, o a los que llevan bailando quince años pero siguen siendo novatos, ni los cómicos y rápidos visteos del pibe Pergamino, habitué del Oriental y de tantas milongas. No lo acongoja el tiempo o el mal tiempo o la falta de tiempo. no sufre por ...