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La casa, mi vereda y el buzón - Por Cátulo Bernal.

AVENTURAS MILONGUERAS DE ENCIERRO Bailamos en la milonga improvisada de la sala. Limpiamos. Volvemos a bailar. Creamos muebles nuevos para la nueva casa. Diseñamos vestidos, vestuarios y acontecimientos para el día que la cuarentena nos deje por fin ir a casarnos al hostal de los señores Mawartz. Inventamos nuevos juegos con las cartas, Hacemos castillos, creamos universos para que Adolfito  los destroce con sus felinas uñas sin cortar. Cocinamos, comemos, limpiamos, volvemos a cocinar. Nina trabaja telemáticamente y yo escribo. Hago clases de escritura creativa para mis abandonados alumnos y Nina diseña. Cocinamos, comemos, limpiamos. Mi padre  revisa sus notas sobre milongas vistas, milongas imaginadas y aquellas a las que quiere ir cuando la geografía vuelva a alargarse. Y todo el tiempo habla, y habla y habla. La primera noche de amor después de dos semanas separados la voz de papá me hizo saltar de la cama dejando abandonadas las caricias. Me asome al pasillo y a la puert...

Volviendo a casa

Íbamos adelante  queriendo hacer las paces con mi pasado y buscando a mi padre Clemencio. Y resulta que estaba detrás, allá en mi hogar futuro, sentado y conversando amablemente con Nina. Así que dejamos  las Tangomaratones que comienzan a clausurarse por riesgo de contagio  y nos apuramos a volver por caminos que empiezan a cerrarse.  Romulo Papaguachi Duerme en el asiento trasero del tangomovil cansado de las horas, los todos incluidos, las anécdotas. Piton Pipeta  intenta conferencia con Martita vía móvil. Diogenes Pelandrun habla de las mascaras que en tiempos de la peste protegían a los médicos, una representación del escribano de los dioses egipcios, Thot, el de la cabeza de ibis.  Y yo me veo  de purpura y bailando a la luz de la luna en la glorieta del hostal milonguero de los señores Mawartz. Devoramos distancia  y si hay que pasar fronteras nos sirve que el tangomovil tenga aun la impronta del su anterior dueño, el  párroco exo...

LIBRO DE LAS MILONGUILLAS III (Buscando a Clemencio)

«Quienes conozcan los abruptos acantilados de Cornualles no dejaran de preguntarse porque a Linder Crusfish, milonguero  de importación e improbable nacionalidad, venido a más luego de varias temporadas frecuentando los peores tugurios bailables del planeta se le ocurrió montar una pista en Lands End, el fin de la tierra visto desde el lado de las Islas Británicas. Si uno  tiene la suerte de encontrar y en consecuencia preguntar a un milonguero natural de aquella céltica comarca, este hipotético bailarín hablara de leyendas artúricas o mitos que prefiguraron una rara forma de bailar milonga avant la milonga y que el emprendimiento delirado de Crusfihs buscaba en realidad  un receptáculo de poder  telúrico tal y como los buscadores de leyendas buscan la espada Excalibur o la cueva donde Merlín, el mago vegeta prisionero. El caso es que el hombre se hizo traer en helicóptero una pista prefabricada con madera de roble y asentándola con  seis estacas de hierro de me...

LOS TRES MILONGUEROS DE DALECHANCHO FUMÁS - Comentado por A. Gurrietes Borges

Editorial EL CROTO,  consciente de los tiempos que nos tocan vivir, acaba de sacar un nuevo bodrio para distraer o sus seguidores y desesperar —tiemblo al pensarlo— a todos esos pobres desgraciados en confinamiento con esta única lectura. Fruto de alguna de sus muchas fiestas de pre-presentación en la que los amigos del editor  y poetastro Dalmacio Ganci dan pábilo a sus desventuras literarias en egotistas orgías esta gruesa adaptación de la obra Dumas/Maquet tiene su correspondiente en la dupla Fumás/Chaquet.  Sabido es que Dumás se llevó el crédito literario aunque acabó en la ruina mientras Maquet acabó sus días en la riqueza. Cosa que no se espera de estos dos sirvientes del patetismo a quienes habrán olvidado en la próxima bacanal. Vayamos directamente al monstruo, adelantando desde ya que los supuestos escribas son cómplices de un inverosímil cruce entre la novela original, la literatura gauchesca y —el cerebro nos mantenga coherentes— la ciencia ficción. Si  m...

LIBRO DE LAS MILONGUILLAS II(BUSCANDO A CLEMENCIO)

Es curioso como el ingenio del ser milonguero obtiene diversión de la torpeza ajena. Si a la primitiva costumbre de criticar de los patriarcas y matriarcas de  mesa y  vino le agregamos la innovación tecnológica, obtenemos algo similar a lo que ocurre en la única milonga de la inexistente ciudad japonesa de Kamorisu. Digo inexistente porque la ciudad es un plató de filmación abandonado en Italia,  un basamento real construido por encargo para  la animación virtual de una ciudad ideal creada por  diez mil hikikomoris que la habitan sin salir de su habitación. En esta imposible locación ha encontrado refugio una pequeña comunidad de milongueros que, haciendo uso de una de las salas principales han montado impunemente su milonga, bajo la dirección de dos parejas Argentinas con ansia y sin dinero.  Allí, todas las noches estos caraduras de catalogo, que malviven o sobreviven del turismo milonguero y los despistes entre las tablas y los cartones decorados, cob...

LIBRO DE LAS MILONGUILLAS (Buscando a Clemencio) Por Catulo Bernal.

La Milonga de Sucundum debe su nombre al enano volcán extinto donde se asienta. La ambición y la locura del hombre han puesto sobre la superficie del cono una cúpula de plástico azulenco que aprovecha la luz natural para iluminar la gigantesca sala y una permanente muestra de arte de lava, con objetos minerales  o animales de forma curiosa y una atracción sujeta a la roca volcánica: un Drakkar con cuatro vikingos en siesta eterna desde la única erupción registrada en 1273, que sirve como no podía ser de otra manera como altar de peregrinación y barra con un envidiable surtido de cervezas artesanas y otros brebajes.. Se accede al interior por un agujero horadado en la roca y se llega luego de sortear algunas galerías al centro de la erupción.  En el centro mismo, allí donde la tierra manifestó su inconformismo eructando sin mayores consecuencias Ignor Cruster, millonario y filántropo empresario del tango, puso su pista de madera de abeto ruso encerada con aceites noruegos de na...

¿CATULO BERNAL SE CASA? - por Diogenes Pelandrun

Son las ocho de la mañana. El frío empaña los cristales del tangomovil negro del filosofo Pelandrún. La carretera es una cinta larga, aburrida. La expectación me mantiene despierto. En el asiento de atrás Piton Pipeta y Rómulo Papaguachi duermen. El coche que fue de un cura se mete en el carril contrario. Grito para despertar a Diógenes. Le sirvo un mate. Estamos viajando por impulso. El mismo impulso que me llevó a preguntarle a Nina si se quería casar cuando volvió de sus vacaciones. Quedó en silencio. Bajo la vista. Sonrió. Me miró con esos ojos que son como el mar de una playa mansa.  Me dijo:    Necesito saber que si te vas un tiempo la casa se va a llenar de  ausencia y aunque este bien querré que me acompañes. Extrañarte en mi mundo. En mi lugar y que me extrañes  en tu mundo, ese hotel embrujado, la milonga, el bar,  tus amigos. Necesito saber que aunque los dos podemos estar solos o llenos de esas cosas y personas  que pueblan nuestras h...