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¿CATULO BERNAL SE CASA? - por Diogenes Pelandrun

Son las ocho de la mañana. El frío empaña los cristales del tangomovil negro del filosofo Pelandrun. La carretera es una cinta larga, aburrida.La espectación me mantiene despierto. En el asiento de atrás Piton Pipeta y Romulo Papaguachi duermen. El coche que fue de un cura se mete en el carril contrario. Grito para despertar a Diogenes. Le sirvo un mate. Estamos viajando por impulso. El mismo impulso que me llevó a preguntarle a Nina si se quería casar cuando volvió de sus vacaciones. Quedó en silencio. Bajo la vista. Sonrió. Me miró con esos ojos que son como el mar de una playa mansa.  Me dijo:   Necesito saber que si te vas un tiempo la casa se va a llenar de  ausencia y aunque este bien querré que me acompañes. Extrañarte en mi mundo. En mi lugar y que me extrañes  en tu mundo, ese hotel embrujado, la milonga, el bar,  tus amigos. Necesito saber que aunque los dos podemos estar solos o llenos de esas cosas y personas  que pueblan nuestras horas, mejor será que estemos juntos compartiendo.  No quiero que esto que vamos construyendo entre los dos  sea una necesidad, ni una imposición. Hay cosas que cerrar antes de nuestra boda. Si esperamos una semanas sin vernos el reencuentro y el rito serán inolvidables. Quiero. Te quiero. Mándame versos escritos en entradas. No me veas. Extrañame. Dijo.   Y al ver que todas las noches  los pies y el corazón se me iban sin pensar hasta su casa los muchachos me secuestraron cuando termino la Milonga del Oriental.
Y aquí estamos. Yendo de tango maratón por la carretera vacía, mientras en el coche suena Pugliese-Moran Barro. 
«Qué soporté miserias y dolor en esta lucha cruel del hombre».
Tengo miedo.
El mate despierta a Pelandrún.
—Vamos a hacer de cuenta que esto es una larga despedida de soltero antes de que tu vida cambie. Vamos a divertirnos y quemar esos versos tristes del Cátulo quejoso. 
Ahora el coche va recto.
—La medida de esta ausencia se me hace eterna. Pero no puedo volver ahora, tan pronto. No quiero que nuestro amor sea para mi  como  un trago de wiski para un  borracho ansioso. Pero ¡Cuanto me cuesta! Parezco el Borges de El amenazado.
—Normal. No estas acostumbrado a un querer largo. Y ella es una mujer independiente, fuerte. Con mucho dolor en el pasado. Sin ese imperativo y opresor llamado del reloj biológico.
—Es verdad. De todos los futuros posibles el de padre es el que menos me queda. Puedo verme como un poeta milonguero de familia. Pero la paternidad... A Nina no le hace mucha gracia tampoco la conjunción de las palabras materno-infantil.
—Mejor. Así vendrán a milonguear cuando se les antoje. Se sentarán a compartir su nueva vida y picadas al pie de pista. Hablaremos de milongueros que ya no están, de otros que se perdieron en la vida conyugal, como ustedes. Apreciaremos la ansiedad y las ganas de la nueva generación. Tus discípulos vendrán queriendo imitar tu estilo de vestir y algunos poemas que serán copias de versos tuyos. Y la pista seguirá girando en el sentido contrario a las agujas del reloj. Todo eso.
—¿Y si no funciona?  Nunca me he sentido muy cómodo en la alegría.
—No digas pavadas.  La falta de sueño te está afectando. Se nota que están rabiosamente enamorados. Lo que a vos te da miedo son los cambios. Te gusta esa pose del poeta triste, errabundo, que pasa sus días escribiendo en el bar, mide la vida al pie de la pista, se cansa bailando y cuando no puede más se va a dormir a las tantas porque teme a los fantasma de su hogar embrujado.  Aunque si fuera por mi no habría  necesidad de boda. Ritos. papeleo. Al amor del casado le suben muchos los impuestos. Por eso hay tanto casamiento chueco.
—Somos gente de ritos. Nuestra boda será una ceremonia extraña con detalles poéticos, terciopelo violeta, traje al estilo  Byron o Poe. Votos hechos con versos de los padres fundadores de la palabra. Inspiración sin imposición.  Nada del Día más feliz de mi vida. Eso no es algo a lo que uno puede ponerle fecha. Sucede cuando sucede.
—Una fiesta siempre ayuda. Comida, bebida, y milonga posta con la típica Sandokán.
—¿La típica Sandokán? ¿No están retirados?
—La ceremonia será cosa tuya. Y los festejos mi responsabilidad, como padrino en funciones. Yo a los festejos siempre me los tomo muy en serio. La típica Sandokán ya está asegurada. Y el lugar también, cuando ustedes digan «Ahura». Aunque no puedo decírte donde, por ahora. Habrá bailongo a la luz de la luna y braseros tipo antorcha. Por si tenias alguna duda, Cátulo Querido.
—Pero, ¿Y si Nina se enoja porque me fui a esta Tango maratón así de impulso?
—El único que no sabia que nos íbamos de fin de semana  eras vos. Nina nos pidió encarecidamente que te lleváramos a la tango maratón porque le estropeabas la añoranza. Vas como un pato torpe queriendo tocar el timbre. Así que compramos  el pac con el todo incluido hace una semana. Ya no somos universitarios, ni jóvenes.  ¿O te pensás  que estos te iban a seguir así como así porque a vos se te ocurriera?
—Eh. Mas respeto por los que duermen  —dice Piton Pipeta con una voz de ultratumba y sigue durmiendo.
   —Diogenes, cuídalo. Es medio chiquilin.. Que baile, que se divierta.  Que sepa que lo espero con ganas.  Solo voy a pedirte dos cosas —me dijo.
—¿Qué? - pregunto asustado.
—Que no te desenfrenes con la comida y la bebida en el todo incluido. Creo que vio las fotos de Mallorca. Dice que sino el traje a medida no te va a entrar.
—Esa es la difícil. ¿Y la segunda?
—La segunda te va a distraer un poco más. Cito textual: Cuando nos casemos vendrán algunos primos. Mi madre con su pareja. Pero para que todo este perfecto tiene que estar Clemencio.
—¿Qué?
—Que además de milonguear vamos a buscar a Clemencio.
—¿Clemencio? ¿Quién es Clemencio, un champan enterrado en el desierto como en aquella película, Fandango?  —pregunta Pitón..
—¿Clemencio? No. No puede ser. No lo puede decir en serio.
—Tan serio que no te vas a casar hasta que no lo encontremos.
La voz de Romulo Papaguachi suena desde el asiento trasero
—¿Cual Clemencio?  ¿Clemencio Marinardi, el pibe orquesta que bailaba con tres mujeres a la vez y todas mal? ¿O  Clemencio Sarletta el predicador de la milonga Dominguera de Cuchifai que casó a tantas parejas ilegales de la milonga? ¿Habrá salido de la cárcel? ¿Donde andarán esos elementos?  Ahora me acuerdo de Clemencio el normalizador. Cuando la pista estaba desbocada lo ponían a bailar y todo ser calmaba. Clemencio Rudin.
—Ninguno de esos Rómulo. Dígale quien es Clemencio, Catulo.
—Clemencio... Clemencio  es un explorador milonguero. Está haciendo un mapa de esas milongas recónditas.  Hace quince años que no lo veo. No se ni por donde anda. ¿Y Nina te pidió que lo trajéramos porque sino, no se casa?
—No seas infantil. Se casa igual. El que  necesita que esté para cerrar asuntos sos vos. Cátulo.
—Entonces ¿No vamos a la tango maratón? —Piton Pipeta esta preocupado.
— La tango maratón es la primera parada de la búsqueda. Hay un par de datos, gentes. Rumores. Ustedes no están obligados a ir. Pero si vienen mejor. El casamiento de este hombre va marchando, aunque nos demoremos un poco por el camino.
—¿No será Clemencio Filigrana el rondador del paso? Ese hombre estuvo diez meses intentando entrar en el compás. Ahora tiene una escuela.
—No Rómulo. Tampoco es Clemencio Filigrana.  El Clemencio que buscamos es otro Clemencio.
—¿Pero quién es el punto ese?
—Mi padre, Rómulo. Clemencio Bernal, 

mi padre.
(Continuará)

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