«Es curioso como el ingenio del ser milonguero obtiene diversión de la torpeza ajena. Si a la primitiva costumbre de criticar de los patriarcas y matriarcas de mesa y vino le agregamos la innovación tecnológica, obtenemos algo similar a lo que ocurre en la única milonga de la inexistente ciudad japonesa de Kamorisu. Digo inexistente porque la ciudad es un plató de filmación abandonado en Italia, un basamento real construido por encargo para la animación virtual de una ciudad ideal creada por diez mil hikikomoris que la habitan sin salir de su habitación. En esta imposible locación ha encontrado refugio una pequeña comunidad de milongueros que, haciendo uso de una de las salas principales han montado impunemente su milonga, bajo la dirección de dos parejas Argentinas con ansia y sin dinero. Allí, todas las noches estos caraduras de catalogo, que malviven o sobreviven del turismo milonguero y los despistes entre las tablas y los cartones decorados, cobr...