Los cuentos de hadas siempre hablan de raptos. Jóvenes hermosas que son arrebatadas en medio de la noche por reyes elfos, o bebes que son intercambiados por seres arrugados del linaje Elfico. En nuestro caso, la expedición a la milonga de las hadas partía de una premisa fundante: Los amigos Piton Pipeta, El profesor Maradona y el Uruguayo Pococho se habían quedado ahi por pelotudos. Por sucumbir a la lascivia de unas carnes de exuberante rozagancia y a un festín de comida y bebida abundante, que ni en nuestra mas loca fiesta de fin de año podríamos soñar. Sabiendo ese precedente y animados por el misterioso Ricard Marolo, nos dispusimos y pertrechamos con los avios necesarios para plantar cara a la dificultad de entrar por la fuerza a un sitio desconocido, con nuestra energía milonguera, que es poca, pero persistente. El Indio llevaba su famosa lanza choricera a la que había agregado una punta de hierro, que como es bien sabido, suele ser un incordio para estos seres feericos. A...