Mi amiga Stella Martinez, gran milonguera me hizo acordar, quien sabe porque de esta peculiar milonga, que supo estar en un viejo galpón que pertenecía a un antiguo gallinero comunitario y que llevaba un consorcio formado por tres amigos que compartian apellido: Ivan, Salmud y Eugenio Trozco. Suelo de tierra apisonado y regado, mesas de chapa y latón en los que el oxido y el chauvinismo habían borrado las publicidades. Una barra al fondo, hecha con cuatro caballetes y dos tablones en la que se vendían solamente empanadas, sanguches de mortadela hechos con galleta criolla, choripanes ahumados al tacho, vino en jarra, el típico pingüino que se acompañaba con vasos plásticos y agua o zumos de uva y granadina para los abstemios, todo a precio de peña de humanidades. Al costado, en una mesa hecha con cajones de manzanas estaba el equipo: una disketera doble y cincuenta o sesenta Cds entre los que destacaban La típica Victor, Canaro, Firpo y la sonora Rascabuches. Nunca tuvo dijey. tod...