UNA HISTORIA DE TANGO POS PANDEMIA EN EL ORIENTAL Llegamos temprano con Nina a la Milonga del Oriental , después del largo impase de la pandemia. Los lusiardianos vendrían desde la matiné, en el bar Roñoso. No le propuse a mi pareja el encuentro y vermut con los muchachos, en aquel sucucho que me resulta entrañable, a pesar de su mugre y sus extravagantes habitués. La conozco demasiado para saber que el muestrario de alimentos momificados, el imponente (aunque grasoso) friso pintado con escenas de la milonga en la pared y la presencia de Castor y Pólux, los camareros con ínfulas de héroe, no iba a entusiasmarla, sino más bien a provocarle alguna leve repulsa. Al llegar al ligustro de la entrada, notamos la primera diferencia. — ¿Ya no está Bradbury? —Preguntó Nina al hombre de la puerta. Con su cabello oscuro cayendo indómito a un lado de la cara y una camisa de diseño, en el que se veía una levita dibujada, el hombre era la viva imagen de la ...