Estamos como cada viernes en nuestra mesa bajo el limonero y al pie de la terrosa pista del Oriental milonga, descampado, potrero futbolístico, ring para los Titanes de la Milonga y sala de ensayo a cielo abierto del barrio que alguna vez fue pampa y hoy una manzana agreste con nuevos edificios asomados detrás del bosque que el jardinero Japonés Cepito hizo crecer para darle un paisaje mejor a su cabaña rustica y al templo shintoista donde reza. El Oriental está en modo hipérbole. Será que la concurrencia anda buscando aquellos perdidos carnavales de comparsa y mascarita que tanto gustan al amigo Romulo Papaguachi «porque se conocen inolvidables amores» suele decir, quien casi se pierde por la bataclana Olguita Filiber. El hombre está viniendo a milonguear seguido desde que volvió a dar clases el maestro del paso desvariado Corchito Echesortu. Y para no dejarlo solo hemos hecho comitiva El Indio Martin, Diógenes Pelandrún el filosofo y un serv...