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El ídolo y Su representante, embajadores del tango

 Me tengo por bailarín normal. Fui aprendiendo, a los codazos, gastando pantalones en tintorerías y zapatos en arreglos, sin sobresalir, sin arruinar. Discreto en la figura, ardiente en el abrazo. Como todos, tuve amores de baile, cariños fugaces, alguna noche memorable y muchas olvidables. A lo largo de mil milongas veía casi siempre a  El ídolo. Le decían así porque su baile, más que agradar, tenia una característica rocosa, acaso inamovible. Aunque él creía bailar bien. Él se veía en el futuro(un futuro que se nos iba haciendo ayer) como una  figura de peso,  según sus palabras. Alguien a seguir. Estaba convencido, con esperanzas infantiles, que su destino era representar el sentir nacional en otros rumbos.  Fatalmente, siempre solía sentarse en mesas cercanas a la mía. Inevitablemente escuchaba el invariable, repetido discurso que soltaba a su mejor amigo, su, podría decir,  compadre de milonga , otro de esos especímenes prototípicos que aventaba sus ansias. Duilio Zapiola, o Su Re

UN METODO MILONGUERO INFALIBLE/ Por Cátulo Bernal.

  Cuesta volver a la rutina del encuentro. Después de la no aventura en la tierra del Go, ese extraño más allá de película estilo Manuel Romero donde ahora vive mi padre Clemencio y de la que volvimos, frustrados, concertamos por fin una noche en Milonga del Oriental , en la mesa a pie de pista bajo nuestro amado limonero; los zapatos nuevamente lustrados, el hambre intacta y el ansia por milonguear desmesurada.  Saben, los que siguen estas crónicas, que El Oriental, mítico potrero donde han gastado piernas grandes, chicos, anónimos, principiantes y princesas del baile, siguió adelante, furtivo en la pandemia, ayudado por su característica principal: ser la única milonga estable al aire libre con temperatura invariable y una topografía poco accesible para cualquiera que no venga a bailar o intente colarse desde la calle. Una milonga oculta por el terraplén ferroviario, ligustrinas, un barrio privado y la sanja que era antes el único punto desde donde se podía ver a las parejas en la p

EL NAVIDERO DE LA MILONGUERIDAD

 —Yo nunca seré como ese gordo que quieren que represente. Papa Noel, Santa Claus, San Nicolás, o el niñito Jesús que da regalos y luego te los pide. No les voy a servir. Lo único que puedo repartir son tortas, y ahora ni eso. La panza la tengo, es verdad, pero también la mala digestión del vino y de la vida. Cada vez bailo menos y si no me afeito es porque hasta la piel se me ha vuelto sensible a la afeitada. Pero esta barba...no es una barba que impone, una barba de sabio. ¿Qué sabio han visto ustedes con estos pelos chuzos y como pintados a lejía, a cloro de pileta? Aparte, ¿Usted cree, Mirta, que alguien de la gran familia unida de la milongueridad va a querer sentarse al lado mío para pedir un deseo? —Deje de protestar y póngase de una vez el traje, Ramiro. Bastante nos costó conseguirlo. Tuvimos que ir a una tienda vintage para encontrar este terno rojo. —Este queda mejor. No me hubiera rebajado a usar esas felpas roñosas que obligan a poner los comerciantes. La organizadora de l

TÓPICOS TANGUEROS ACEPTADOS «A VECES» COMO VERDADES(MANUAL DEL MILONGUERO PRINCIPIANTE)

Este post no tiene rigor científico. Tampoco valor estadístico. No pretende derribar mitos milongueros, Los mitos se derriban solos, aunque a veces el vino acompaña. Son, eso sí, verdades dichas por trasmisión oral, que al ser trasmitidas  a generaciones posteriores se transforman y falsean. Casi como este decálogo. 1 - SI SE VISTE BIEN, BAILA BIEN. Vestirse bien. Con traje, complementos, vestidos, esmero. Un ritual que con el tiempo se tergiversa o manieriza entre la parcialidad masculina. La femenina nunca pierde de vista el buen vestir, y además, la mujer  tienen el buen criterio de acompañar la vestimenta con el estilo y el buen baile. Si viene de otro sitio, tiene la precaución de llevar un vestido —además de los zapatos— en el bolso. Y en el vestuario se transforma. En cambio nosotros... los hombres...Todos hemos visto casos extremos de desprolijidad. Y también de excesivo acicalamiento. Pocos somos los trajeados en la milonga. Y eso quizá por la influencia de la vieja escuela, q

TIEMPO DE RADIO TANGO

 Ahora también puedes acceder a nuestro programa de radio. Tiempo de Radio Tango, con todos los tangos de siempre y los de hoy. https://tiempodetangobarcelona.blogspot.com/2021/11/programa-tiempo-de-radio-tango-43.html <script async src="https://pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js?client=ca-pub-0306504764991980"      crossorigin="anonymous"></script>

CUENTOS DE MILONGA Y MADRUGADAS (edición digital y papel)

 Un paseo por la milonga, el lugar sagrado para quienes bailan tango, esbozado en pinceladas humorísticas e imaginativas con la poética de esas noches mágicas que se pierden en la nada como el paso inspirado de algunos bailarines que se niegan a desaparecer en el olvido. https://leer.amazon.es/kp/embed?asin=B08ML42JT6&preview=newtab&linkCode=kpe&ref_=cm_sw_r_kb_dp_4W2QNT7SRQ4JJC1M3T00 <script async src="https://pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js?client=ca-pub-0306504764991980"      crossorigin="anonymous"></script>

LOS DIOSES DE LA TORMENTA ODIAN LA MILONGA

  Aquí no. No es posible,  pensó el muchacho mirando el cielo de octubre, ese cielo tan extraño al nubarrón, a la inclemencia. Luego, su giro voleado en los últimos compases de un Fresedo lo alejó de la inquietud y lo metió de lleno en la noche qué, más allá de los dos focos y la ristra de leds, se posaba segura sobre el parque. En la cúspide de la fuente, el espacio donde se milongueaba todos los sábados hasta bien entrado el otoño, quedaban como mucho seis o siete parejas. El aire traía cargas, olores de tierra que presiente la afrenta de la lluvia, fresco y calor, mezclados por quienes prolongaban el estío con sus ansias.  Un refucilo partió el cielo en dos. Los antiguos dioses   son capaces de atrapar el aire con sus manos y romperlo como una foto vieja. T odo nuestro mundo cabe en una de los cuartos más pequeños de la divinidad, en una caja con postales que espera su destino de basura en el cuarto polvoso de su mansión vacía, pensó. Y luego ¡Que bien que baila, que bien que huel