De chiquito devoraba las historias de Sherlock y eso hizo que a la corta edad de 13 años ya me dejara crecer patillas y fumara a escondidas en una pipa que le robe a mi abuelo, una tarde que dormitaba viendo "Buenas tardes, mucho gusto". Ese mismo abuelo me introdujo en los secretos del tango. Afirmaba haber frecuentado a l tigre Arolas. Según contaba iban los dos a comprarse botines con taco fino para despues castigar a los palurdos en la ronda y si cabía y los palurdos resultaban gente de valor y coraje se ensarzaban en peleas a puños o a cuchillo romo - "porque los hombres de bravura no se van a ensuciar las manos con una punta, cuando lo que cuenta es el honor", decía el abuelo que presumía de haber arreglado a uno con un pela papas - como correspondía en esos tiempos en los que rufianismo y tango eran casi lo mismo.
Con el aprendí mis primeros pasos aunque debo decir que no era un gran bailarín. En las milongas fui vilipendiado por mis forma de bailar los tangos saltando, la misma que usaba el abuelo para otear el horizonte y ver si venia la policía. Esto hizo que tomara clases con el maestro Pancheta. De esta improbable mezcla surgió lo que llaman en las milongas "el estilo Efluvio" o "El básico de tres carajos" tal y como se recuerda en alguna milonga bonaerense.
Lo cierto es que cansado de recibir las críticas de viejos y novicios me hice introvertido, llegando a copiar la dejadéz lánguida de mi héroe Sherlock Holmes, cuando no obtenía ni un caso y se pasaba las horas muertas entregado a la cocaina inyectada y rascando el violin de mala manera. Yo encontré mi droga particular en el orégano, que diluido a partes iguales con nuez de cola y aspirina provoca efectos alucinógenos - aunque no sé cuales, pues me provoca sueño y luego un frenesí indeterminado que hace que siempre - según cuentan mis amigos intimos - me vea compelido a gastar todo lo que tengo en la billetera. También aprendí a tocar el violín, y creo que lo toco tan mal como mi personaje.favorito.
Como sea, conocí por Internet a una estudiante escocesa de Glasgow, que me enviaba fotos y de la que me enamore perdidamente. Eso solo bastó para que decidiera emprender la aventura. Cuando no leia Sherlock, me entusiasmaban los Fantasias, El Tony, D'artagnan y todos aquellas historietas de la editorial Columba. Así que espoleado por algunas dotes para el dibujo, decidí apuntarme en la Universidad de Comic de Glasgow, reputada escuela de fama mundial, según supe leer en su publicidad. Vendí los efectos personales que mi abuelo le había robado al Tigre Arolas a un coleccionista que me pago por el chaleco 1000 pesos y por la peluca hecha de pelo autentico 3000 y sin más me fui a Glasgow, en busca de mi amor.
Debo decir, que el entusiasmo que lleve se me pinchó apenas vi la famosa universidad de Comic, que resultó ser una mesa lindera a los fondos de una malteria, en donde un tal Aldo Breck Stewart enseñaba dibujo y maquetacion sacando todo su saber de un manual forrado en papel madera que a la postre resultó ser un "Libro de oro de Paturuzú" del año 72, año en que el tunante decidió exiliarse de la Argentina por problemas de salud - Si no se iba pronto los numerosos estafados lo iban a matar - y radicarse en Glasgow donde se ganaba la vida estafando honradamente a ilusos como yo. De más esta decir que me cobré la deuda, agenciándome con el libro de Paturuzú, que dejó olvidado en su huida.
Extinguidas mis esperanzas con la historieta decidi buscar a mi amor. Resultó ser una mujerona de cincuenta y pico, de pantalón en pecho y voz atabacada a la que atraía mi dinero - Me vendí en internet como un adinerado joven de fisico esbelto y agraciadas formas (Ver Foto), notable bailarín de milongas, bueno para el querer y viril para el amor, descripción que se alejaba un poco de mi metro sesenta y seis con mocasines y mi esmirriada pose de 44 kilos mal pesados. Aquello y una peluca de Arolas que llevaba y que no pude ponerme a tiempo para la cita, me salvó del amor de Sioban, tal y como se llamaba la escocesa. Huí pensando en lo que tendría que hacer para volver a casa.
Ahora estoy juntando plata para el pasaje. Bailo en la calle Buchannan con una coreana llamada Lui, a la que engañaron también por Internet, vendiéndole un curso de bonsái secuoias. Tengo algunos disquitos de Firpo y los trajes del abuelo.Bailamos para diversion que los Higlanders, que segun que clan, son generosos con los payasos.
Se que pronto tocara en Edimburgo un compatriota, un rosarino Llamado Carlitos Quilicci. por eso nos esmeramos para ver si podemos pagarnos el pasaje y que este muchacho nos ayude a volver a la patria. A Lui no le parece mal radicarse en la Argentina, habida cuenta que escapo de Pionyang.
Y mientras intento derretir su hermetismo oriental con mi virilidad para el amor pienso en lo que hubiera hecho mi héroe, enfrentado a una tesitura parecida a la mía.
Y por mas que intento cavilar, no se me ocurre nada.
Bueno amigos, hasta la próxima, los dejo porque ya veo venir los colores del clan Mac Leod, que es pudiente y amigo de las burlas.
Un abrazo y hasta la próxima.
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